Uno de los misterios irresueltos de la literatura y la política argentinas, el destino de la obra inédita de Rodolfo Walsh que el grupo de tareas de la ESMA se llevó de su casa en San Vicente horas después de secuestrarlo en la esquina porteña de San Juan y Entre Ríos, es la clave del libro “Emboscada”, del periodista Facundo Pastor, cuya reciente aparición coincide con los 45 años -que se cumplen este viernes- de la caída en manos de la dictadura del escritor y responsable de Inteligencia e Informaciones de la organización Montoneros.

El cuento “Juan se iba por el río”, que Walsh había terminado de escribir el 24 de marzo de 1977 junto con la “Carta abierta a la Junta Militar”, al cumplirse el primer año del golpe, además de otros textos como “Ñancahuazú”, sobre el Che en Bolivia, o el relato autobiográfico “El 27”, dedicado a la relación con su padre, fueron robados y llevados a la ESMA junto a otros papeles personales y documentos políticos, pero todo ese material fue retirado de allí en los primeros meses de 1979.

Pastor siguió el rastro de esos escritos con la expectativa de descubrir en manos de quién se encuentran hoy, en el caso de que no hayan sido destruidos, y tras seguir una cadena de testimonios el ovillo llegó hasta una casa ubicada en la esquina de Jaramillo y Zapiola, en el barrio de Saavedra, una vivienda que a fines de 1978 había sido comprada por el padre del teniente de fragata -también contador público- Jorge Radice.

A partir de 1979, el represor reconvirtió esa vivienda en un lugar de trabajo esclavo para militantes cautivos por la Armada que eran forzados a hacer media clipping (monitoreo diario de medios nacionales y extranjeros) como insumo para el -luego frustrado- proyecto presidencial del dictador Emilio Massera.

En la investigación para el libro, Pastor contactó a Mercedes Inés Carazo, sobreviviente de la ESMA que estuvo detenida en esa casa desde inicios de 1979 hasta marzo de 1980 y que luego reconstruyó su vida tras exiliarse en Perú: Carazo le confirmó que ella, junto a otro militante entonces encarcelado pero fallecido en 1998, Antonio Nelson Latorre (“el Pelado Diego”), encontraron una caja identificada con las iniciales R.W. en una habitación de la planta baja que solía estar cerrada con llave.

La caja contenía hojas manuscritas o mecanografiadas, y en uno de los estantes más cercanos se encontraron con el archivo del diario Noticias, clausurado en 1974, donde Walsh había trabajado como jefe de la sección Policiales.

El hallazgo ocurrió entre el inicio de 1979 y el primer trimestre del 80, poco después de la salida de Massera de la jefatura de la Armada, cuando el grupo de tareas de la ESMA ya había dispersado entre varios inmuebles la documentación y las pruebas del exterminio producido en el predio de la avenida Libertador.

Ese proceso fue acompañado por el apoderamiento de propiedades robadas a los desaparecidos -Radice usaba para esos fines el alias Juan Héctor Ríos- y la creación de sociedades para funcionar como fachada o para generar nuevos dineros, como la productora audiovisual Chroma SA, instalada en Besares 2025 del barrio de Nuñez (de día cumplía con esa actividad, por la madrugada se utilizaba para microfilmar documentación que se enviaba al Servicio de Inteligencia Naval; una historia que merece otro libro).

La recuperación de las obras robadas de Walsh fue uno de los deseos que acompañó a lo largo de su vida a la última pareja del escritor, Lilia Ferreyra, fallecida en marzo de 2015, quien en sus pronunciamientos públicos -como una entrevista al diario Tiempo Argentino del año 2011- solía decir que “mantenía la esperanza insobornable de que alguna vez aparezcan”.

El libro de Pastor pretende asumir ese desafío, que suena con el peso de un compromiso, un mandato, como algunas frases de Walsh (“Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información”, escribía en Cadena Informativa en los últimos trances de la clandestinidad).

Con ese horizonte, “Emboscada” (Aguilar) retoma revelaciones publicadas por otros (como la nueva identidad que adoptó el “Pelado Diego” en Perú, el asesor académico de la OIT Miguel Ángel Castiglia, mencionada por José Pablo Feinmann y por el exjefe de la SIDE menemista Juan Bautista Yofre) para intentar resolver la principal deuda de la literatura y el campo cultural argentino: ¿qué pasó con los textos nunca publicados de Walsh? ¿Dónde están?

