Embracing couple

Hay días en los que la tristeza toca la puerta. Inevitablemente, debemos abrirle porque sin ella no podríamos reconocer la dicha en su justa dimensión. Es necesario dejarla pasar, que recorra un poco el hogar y después, así como llegó, la invitamos a que se vaya.

Sucede que quien haya vivido fuertes luchas en su vida, quien haya pasado por la experiencia de atravesar situaciones límite y haya tenido la valentía de seguir adelante con resiliencia, sabe muy bien que la tristeza y la alegría son caras de una misma moneda. Solo que pulsión de la vida y  la esperanza por sobre todas las cosas, debe ser inquebrantable para poder agradecer todos los días un nuevo despertar. Y confiar, y creer y volver a probar, una vez más. Luego, después que cesa la tormenta, sucede el milagro.

La semana pasada fueron días algo complicados en ese sentido. Es cierto que mirar a nuestro alrededor con empatía genuina, suele generar un estado de compromiso interno con el otro que no siempre nos juega una buena pasada.

Hacíamos nuestro programa matutino de radio cuando mi colega trajo sorpresivamente a una persona para entrevistar. Alguien que no estaba previsto en el esquema de notas diario. Disfruto mucho de la espontaneidad y sensibilidad de quien sabe ver en una esquina cualquiera, una mañana, una historia para contar que puede salvarnos el día, así que me entregué al placer de conversar con quien viniera desde afuera, de ese modo.

Lo vi llegar con un cartel que decía “Regalo abrazos” y lo identifiqué enseguida aunque solo lo había visto dos veces en mi vida. Era Leonardo Quintana, un hombre de unos cuarenta y pico a quien le había hecho una nota hacía exactamente un año, por ser uno de los emprendedores de la ciudad. Tenía su puesto en la Plaza Casado de Villa Carlos Paz. Su emprendimiento era Hamburguesas El Vikingo.

Aquel febrero de 2019 se lo veía feliz, lleno de vida, buenas ideas y se notaba que estimulaba al resto de los emprendedores para continuar en aquella plaza, aunque en ese entonces pasaran pocos autos por la avenida Costanera, dado que el Puente Centenario se encontraba en plena construcción e impedía el paso de los autos. Por ende, el tránsito de público y de posibles consumidores de los productos regionales que los emprendedores vendían, era escaso.

Ahora Leonardo era otro, o más bien el mismo pero con una mochila pesadísima sobre sus hombros. Cuando le preguntamos por qué regalaba abrazos en la calle con su cartel, nos contestó que era para que la gente recibiera afecto, porque creía que hacía mucha falta y que, además, lo hacía a cambio de algo de dinero para comer.

-Estoy en situación en calle, viví algunas cuestiones que me llevaron a este lugar, pero sé que solo es una circunstancia de vida, pasajera. Todo pasa y lo estoy enfrentando, la gente me ayuda, saldré adelante.

La esperanza y actitud de Leonardo me conmovieron y me dejaron pensando que nadie está exento de vivir desgracias de distinto tipo, las circunstancias de la vida son azarosas en muchas oportunidades y es clave la actitud que tengamos para resistirlas y volver a ver la luz. Ojalá fuese más cierto eso de que “uno forja su propio destino”, no siempre funciona así, solo en un porcentaje que quizás sea el que hace que salgamos o no de las crisis.

“Él da lo que espera recibir de otros”, me dijo Luis María, nuestro tutor filosófico, mirándome a los ojos.

Empecé a pensar, por supuesto, como periodista, qué podíamos hacer los allí presentes en la radio para ayudar a Leonardo ¿Hay instituciones en Villa Carlos Paz que trabajen para revertir situaciones de vida como la de él? Además del Refugio Nocturno Cura Brochero, que es un centro de acogida para quien se queda sin hogar, ¿habrá quien pueda darle una mano, el Estado estará ausente en este tema, habrá privados interesados en colaborar?  Pensaba en Leonardo y en otros tantos Leonardos que viven situaciones similares.

Lo primero que se me ocurrió entonces es contar la historia, para ver si, tal vez alguien se siente tan conmovido como yo y si además, tiene herramientas  o posibilidades de dar una mano.

René y su arte

Pasó un solo día del episodio y otro amigo me envió el video de Residente, donde René hace un recorrido por su vida, desde su infancia hasta la actualidad, contando los momentos duros por los que tuvo que pasar, expresando claramente su deseo de retornar a la niñez, de regocijarse en el viente materno, de regresar a aquellos días donde mantenía su esencia pura.

“Una noche, antes de salir al escenario tuve un sentimiento de no saber quién realmente era y de no querer estar donde estaba en ese momento, en instantes sufrí una auténtica paralización”, contó René en un Tweet sobre el momento de vida que disparó la creación una de las canciones más sentidas de carrera.

Luego agregó: “Llamé a mami porque quería tirarme del balcón y no sabía porqué. Esa noche llegaba un amigo y se quedó conmigo. Al otro día comencé a escribir este tema”.

El tema tuvo y sigue teniendo sus repercusiones en redes sociales y medios de comunicación.

Una vez más me hablaron de vulnerabilidad, de fortaleza humana y de superación. Una vez más pensé en lo frágiles que podemos ser todos, del mismo modo, aunque estemos más cerca del cielo que de la tierra, o del infierno. Todos, en definitiva, queremos regresar en algún momento al vientre materno, estar en silencio, callados, sintiendo en esa protección primigenia, percibiendo la belleza del mundo en estado puro.

La comprensión de ese deseo acaso universal de la condición humana, es para mí condición suficiente para ponernos en serio en el lugar del otro y abrazarlo en un gesto sincero, genuino.

Porque el abrazo es un instante de paz y de amor que, como me dijo otro amigo, es imposible fingir.

Foto: www.lapatilla.com