“Es  la economía, estúpido” fue la frase con la que Bill Clinton, en las elecciones presidenciales de 1992, ridiculizaba al entonces presidente de Estados Unidos, George Bush (padre), sobre el rumbo que llevaba la economía en aquel país, y planteaba un cambio sustancial sobre la manera de distribución de los recursos.

Hoy el mundo y en particular las cibersociedades les plantean a los políticos modernos que el tiempo ha cambiado, que ha iniciado una etapa en donde el ciudadano deja de ser aquel receptor de políticas públicas, para pasar a ser un participe, un juez, un revolucionario en potencia.

Hace un par de meses, en mi anterior columna, planteaba la circunstancia que estaba viviendo la política tradicional y poníamos el eje en la vetusta socialdemocracia, planteando una crisis significativa, lo que le lleva a tener nuevos horizontes. Pues bien, hoy ampliamos ese abanico y nos vamos de la extrema derecha a la extrema izquierda viendo cómo caen los sistemas democráticos como las hojas de este otoño cordobés.

El empresario devenido en político populista Donald Trump está a punto de ser juzgado por el tráfico de influencias para que el FBI deje de investigar a uno de sus asesores más importantes. Por su parte, el “Frank Underwood” brasileño Michel Temer, es acusado de callar a su ex aliado Aecio Neves a través de “mensualidades”y Rajoy en España perseguido por casos de corrupción que no se pueden esconder, y así la lista continúa. 

Los fenómenos políticos modernos tienen que entender que hoy la ciudadanía sólo busca una cosa: la verdad. Llego la era en que la mentira no sólo tiene patas cortas sino costos muy altos para la política. La ciudadanía moderna, que está compuesta por jóvenes desde los 18 a los 40 años, somos casi el 35% del padrón electoral, y en escasos 10 años seremos el 70%, estamos hiperconectados, hiperinformados y a la vez hiperinfluenciados por miles de millones de bytes de información.

Ya empezamos a ver algunos sesgos de esa necesidad de cambio en la política: Francia fracasó con sus partidos tradicionales y extremistas, siendo un moderado de centro centro-derecha el triunfador de las últimas elecciones presidenciales. Macron prometió una apertura a la sociedad y revolucionó las redes sociales con su campaña; en Canadá Justin Trueau (elegido por tercer año consecutivo el mejor gobernante del planeta) basa sus políticas sociales en la amplitud de criterios de su gabinete y la participación ciudadana en la toma de decisiones.

“Es la política, estúpido”, y hay que entenderla como una nueva forma agonal y arquitectónica de la misma, es momento de que nosotros como ciudadanos de este hermoso país, llevemos adelante el cambio fundamental de nuestra estructura para avanzar como lo están haciendo las sociedades modernas. También llegó el momento de la transparencia  política reflejada no sólo en lo discursivo, sino también en la apertura de los gobiernos, tanto en la toma de decisiones como de las posibilidades de acceso a la información pública. Ese debe ser el nuevo objetivo.