Romina Coutiño, psicopedagoga y especialista en neuropsicología de Villa Carlos Paz.

De a poco se van flexibilizando las actividades en las escuelas. Algunas instituciones educativas vuelven a la presencialidad plena, pero todavía son contadas con los dedos de la mano. Incluso también, los chicos y chicas que hoy pueden ir a la escuela con el sistema de burbujas (educación mixta, virtual y presencial) suman en algunos casos, una hora más de clases. No obstante, más allá de estos cambios, los efectos de la pandemia en los chicos y chicas han sido significativos y no se borrarán de la noche a la mañana. Asimismo, mal que nos pese, el Covid-19 y sus variantes, aún conviven entre nosotros.

En diálogo con Carlos Paz Vivo!, Romina Coutiño, psicopedagoga de Villa Carlos Paz, quien además es profesora en Psicopedagogía y especialista en neuropsicología infanto juvenil, habló sobre los efectos de la pandemia en el desarrollo cognitivo de los niños, niñas y adolescentes, y reflexionó sobre el rol de la escuela y los docentes, en este complejo escenario.

“Si bien es muy temprano para sacar conclusiones sobre los daños que nos deja la pandemia por coronavirus, y hay muchas investigaciones en el campo de la salud y la educación al respecto, todo esto va a traer efectos impredecibles en las jóvenes generaciones”, aseguró la profesional.

-¿Cuáles son los efectos más significativos que la pandemia  produjo en los chicos y adolescentes, respecto a su forma de experimentar el mundo y aprender?

-En estos últimos tiempos se incrementó la brecha de la desigualdad en la pandemia. Tenemos chicos que sufrieron un desánimo frente al futuro, que les produjo angustia y enojo, al no tener los recursos o los medios para continuar su escolaridad, como la venían haciendo.  Los chicos que pudieron continuar sus trayectorias académicas, lo hicieron de manera virtual o mixta, dado que tenían más recursos. No obstante, esto generó una sobrestimulación tecnológica que provoca fallas en el desarrollo cognitivo.

Falta de concentración, de memoria y de curiosidad

-La sobreexposición a las pantallas es otro gran problema…

-Tanto en los que no tuvieron sus recursos para seguir estudiando, como aquellos que estuvieron muy conectados a las pantallas”,  se desarrollaron problemas cognitivos. En el consultorio veo preocupación por la falta de concentración, de memoria, de curiosidad, la poca tolerancia al aburrimiento, lo cual afecta al aprendizaje.  En el medio de estos extremos se ve claramente el vacío de conocimiento que es difícil recuperar por más que agreguen una hora en la escuela, dado que implica un estrés importante, tanto para los chicos como las familias, que quizás saben que los aprendizajes de ellos están prendidos como de alfileres. Además, los docentes también son muy conscientes de esto, claro está.

-Las familias en pandemia también tuvieron que desarrollar su rol docente en los hogares ¿Cómo repercutió esto?

-Así es. Sobre todo, las familias tuvieron que hacer mucho el rol de docentes en estos tiempos y aún siguen haciéndolo, tanto el año pasado como la primera etapa de este año.

El estrés conlleva que niños, adolescentes y adultos liberemos una sustancia que es el cortisol. En tiempos de pandemia es posible que nuestros organismos tengan altos niveles de cortisol, porque de manera constante lo producimos por la angustia, la depresión, los malestares y la incertidumbre, que no es ajena a nadie. En estos últimos meses los chicos se conectan más con pantallas que con personas, durmieron y se alimentaron mal o se alimentaron poco, en muchos casos.

Las consecuencias que todo esto genera, afectan el desarrollo cognitivo de los chicos. Otros factores que estuvieron presentes y que incidieron en el malestar son los problemas económicos en las familias, la pérdida de trabajo, la pérdida de algún familiar, los chicos no podían ver a sus amigos o abuelos, que es fundamental y muchos chicos sienten que quedaron rezagados en sus estudios.

Esto genera una situación de vulnerabilidad muy grande y los chicos lo manifiestan a través de berrinches, frustración,  una tormenta de emociones difícil de gestionar, por eso, con sus conductas, muchos piden auxilio.

-¿Qué hacer frente a estas conductas?

-Hay una necesidad de ser escuchados y atendidos. Es importante validar sus emociones, ayudarlos a que puedan autorregularlas, entenderlas, reconocerlas, manejarlas. Cuando un niño tiene un berrinche o un adolescente tiene una frustración tan grande de no poder estar como quisiera con amigos, por ejemplo, -que si bien la tienen que vivir para aprender-, se encuentran en el medio de una tormenta emocional que nos les permite pensar racionalmente. Hay que ayudarlos a desacelerar ese torbellino que pasa por sus cabezas y por su cuerpo.

