Cuando es el mundo el que se detiene de una forma tan singular, impensada, que desestabiliza todas nuestras estructuras de vida diarias, resulta difícil parar de golpe y entender muchas cosas. Aún cuando tengamos algo de training en pensarnos, repensarnos, barajar y dar de nuevo.

La pandemia hizo que el mundo exterior se transformara, y de repente, eso que pensamos tantas veces algunas personas, en algún momento, sucedió: “que el mundo se pare para relajarme un poco, tener tiempo, hacer lo que me gusta”. Pero una vez que se cumple, tal como en un sueño, o en una película apocalíptica de Hollywood, resulta difícil de disfrutar.

Porque habiéndose suspendido por un tiempo prolongado todo lo que conocíamos hasta el momento de un modo, y formaba parte de nuestra rutina, -que nos brindaba la sensación de certidumbre, de seguridad-, nosotros somos quienes quedamos un poco a la deriva, y de repente nos cuesta focalizar en aquello que quisiéramos poder hacer en estas circunstancias: leer, ver series y películas, escribir un libro, una tesis, entre tantas otras cosas que requieren de tiempo y mucho esfuerzo.

Estamos, la gran mayoría, desorientados y algo angustiados. Palabras como incertidumbre, tristeza, depresión, o expresiones como: ya no sé qué hacer, estoy harto/a, no sé cómo organizarme, se me cambiaron los horarios, me desvelé, se escuchan con más regularidad a medida que pasan los días.

Y es cierto, hablamos poco de los sentimientos de aflicción y desánimo que nos embargan durante estos días. En cambio, asistimos a un bombardeo incesante de propuestas para resistir el aislamiento, amenizar el momento, para seguir produciendo hasta en los momentos de ocio y así tener algo que hacer en nuestros hogares (tampoco es que esto esté mal). También es una realidad que a mucha gente como docentes, periodistas, y tantos otros que se dedican al teletrabajo, atención al cliente, administración, cobranzas, etc, etc, el trabajo se les vuelve algo tedioso y según el día, a veces insostenible, porque: vivir, trabajar, divertirse, jugar, comer,todo, sucede en un mismo lugar, nuestros hogares.

La invitación de Florencia

Ayer, recibí de parte de Florencia, psicopedagoga, una invitación a registrar y dar un poco más de lugar a las emociones y vivencias a las que nos está acercando la pandemia. “No estamos pudiendo ser inmunes al coronavirus como seres humanos, y estoy segura que estamos siendo mucho menos inmunes a las situaciones que él está generando”, escribió Flor.

Florencia, que además es docente, manifestó: ”Tener el deber de seguir educando o el de seguir siendo “buenos” padres o “buenos” ciudadanos en este contexto, no nos aleja de la angustia que nos puede generar un cambio de rutina, la angustia de encontrarnos con la frustración más veces de lo que quisiéramos en un día, o sin dar tantas vueltas: la angustia de encontrarnos más mortales y vulnerables que nunca”.

Hablando con Ulises, comerciante, contó: “No solo siento angustia, sino incertidumbre por el dinero, por la crisis económica que todo esto genera. Tengo miedo de no poder seguir pagándole a mis empleados y hay días que, solo en mi departamento, me cuesta levantarme de mi casa”.

Por su parte, María, profesora de Geografía comentó: “Los docentes hicimos un esfuerzo desmedido para preparar material online para clases, pero no todos los chicos tienen acceso a la tecnología como deberían y hay días que las expectativas no se cumplen. Tenemos que aprender a vivir con más frustraciones de las que quisiéramos, día a día”.

Y explicó: “Tuvimos que acomodar nuestras exigencias en relación a casos particulares. En lo personal, me cuesta cuando los chicos me dicen: no entiendo, y yo escribo, escribo y escribo para tratar de dar respuesta a eso que no entienden. Ellos piden disculpas cuando no pueden comprender algo y ahí reflexiono en que todavía no pudimos hacerles comprender a los chicos, que en realidad nosotros estamos para eso, para enseñarles”.

Micaela, en cambio, profesora universitaria, habló más de las ansiedades y de la dificultad para concentrarse: “En cuanto a las emociones, tengo problemas para concentrarme para las tareas de lectura, ansiedades también. Uno empieza a valorar las pequeñas cosas: andar en bici, poder ir juntarse con los amigos y la familia, etc. Noticias leo un rato a la mañana y a la noche, sino satura y te ponen más loca.”

Guadalupe, administradora, dijo estar agradecida de poder acceder a todo lo necesario en su hogar para pasar la cuarentena, pero por momentos no soporta ni el encierro ni la incertidumbre. “No saber qué va a pasar mañana es una de las cosas que más me molestan. Valoro el avance tecnológico que nos permite comunicarnos en este contexto, pero lo que más extraño es el contacto con el otro”.

Un cambio deseado

¿Hace bien hablar de todo esto? Aceptar el convite de Florencia acaso nos ponga más en contacto con lo que verdaderamente nos pasa, admitiendo que somos humanos, vulnerables, que estamos algo desorientados y que necesitamos del otro, ahora más que nunca, para salir adelante.

De todos modos, al escribir estas líneas, soy consciente de que hablo de lo que sienten mis amistades, contactos, pinto las angustias de un microcosmos que deja de lado otras realidades menos cómodas y más acuciantes.

Aún así me pregunto: ¿Habrán cambiado las prioridades para algunos?, ¿se registrarán algunas transformaciones sociales a partir de esta pandemia? El tiempo lo dirá. Yo elijo pensar que vinimos al mundo para relacionarnos y que si eso nos falta: el abrazo, mirar a los ojos sin estar mediados por pantallas, dar un apretón de manos, reír en vivo y en directo junto a otros, compartir momentos con nuestros seres queridos entre otras tantas cosas; nos falta todo. Nada tiene sentido… ¿Qué otra cosa más fuerte que la ausencia de todo eso puede enseñarnos, al menos, algo? El mundo dirá, lo diremos todos, con el tiempo.