La obsecuencia, una diatriba (mediática) contemporánea

La obsecuencia es una de las acciones que marcan el fin del periodismo o una de las prácticas que hacen olvidarnos fácilmente de uno los pilares del oficio más bello del mundo.

Día tras día observamos como diarios, revistas, programas de tevé o radio cambian de registro y en lugar de información emerge la adjetivación exagerada ( positiva o negativa) para cronicar la vida cotidiana de una comunidad e instalar una agenda informativa que tiene como base fundamente el amor/ odio instantáneo.

Las redes se instalaron como cartografía para experimentar y, si nos ponemos a hilar fino, podríamos decir que ellas sirvieron de plataforma para esa forma de comunicar desde lo irracional y desde las pulsiones más básicas.

Los medios tradicionales, que quedan como vagón de cola en el panorama mediático, siguen esa modalidad buscando recuperar audiencias y likes.

La obsecuencia entonces es el password para encontrar lectores y audiencias instantáneas.

Y, mientras llegan esas audiencias, vamos olvidando lo central del trabajo periodístico: la información, la veracidad de los datos, las fuentes y su legitimidad (es), los argumentos y brindar al lector/ espectador los elementos para conocer, saber y discernir.

Y en ese camino se pierde la capacidad de crítica, la posibilidad mostrar el contexto en que se desarrollan los acontecimientos.

En pos de ser amables, afectuosos y de tener “buena energía”, el periodismo deja de lado su misión central: la de informar, la de ejercer una crítica certera de los tiempos que vivimos.

Y eso vemos que sucede en todas las secciones temáticas de los medios: política, economía, deportes, policiales, sociedad, cultura, espectáculos.

Los tiempos de la posverdad aterrizan con modos amables, suaves, sin confrontación para producir un efecto discursivo importante: la sumisión a un relato hegemónico, a un discurso único que impida los matices, las diversidades y la posibilidad de interrogar, preguntar y repreguntar.

Pasamos de Cadenas Nacionales a conferencias de prensa organizadas para no molestar a un Presidente. Esa es la escena que muestra en primer plano la obsecuencia del periodismo contemporáneo. Una escena que no es buena y que hace tiempo la observamos por tevé.

Se cita a menudo a George Orwell con su frase emblemática: “Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques; todo lo demás son relaciones públicas” y mientras seguimos reflexionando en qué nivel de la relación se encuentran los medios de comunicación, podemos decir que el nivel de aduladores, aplaudidores y chupamedias crece en demasía quedando cada vez menos comunicadores que ejercían la mirada crítica.

Muchos cruzan la línea por una invitación, un puesto importante, la cercanía de los despachos del Poder o una buena pauta que cambia la vida. Cuando sucede esto, la obsecuencia ha dado sus frutos.

 

Eduardo de la Cruz es profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad Nacional de Córdoba.