En las últimas décadas y gracias a las redes sociales son incontables los videos de animales que se hacen virales y despiertan gratos sentimientos en los espectadores.

Es común ver animales de distintas especies interactuando en múltiples situaciones, instantes de ternura por alguna travesura que fue captada en video y por supuesto la contracara de este fenómeno, aquellos que no corren con buena suerte y pasan por situaciones dramáticas.

Todo está en el ojo público:  para bien y para mal. Las formas en que nuestro entorno y el de los animales se enlazan es la historia de este “zorrito cordobés” que se comporta más como un canino que como un animal silvestre.

Si alguien hace deportes, decide pasar un día al aire libre o sentarse en el bar “Positano” en el Parque del Kempes puede encontrarlo paseando y pidiendo comida.

El ruido típico que se hace para llamar a un perro, basta para que se acerque a una prudente distancia. Busca su comida, solo eso. Ni caricias, ni mimos.

Ésta es la parte de la historia que debería hace reflexionar a todos, ya que seguramente se vio obligado a adaptarse a este nuevo entorno plagado de humanos y en donde el alimento escasea.

No es su condición natural, su hábitat fue invadido y por ende la capacidad para alimentarse ahora depende de la ayuda de la gente.

En busca de comida

Tranquilo pero cauteloso, se acerca a buscar su ración diaria de alimento. Por suerte para él, en este lugar se encontró con personas que entendieron su situación y lo cuidan como si fuera uno de los tantos perros callejero que lamentablemente se ven en la ciudad.

Las mozas del restaurante le dan sus provisiones y agua para que subsista. Según contaron es insistente con su pedido de comida que a veces entierra o esconde para otro momento.

Después de comer se relaja tranquilamente bajo la sombra de un árbol ante la mirada de todos los que miran, incrédulos, la situación. Es tímido, pero dócil. Es bellísimo y aun conserva su estado salvaje, aunque la adversidad lo hizo de alguna manera “dependiente”.

Tania es una de las mozas del bar que alimenta al “zorrito Mario Alberto”y dice que se hizo doméstico ya que todos los días llega a desayunar a almorzar y a cenar.

Los domingos es el día más complicado para él ya que cuando hay mucha gente se esconde por miedo, demasiada gente no es buen augurio, es sociable pero aun conserva su instinto de supervivencia.

Cuando hay más tranquilidad hace gala de su caminar galante, tímido pero altivo, como si supiera que esa tierra le pertenece y se moviera en su propiedad. Incluso muestra su lado mas salvaje peleando con los perros del lugar por su territorio.

Tania también cuenta que ella logra tocarlo, porque le da de comer con la mano, él se acerca y se la saca tímidamente, Zorrito sabe que lo cuidan y lo alimentan. Es educado y agradecido.

No esta solo en el parque del Kempes, por la noche cuando todos se están yendo, su familia y amigos salen en manada a pasear. Son muchos, todos viven gracias a la ayuda de la gente que los alimenta. Dependen de encontrase con personas que no quieran hacerles daño y viven en lugares donde el hombre construye sin piedad, a veces sin tenerlos en cuenta. Por suerte en este parque hay gente que no mira para otro lado.

Carlos Paz Vivo bautizó al zorrito con el nombre de pila del ídolo del fútbol cordobés que el Gobierno eligió para inaugurar este hermoso paseo que bordea el viejo Chateau Carreras.