Ante la ola de denuncias y de escraches contra abusadores, violadores, pedófilos y machistas que mujeres de todo el país se animaron a protagonizar. Luego de que Thelma Fardin hablara públicamente del abuso sexual que cometió contra ella Juan Darthés, hay una consigna que me viene a la mente una y otra vez: es necesario que no nos olvidemos qué queremos esencialmente las feministas (más allá de las diferencias que puedan existir entre nosotras). Es necesario para que nuestras conquistas y luchas no se pierdan en el espectáculo mediático, en la indignación de las redes sociales y en un sistema de violencia patriarcal que nos autofagocita; porque reproducir la violencia del sistema, con su lógica dominante, tampoco es el camino pacífico y sólido que las feministas debemos construir y recorrer.

Está claro que estamos felices por el hecho de que todas las mujeres hablemos, que no nos callemos más, que manifestemos que no vamos a engordar nunca más ese pacto de silencio de la sociedad toda, que hacía que seamos maltratadas, violentadas, abusadas, discriminadas, criticadas en forma permanente, coartadas en nuestras libertades sexuales, civiles, laborales, de la vida cotidiana, hacia adentro de nuestros propios hogares.

¿Cuántas veces dormimos con el lobo?, ¿cuántas veces nos dejamos tapar la boca y fuimos cómplices de las injusticias que se cometieron con otras mujeres y con las minorías, como travestis, transexuales, homosexuales, etc, etc,? Descalificativos, discursos llenos de odio, de resentimiento, faltos de libertad y de respeto hacia los derechos de todos , todas y de ese todes que aún la institución de la lengua castellana se resiste a aceptar.

Ahora también, es cierto que esos escraches deben estar acompañados de las denuncias penales correspondientes para que la Justicia se expida en cada caso,-aún sabiendo que la Justicia puede ser absolutamente injusta y machista-, como la que está en tela de juicio por el caso de Lucía Pérez, que tanta indignación nos sigue causando, porque dejaron en libertad a sus abusadores. No hay otro camino mejor que el de un procedimiento legal que juzgue y condene a los culpables, dentro del sistema democrático que supimos conseguir, y que aunque tenga sus falencias, debemos hoy, más que nunca, abrazarlo y cuidarlo para fortalecerlo, para que nunca más, alguien pueda prostituirlo y derrumbarlo.

Otra cuestión es que no hay revolución sin cierta violencia que emerja del más profundo dolor de las víctimas que durante siglos fuimos sometidas por la sola condición de ser mujeres. Sin embargo, leyendo a Rita Segato, antropóloga de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA) y profesora de la Universidad de Brasilia, reconocida y respetada en todos los ámbitos; no puedo estar más convencida de la idea que siempre me ronda: el método punitivista, de ahora en más, no es ni será el adecuado, ya que “espera del Estado la punición del enemigo.

Tenemos que tener en claro la diferencia entre un crimen y las relaciones entre las personas y retomar la capacidad de negociar en estas. Sino, por el lado del feminismo, estamos llegando al fundamentalismo. Los métodos punitivistas para cambiar las relaciones entre personas están replicando en la micropolítica, las fallas del Estado y su modelo carcelario .”

Incluso Rita, cuando habla de los escraches, se anima a más: “Si las feministas en términos históricos hemos defendido el derecho al justo proceso, no podemos defender el escrache. Tiene que haber un derecho a la interlocución con el acusado, si no estamos cayendo en los mismos funcionamientos de aquellos que consideramos ser nuestros antagonistas de proyecto histórico. Yo no quiero un cambio de manos del poder, de la capacidad de opresión, de la reducción del otro mediante la burla y el escarnio: estamos luchando por un mundo diferente no por un mundo igual en otras manos”.

Entonces es ahí donde me pregunto otra vez, para no olvidar: ¿qué queremos exactamente las feministas?

Y la respuesta aparece como un fuego intenso, abrazador, que enaltece. Queremos un mundo con igualdad de derechos para todos, con igualdad de oportunidades para todos en el ámbito privado y público, el cese de la violencia en todas sus manifestaciones, libertad y dignidad para todas, todos y todes. Queremos poder decidir qué hacer con nuestros cuerpos, sin que la sociedad nos juzgue y nos condene. Aborto legal, seguro y gratuito, paridad de remuneración por igual trabajo entre hombres, mujeres y disidencias sexuales.

Queremos leyes justas contra la violencia sexual y doméstica, que actúen con rapidez y eficiencia ante el agresor, de manera decisiva.

Por último, vuelvo a acordar con Rita Segato en que el feminismo es también muy liberador para los varones: “Les está diciendo que dejen esa postura de macho alfa, porque no hay ni macho alfa ni macho beta”. Les propone nuevas formas de masculinidad.

En definitiva, a pesar de las diferencias que incluso pueda haber hacia adentro del movimiento, las feministas deseamos fervorosamente un mundo signado por el amor y la paz, con mayúsculas. Por favor, no lo olvidemos nunca.

 

Sol Castro es periodista y dirige el portal Qué hacemos ma

Nota de redacción

Rita Segato: https://www.nodal.am/2018/12/rita-segato-tirar-el-mandato-de-la-masculinidad-es-la-unica-forma-de-cambiar-la-historia/