La sensación térmica sube a medida que nos acercamos a una curva en el río San Antonio, en Mayu Sumaj. Grupos de jóvenes cargan conservadoras del tipo familiar, equipos de mate, bolsas de hielo, bolsos que acusan botellas, y caminan hacia la curva del río con mayor concentración de jóvenes por metro cuadrado de Córdoba en verano.

En el camino, chicos y chicas intercambian saludos, disimulan miradas y deslizan comentarios; parece haber cierto cuidado en las formas en el trato de un género hacia otro. El Sol gobierna sobre el paisaje y eso es un motivo de la celebración. La posibilidad de conocer al amor de su vida o un amor de verano está latente en el ambiente.

Para evitar desbordes y a la vez aprovecharse de la cantidad de vehículos que llegan a la curva del río, el municipio cobra un derecho de estacionamiento cuyo costo es de 130 pesos. La cantidad de veraneantes es tan grande que a varias cuadras del curso de agua, ya no hay lugar adonde estacionar los vehículos.

Antes llegar, es preciso ascender a pie por una ladera en la sierra. Música y canciones cantadas por un coro primitivo de cientos de voces vienen del otro lado. De pronto, desde la cima de la ladera se aprecia una mancha del color de la piel tostada por el gobernador del Cielo en una curva del Río Lindo, como se traduce del quechua la voz Mayu Sumaj.

El río es un lugar de encuentro para los más jóvenes.

La gente linda tiene su look. En los alrededores, se venden anteojos de sol que harían poner el grito en el cielo de la asociación de oftalmólogos. Los más usados son los outlif espejados y los maximalistas. Las gorras de colores flúo son las favoritas del verano tanto para ellas como para ellos. Bermudas los chicos y bikinis las chicas.

Antes de la bajada a lo que queda del río, una hilera de baños químicos y solamente un rústico tacho tambor de 200 litros como basurero componen los servicios esenciales. Dos policías parecen ser suficientes para resguardar el orden público, aunque el clima aquí es el de una fiesta popular con reglas laxas; de qué otra forma se daría este extraordinario espectáculo de seducción popular.

Al menos hay seis puntos de venta de bebidas alcohólicas en la capital nacional del fernet con coca. Los más exóticos se pasean con melones o ananás convertidos en recipiente de mezclas tan inofensivas como disparatadas.

Los teléfonos celulares, mudos testigos del ambiente, van dando cuenta de los episodios, las caras y los cuerpos a distintos puntos de las redes sociales. “Hacer amigos es sencillo, lo difícil es conservarlos”, le dice una chica con bikini floreada, lentes espejados azules y un trago en la mano, a un chico que da la impresión de consentir en todo ideológicamente con ella, aunque interiormente desee continuar la charla aislados de la muchedumbre.​