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El trastorno del espectro autista (TEA), no es una enfermedad, como se consideraba antaño. Es una condición neurológica y de desarrollo temprano que comienza en la niñez, y persiste durante toda la vida.  Hay una amplia variedad de discapacidades dentro de este espectro (síndrome de Rett, síndrome de Asperger, síndrome de Heller, etc). “Lo fundamental  es que los niños que lo tienen, presentan una alteración en el área de la reciprocidad socioemocional, en la comunicación y en el manejo de las situaciones cotidianas”, expresó el pediatra Luis Omar Castro en conversación con Carlos Paz Vivo!

La prevalencia de este tipo de trastornos se da más en hombres que en mujeres, y la incidencia, es de 4,5 cada 10 mil recién nacidos.

Por su parte, la psicopedagoga Romina Coutiño, especialista en TEA, detalló a nuestro medio: “El TEA afecta en cómo una persona se comporta, cómo interactúa con los demás, cómo se comunica, como juega, cómo piensa, cómo aprende. También se le dice CEA (Condición del Espectro Autista) porque algunas personas y sus familias cuando le sacan la palabra ‘trastorno’, le quitan el tinte de enfermedad. Todavía está en investigación el origen neurobiológico de esta condición, porque a diferencia de otros síndromes, como el de Down, –que sabemos que la anomalía se da en el cromosoma par 21- en el caso del espectro autista, todavía se investiga para llegar a un hallazgo más acertado sobre el origen de esta condición ”.

Además, “es importante visibilizar este tipo de trastornos para que los padres que consultan por sus hijos, afligidos, puedan tener un horizonte, y saber cómo proceder, y qué tratamientos pueden realizarse a lo largo de la vida”, expresó el médico pediatra.

Los indicadores y señales de alarma

Respecto a la labor del pediatra en estos casos, éste manifestó: “Desde que los niños nacen, los pediatras realizamos el famoso control del niño sano. Esto no solo trata de evaluar el peso, la talla y el perímetro cefálico que tiene muchísima importancia, sino que el niño se examina en todas las áreas del desarrollo (aspecto personal -social, motricidad gruesa, fina, etc)”.

Y agregó: “Al examinarlos, vamos haciendo preguntas claves cada mes que los vemos. Por ejemplo, uno de los organizadores más importantes de un niño, es la sonrisa social, esto es el área de la reciprocidad socioemocional. Es clave que el niño sonría a su mamá, que la siga con la mirada, y que cuando nosotros examinamos, que el niño se comunique. Y que esto suceda dentro del hogar y con la familia ampliada”.

Otra cuestión importante, “es que, en el octavo mes, aparezca la angustia de la separación (trastorno que provoca que un niño experimente una ansiedad excesiva al estar separado de sus padres). Son cosas que tienen que suceder en el desarrollo del niño sano”, destacó el médico.

Sobre las señales de alarma para detectar TEA, la psicopedagoga señaló: ”Nos tiene que llamar la atención cuando el niño o niña no hace contacto visual o hace poco contacto, sobre todo, cuando decimos su nombre o utilizamos alguna expresión para que ellos se identifiquen con nosotros y no lo logramos. Otra cosa clave, es cuando frente a un evento u objetos, el adulto le señala al niño y  a este no le interesa o no le presta atención o viceversa. Cuando el niño o la niña no señala un objeto o evento cercano a su entorno, para hacerle ver a los padres que puede llegar a estar interesado en ello”.

Otra de las características que destacó Coutiño es el interés restringido por determinados juegos o juguetes que no cumplen con la función para los cuales fueron creados. Además, empieza a llamar la atención el tema de la expresión, del lenguaje. “Por lo general, los chicos con trastornos del espectro autista no solo tienen dificultades en el lenguaje, sino que tienen un lenguaje que no es del todo expresivo.  A veces solo dicen palabras o frases repetitivas que escuchan de un adulto o de un hermano, amigo, etc”, aclaró.

