Analía Altamirano es la esposa de Marcelo Colella, el concejal de San Antonio de Arredondo que falleció esta semana después de atravesar el coronavirus. La madre de Analía murió el mismo día, con unas horas de diferencia, por la misma enfermedad. Ella está aún sin poder ver a sus dos hijas, ya que permanece aislada superando su propio cuadro de Covid-19.

Analía escribió una carta conmovedora y llena de amor en su perfil de Facebook dedicada a Marcelo, un hombre muy querido tanto en su localidad como en Carlos Paz, donde se desarrollaba como profesional.

La carta

SIN PISO Y SIN CIELO

Ser huérfana y viuda en 3 horas de diferencia no se acerca ni a la peor de las pesadillas. Un 19 de mayo traumático. Hoy se cumplen 14 días de aislamiento, sin el contacto físico con nadie. Solo con mi esposo. Todavía no he abrazado a mis hijas quienes durante estos días han ejecutado las indicaciones de su padre al pie de la letra y nos hemos acompañado desde afuera de casa.

Cuando alguien muere todos hablan maravillas. De mi esposo Marcelo Nicolás Colella, el padre de nuestras dos hijas Vanina Colella y Maga Colella, no hizo falta. Tanto reconocimiento social en sus dos ciudades, Villa Carlos Paz y su pueblo San Antonio de Arredondo nos emociona. ¿Qué lo caracterizaba? Su don de trabajador y de servicio. Necesitabas una ayuda, asesoramiento, consejo, favor, ahí estaba.

El día que su padre murió (Don Colella) 2016 y los días siguientes era como un pollito mojado y me decía: ¿Sabés qué siento? ¿Cómo me siento?, como si no tuviera piso. ¿Habrá estado orgulloso de mí? Tengo que hacer todo lo que él me dijo.

Ay amor, lo hiciste y todos estamos orgullosos de vos. Todos los que te amamos. Has honrado a tus padres, hermanos, hijas, cuñado y sobrino y a toda la familia en cada decisión. Nos dejaste la fuerza, la responsabilidad, la alegría, la adrenalina de los proyectos, tu visión futurista, tantas cosas enseñadas y aprendidas. Fuiste, sos y serás el cielo que nos protege y el piso que nos sostiene.

Siempre te dije que no pudieron tener mis hijas un mejor padre, tan tan protector y amoroso. ¿Que sin nos han heredado a los dos? ¡Y cómo! Vos siempre mirándolas chiquitas, yo habilitando su independencia. Qué hermosa sociedad de amor que tenemos gordo. Cuando tu madre enfermó me dijiste: no apostaba nadie por nuestra pareja y que hermosa familia formamos gallega. Somos un gran equipo los cuatro.

Todos nuestros logros: cada clavo puesto, cada madera cortada, cada caño soldado, cada decisión tomada juntos para que nuestra casa sea cómoda y confortable, y todo hecho con nuestras manos, con tus grandes capacidades manuales y yo tu feliz ayudante. Aprendí de pinzas, busca-polo, remaches, arandelas, pinturas, electrodos. Soy tan afortunada de tenerte. Sí, estás conmigo en cada rincón de nuestra casa.

Elegíamos invertir en momentos de vacaciones compartidos los cuatro ahorrando en tarros de leche Nido para los desayunos y meriendas de poquitos días de julio, y hasta el otro lado del mundo llegamos. Nada se logra sin sacrificios, organización, responsabilidad y administración de las inteligencias de cada uno. Te sentías tan feliz subiendo a un avión, cargando valijas, nadando contra las olas del mar. Ahora las imágenes y tu voz en los recuerdos me sostienen, nos sostienen. Hasta a nuestros padres llevamos de vacaciones. ¡Qué maravilla! Cuidaremos a tu madre con todo nuestro amor. Su sopita y guiso de los últimos días te nutrió con su amor. La abrazaremos con mimos y atenderé su voluntad.

Terminaré nuestros proyectos y trataré de concretar los que juntos diseñamos. Luchamos con todas nuestras fuerzas para vencer a este virus y la neumonía bilateral. Ninguno tenía antecedentes de nada. Cuidamos a nuestras madres del contagio. No bebíamos ni fumábamos. Dios lo dispuso así. Nos entregamos a su voluntad. Luchamos con garras y dientes por cada gota de oxígeno, contra la fiebre extrema, el dolor de cuerpo.

Dormirás en mi pecho y yo en el tuyo. Enredaremos nuestras piernas para dormirnos o acariciar nuestras mejillas. Besaré tu ropa y me dejaré inundar por tu olor. Seguiremos en contacto porque nuestro amor es eterno y se nutre en nuestras hijas. La muerte es solo un adelantarse, es la esperanza del reencuentro. Mi gran amor.

La carta a su madre

Dolor en la región por la muerte de Marcelo Colella

 

Adiós, Marcelo, el hombre de la sonrisa siempre presente y la mano tendida