El libro, casi en el epílogo, aporta un indicio trascendente: Carazo le reveló al autor que antes de morir Latorre -o Castiglia, o “el Pelado Diego”- le contó que había logrado sacar de la casa de Saavedra una parte del archivo de Walsh en manos de los marinos.

La obra

Pastor, que escribió un libro sobre el fiscal Alberto Nisman y otro sobre el exCEO de Torneos Alejandro Burzaco, está convencido de que los escritos inéditos del autor de “Operación Masacre” existen y “alguien los tiene”.

Algunos sobrevivientes de la ESMA, como Martín Gras, incluso llegaron a leer completo el cuento “Juan se iba por el río”, que nunca apareció y no pudo ser editado. Gras lo encontró en el depósito del sótano del centro clandestino, al lado de una colección de la CGT de los Argentinos y otros papeles robados en el allanamiento a la casa de Walsh en San Vicente.

Periodista con experiencia en radio y TV, Pastor conversó con Télam sobre la incógnita más grande de las letras argentinas, pero también sobre el período de clandestinidad del escritor que desafió a la Junta Militar hasta que fue tiroteado y llevado agonizante a la ESMA, el 25 de marzo de 1977, en la emboscada tendida en San Juan entre Entre Ríos y Combate de los Pozos.

Reconstrucción

“La mía es una mirada de reconstrucción, una búsqueda que continúa con la investigación de los documentos de Walsh. Lo importante de esta investigación fue poder avanzar un par de casilleros más en lo que se había avanzado, que no era mucho, respecto al destino de los documentos. ¿Qué pasó con esos documentos, cuál fue la ruta, cuál fue el derrotero de esas cajas y a dónde fueron a parar cuando salieron de la ESMA?”, señaló Pastor en la entrevista, que se realizó en un bar ubicado en la misma cuadra en la que, 45 años atrás, se produjo el secuestro del escritor.

Télam: ¿Qué certezas tiene sobre los nombres que menciona en el libro al referirse al destino de los documentos?

Facundo Pastor: -La casa de la calle Jaramillo, en Saavedra, es un escenario fundamental de esta investigación. Es una casa operativa que Massera arma, como había armado la oficina de la calle Cerrito (por Cerrito 1136, que fue la sede del Partido de la Democracia Social). Allí van a parar detenidos a hacer trabajo esclavo, clipping de diarios, informes gremiales. La certeza que tengo es que la casa existió. Incluso la recorrí. Yo hablo de una habitación prohibida, porque era un lugar donde los marinos habían llevado muchas de las cosas que sacan de la ESMA. Y logré entrevistar a una de las dos personas que tuvieron contacto con los cuentos: Mercedes Inés Carazo, “Cuqui” Carazo, que era un cuadro importante en la organización (Montoneros). Al igual que Antonio Nelson Latorre, alias “el Pelado Diego”, la persona que habría sido el último poseedor de los documentos. Se los habría entregado a un familiar, pero yo los sigo buscando.

T: ¿Con qué criterios abordó la investigación y la escritura de un libro atravesado por tantas variables?

FP: Es un ejercicio de memoria, una oportunidad de que otras generaciones, no tan cercanas a esa época, sigan reescribiendo la historia. Quizá con mayor distancia. Yo reivindico mucho la idea de hacer una reconstrucción sin tantas valoraciones, sin santificarlo a Walsh. No creo que se hubiese sentido cómodo con una mirada sacrosanta de él mismo. Y por otro lado, los cuentos que estamos buscando tienen un valor cultural incalculable, imposible de medir, y como creo que en algún lado están, hay que seguir buscándolos.

T: ¿Leyó a Walsh? ¿Qué le gusta más de su obra?

FP: Lo leí muchísimo. En “Operación Masacre”, me parece, despliega un pacto ético y de transparencia con el lector que es inigualable y que es contar y explicar lo que sabe, y no contar y no explicar lo que no sabe. Una manera narrativa muy propia, muy walsheana, de decir “sabemos que tal entró a tal horario, no sabemos a qué hora entró tal persona”. Me parece que ese pacto de verdad con el lector es alucinante.

T: Pasión por el detalle…

FP: Sí, mucho rigor. Y yo creo que el lector se lo valora mucho. Es una idea para trabajar siempre desde el periodismo, que el periodismo trabaje siempre desde el interrogante y que el interrogante te acerque a la certeza, y no partir de la certeza como absolutismo, como único método.