Las dificultades de quienes padecen TEA, según señaló la psicopedagoga, son las dificultades persistentes de comunicación  e interacción social en múltiples contextos y los patrones repetitivos restringidos de conductas, pensamientos, juegos, intereses, actividades.

“Los niños y niñas con TEA tienen intereses específicos, por lo que pueden desarrollar habilidades en determinadas áreas (robótica, ciencia, informática, interés por dinosaurios, números), etc. También pueden tender a cometer actos repetitivos (esterotipias) y sus respuestas pueden ser inusuales. Pueden estar muy apegados a un sonido, a un olor, a un ruido, a un determinado timbre de voz, etc.  Son personas por lo general muy sensibles en lo que respecta a todo el campo sensorial, y no pueden procesar armónicamente las respuestas al entorno, por lo que pueden reaccionar de manera disruptiva”, explicó la especialista.

Un diagnóstico temprano

Por otro lado, el pediatra aseguró que “es muy importante saber escuchar a los padres, a las abuelas o a las docentes en la escuela, porque normalmente detectan que algo no está bien en ese desarrollo del niño o niña. Los hechos no vienen sucediendo cómo tendrían que suceder”.

Es vital prestar atención a la evolución del niño en los tres primeros años de vida. “Normalmente, este tipo de problemas se detectan después de los 18 meses de vida. Incluso los diagnósticos suelen realizarse muy tardíamente. Se piensa: ‘Ya va a pasar, ya se va a conectar con otros, ya va a hablar, etc’. Por tal motivo, es necesario estar muy atentos, tanto padres como profesionales y los adultos vinculados a los niños”, alertó el profesional.

Por último, aclaró que “el abordaje de cada niño es particular, no todos los tipo de autismo son iguales. Cada niño debe tener un plan terapeútico individualizado, y deben trabajar con los especialistas formados para tratar este tipo de trastornos como psicopedagogas/as, psiquiatras infantiles, psicólogos, fonoaudiólogos, psicomotrocistas, terapistas ocupacionales, etc”.

En tal sentido, Coutiño añadió: “El autismo es heterogéneo, por lo que resulta más verdadero hablar de autismos, ya que eso refleja la complejidad y diversidad, dentro de estos síndromes. Si bien hay rasgos comunes de las personas con TEA, todos tienen especificidades y los tratamientos son diferencias para cada una, en relación a su edad, niveles de necesidad de apoyo, etc. El TEA no es ni blanco ni negro, sino un abanico de opciones, de posibilidades que navegan en esos grises. Hay tantos autismos como personas que lo tienen”.

La detección y los tratamientos

Tras la consulta al pediatra y luego al neurólogo infanto-juvenil, quien confirma si el niño en cuestión tiene o no TEA, este profesional realizará -a partir de una evaluación realizada con distintos procedimientos-, las derivaciones necesarias a los profesionales de la salud mental y todos los especialistas que el paciente necesite.

Es necesario que se lleve a cabo una evaluación neurocognitiva de los chicos y chicas, con los profesionales idóneos. Es compleja y se realizan test y screenings (estrategia para detectar enfermedad) específicos de aplicación al niño y a los adultos encargados de ellos. Un vez obtenida la evaluación, se comienza a tratar a los chicos, según cada condición particular”, detalló Coutiño sobre la detección  y evaluación de TEA.

Por último, en lo concerniente  a los tratamientos cognitivos conductuales o neurocognitivos necesarios en TEA, consideró: “No se puede hacer un enfoque holístico, como se dice, (un poco de todo) en el trastorno del espectro autista. Como en muchos de los diagnósticos de origen neurobiológico, eso sería como hacer una mezcla de cosas que no sería un abordaje serio, sino contraproducente para el paciente. Por eso insisto en la formación de los profesionales especializados en neurociencias cognitivas para tratar TEA”.