-¿Qué estrategias podríamos usar los padres para desacelerar ese torbellino? Aunque sabemos no se puede generalizar…

-Según el niño o niña que tengamos en frente como familias, serán las acciones que llevemos a cabo. En principios frente a un berrinche, no poner peor las cosas. Ayudemos a lavarse la cara, contar hasta 10, despacio, a respirar hondo. Es bueno salir a correr por el patio o la plaza, bailar o poner música, jugar con masa, tomar un poco de agua, ir a caminar, pensar en algo lindo, apretar una pelota antiestrés, etc. Son algunas estrategias de relajación que según cada caso, podemos implementar. Una vez que están calmados, recién hablamos con ellos y podemos brindarles herramientas para que puedan autogestionarse, manejarse ante situaciones de incertidumbre y cambios permanentes, que aún persisten.

-¿Qué pasó con la escuela? ¿Cuáles fueron o son las dificultades más importantes con las que se encuentra?, ¿cuál debe ser el rol de la escuela hoy?

-Para la escuela la pandemia también fue muy difícil. Más allá de que los docentes se tuvieron que aggiornar a las nuevas tecnologías y herramientas, el vínculo con los chicos a través de las pantallas también fue un desafío.  Manejar el tema pedagógico y de conocimiento a través de la computadora, es difícil. Generó controversia  en ellos, debido a que había y hay chicos que podían contar con ese recurso, y otros tantos que no. Entonces fue una situación problemática por la disparidad del aprendizaje.  En la presencialidad, es diferente la llegada a los chicos en ese aspecto.

Cuidar el bienestar emocional

En cuanto a los desafíos más urgentes, la escuela de hoy tiene que cuidar el bienestar emocional de sus estudiantes. Enseñarles a los chicos la importancia de la inteligencia emocional es la clave. Esto incluye las habilidades de conocer, reconocer y entender las emociones, de relacionarse con las otras personas, adaptarse a cambios. Resolver problemas tanto en lo personal como de índole interpersonal.  La escuela tiene que tratar de afrontar eficientemente las demandas de la vida diaria; que los chicos hablen de lo que les pasa. Si ellos logran hacer eso, los ayuda a que puedan manejar mejor lo que les sucede.

-Hablar de lo que nos pasa, ayuda mucho…

-Hablar de las propias emociones tiene un efecto sedante sobre el sistema nervioso. Es importante porque baja el cortisol, el estrés. También es clave que los chicos no se expongan a los medios de comunicación, donde en forma permanente se hace el conteo de enfermos, de fallecimientos, y todas las noticias angustiantes. La escuela no debe plantear cifras, no debe bombardear, sino enseñarles a calmar la mente. Saber lo que pasa es bueno, pero siempre de manera equilibrada.

-Antes de la pandemia, la escuela ya tenía sus grandes desafíos, como plantear nuevas formas de enseñar ¿En ese sentido, cuáles son las metas desde su punto de vista?

-La escuela debe planificar clases interesantes que involucre a los chicos y chicas cognitiva y mentalmente, pero ayudándolos a alejarse de los pensamientos o temas que generan estrés. Para lograr eso, las estrategias deben ser basadas en la interacción de los chicos, trabajar en proyectos para que ellos quieran participar de las clases y no que deban participar. Trabajar en grupos o con sus pares, cuidando los protocolos, pero alentando a la socialización nuevamente.

-¿Algún ejemplo?

-Para empezar, algunos cambios de horarios de actividades en la primera parte de la mañana, sería muy bueno. Moverse. La actividad física ayuda a la memoria, a resolver problemas cognitivos, reduce la ansiedad, el estrés. Por eso, estar fuera del aula y el ejercicio, hacen que se oxigene el cerebro, protege las neuronas y agrega otras sustancias que están asociadas al bienestar y que mantienen en mejor estado de ánimo; eso va a repercutir positivamente a la hora de aprender.

-¿Qué pasa con el arte como parte esencial de la enseñanza, me refiero a que sea eje en todas las materias o casi todas?

-Al arte es necesario promoverlo como una forma de potenciar la creatividad. Abre la puerta al aprendizaje. No solo hablo de cumplir con las horas de plástica, o música, sino promover el desarrollo social, cognitivo, emocional de los chicos a través del arte, con actividades placenteras. El arte permite desarrollar la confianza, la perseverancia, la atención, la comunicación no verbal,  la colaboración, la responsabilidad y muchas cosas importantes.

Rutinas y hábitos saludables

Por último, hay muchos chicos, sobre todo los más -pequeños, que deben reaprender muchos hábitos que se desaprendieron en pandemia, ¿Qué se puede hacer al respecto?

Algo justamente que quería destacar en estos tiempos, es que los niños y los adolescentes necesitan desarrollar rutinas y hábitos saludables. Alimentarse, ir a dormir y levantarse a determinada hora, etc, son hábitos que hay que recuperar. La responsabilidad de la familia y las escuelas en ese sentido, es clave. Los docentes deben apoyar a los padres para desarrollar habilidades emocionales tanto en los niños como en los jóvenes, e incluir esto en los contenidos pedagógicos. Tenemos mucho que sanar de la experiencia pandémica para comenzar a reaprender.