A pocos días del fallecimiento de su madre, Silvia Sosa escribió una carta en la que cuenta cómo fue su derrotero para intentar visitarla en un sanatorio de nuestra ciudad y despedirse de ella. Norma Quingley murió el sábado pasado minutos después de que su hija Silvia se enterara de que un juez había resuelto a su favor un amparo para que pudiera verla.

En la carta, Silvia relata cómo se dieron los hechos y lamenta que el sistema de salud y la obra social de los jubilados no contemplen cuestiones humanitarias y afectivas de los adultos mayores.

La carta

“En esta carta quiero compartir lo que me movilizó como hija por la internación de mi mamá en este momento de aislamiento obligatorio frente a la pandemia. Ante la desesperación de no poder verla y de un cuadro poco esperanzador, comencé a realizar interconsultas, pedir la historia clínica, mandar cartas y objetos personales para que ella sintiera mi presencia y escuchara mi palabra de aliento y amor. Jamás consideré recurrir a los medios de comunicación y menos un abogado.

Nunca estuve sola, amistades acompañaban esta preocupación. Por lo que se estableció una red de conexiones que me impulsaron a salir del estado de sumisión frente a una reglamentación impuesta desde un organismo que como ciudadano común le otorgué alto grado de autoridad.

Se armó sin planear una red de conexiones de sensibilidad y empatía, a las que en este relato, iré nombrando a cada uno y a la vez, como forma de expresar mi agradecimiento. Al periodista Aldo Blanco, quien me puso en contacto con Fernando Agüero, periodista de “Carlos Paz Vivo”, quien la noche del 1 de julio le cuento lo que estaba viviendo e inmediatamente publica la nota. La cual tuvo repercusión inmediata. Me llamaron de varios medios de la zona y de “Arriba Córdoba”.

Recibí varias llamadas de apoyo, de personas que querían contar las experiencias similares que estaban viviendo, las cuales pido disculpas por no devolver la llamada ya que la situación me desbordaba.

Por otro contacto, llegué al estudio del abogado Marcelo Blengino, quien me escuchó y se
solidarizó desinteresadamente con el caso, iniciando un recurso de amparo de carácter urgente. El expediente entra en el sistema el día 3, siendo aprobado por el juez Andrés Olcese, a quien no tengo el gusto de conocer y también va mi agradecimiento por la rapidez del tratamiento. El día 4 de Julio a las 17 hs tengo noticias que sale la aprobación del recurso de amparo. Y a las 17:20 hs me llaman para comunicarme que fallecía mi mamá. Una triste coincidencia y resignación de no poder despedir a mí querida mamá.

Mis padres, Rafael Sosa y Norma Quigley, vinieron a Carlos Paz en búsqueda de una vida tranquila, lejos de la inseguridad de la ciudad. Pero no pudimos sortear un sistema que abusa de la salud del adulto mayor. Me refiero al PAMI (programa médico de asistencia integral…dice que se llama). Sería interesante que se investigue a fondo la vida que llevan los jubilados antes semejante aparato burocrático penoso y que, en estos momentos, no resuelve…

Sugiero reflexionar sobre el impacto del aislamiento en el adulto mayor y la repercusión en su salud física, mental y afectiva. Lo observé en mi mamá, como la imposibilidad de encontrarse con sus amigas, la información cruda de los medios sin medir las consecuencias en la sensibilidad de las personas, el impedimento de cumplir sus proyectos.

Me preocupan los jubilados que viven en total soledad por la inflexibilidad de un reglamento, con su deseo de realización postergado, alejados de sus lazos más estrechos, sin contar con un sistema de salud integral- físico, psíquica y social- responsable, que se preocupe en resolver inmediatamente el bienestar de las personas más vulnerables.

Ella terminaba las últimas costuras y se medía frente al espejo la pollera de danza para asistir al taller de folclore Nuestras Raíces. Pero esa semana de marzo, sus sueños y anhelos se vieron truncos, comenzarían a apagarse como una velita.

Silvia Mónica Sosa

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