En Argentina, muchos ciudadanos estamos experimentando una decepción e indignación que aunque tiene precedentes, -dado que esto no solo ocurre ahora, sino que ha sucedido históricamente en nuestro país frente a la falta de coherencia entre las palabras y los actos de los dirigentes políticos,-  en estos tiempos, como lo que se puso en juego con la fiesta de Olivos que salió a la luz, fueron las libertades cotidianas de los ciudadanos y sus propias vidas, la cuestión adquiere una importancia considerable.

El presidente Alberto Fernández, este lunes, en un acto que encabezó en La Matanza (Buenos Aires) volvió a referirse a la polémica originada por la fiesta de cumpleaños realizada en la Quinta de Olivos, en medio de la cuarentena estricta de 2020.

Tras ver que algunos medios y periodistas, políticos, artistas, etc, lo acusaban no solo de haber incumplido con el aislamiento obligatorio para impedir el avance del Covid-19 que él mismo había impuesto en todo el país, sino de tener doble cara, dado que responsabilizó a su mujer Fabiola Yánez de aquella famosa fiesta que desató el Olivos Gate, dijo recientemente: “El único responsable de la cena soy yo”.

Así, es. Acomodó nuevamente su discurso, tal como si fuese un guión de telenovela o serie, que va siguiendo las tendencias de sus espectadores y mide día a día cómo hay que ir encauzando la trama de la historia para que los sigan viendo, en este caso, apoyando.

Luego de conocerse la foto de la fiesta en Olivos, realizada el 14 de julio de 2020, y después de reconocer que no era ningún montaje ni  fake news como se dijo, una vez que Eduardo Feinmann difundiera la primera foto del festejo en el canal LN+, Fernández admitió que la fiesta se llevó a cabo, que fue un error y responsabilizó a Fabiola por haberla organizado.

“Mi querida Fabiola convocó a un brindis que no debió haberse hecho”, manifestó el Presidente de la Nación, como si no pudiera entender el significado de las palabras pronunciadas el pasado 13 de agosto, la primera vez que habló al país sobre la famosa fiesta.

Esto hizo que, alocadamente, por allí, hasta se pusiera en tela de juicio el rol de la Primera Dama en el país, y cuánto costaba sostenerla, como si se tratara de un objeto caro, que tal vez, valdría la pena dejar de “sustentar o mantener” a futuro. Una verdadera insania.

Cabe recordar que el escándalo de Olivos, arrancó primero con una lista de personas VIP y reuniones que se realizaron en el marco de la cuarentena estricta decretada por Fernández en el 2020, listado publicado por Jorge Lanata en su programa televisivo de los domingos emitido por Canal 13. Y luego, terminó de desatarse, cuando Guadalupe Vázquez, periodista de La Nación, publicó una foto en donde se puede ver claramente a 12 personas, entre quienes se encuentran el presidente Alberto Fernández y la primera dama Fabiola Yánez y al perro Dylan, donde no hay distanciamiento social ni barbijos.

Pasando en limpio, el escándalo de la fiesta y las reuniones varias de Olivos no solo fueron una tremenda falta de respeto a todo el pueblo argentino que debió cumplir a rajatabla la cuarentena que se había impuesto. Recordemos el caso de Solange, quien murió en Córdoba de cáncer y a su papá, al cual no le permitieron verla; u otro caso tan emblemático y triste de este momento contradictorio de la pandemia en Argentina, el de Abigail Giménez, cuyo padre recorrió 5 kilómetros con su hija enferma en brazos para poder pasar a Santiago del Estero, ya que las autoridades locales no los dejaban entrar a la provincia.

Y, además de estos casos, miles de historias personales, de gente que no pudo reunirse con sus padres enfermos, sus familiares, personas que quedaron varadas en otras provincias abandonando trabajos, casas, etc; por unos cuantos meses. Sin dudas, es un delito violar el DNU (Decreto de necesidad y urgencia), también y aún más para quienes lo gestaron.

Por otro lado aparece la pregunta: ¿Por qué responsabilizar a una mujer de una grave falta cometida y compartida en grupo, en el lugar menos pensado para ese “error”, como si fuese ella la total instigadora de esa acción superficial, irrespetuosa e incoherente, de hacer una fiesta de cumpleaños en plenas restricciones por la pandemia?, ¿Es forma de justificarse?

Más allá de que ahora se diga “la fiesta fue mi responsabilidad”, ¿hasta cuándo vamos a creer a quien acomoda a su antojo las palabras y los acontecimientos, aún cuando los errores tienen un peso tan notable y aplastante?

No es solo falta de credibilidad, es falta a la verdad y me pesa decir esto, dado que yo voté y aún creo en el modelo político que propuso Fernández. ¿Ahora quién o quiénes podrán defenderlo?