José Luis Juresa, reconocido psicoanalista de nuestro país, este fin de semana pasó por Villa Carlos Paz y disertó en el marco del Ciclo de Conferencias sobre Derechos Humanos y Cultura Contemporánea, organizado por el Grupo de Investigaciones Sociales y Culturales y la Fundación Universitaria Carlos Paz.

Su presentación fue el broche de oro de una serie de conversatorios protagonizados por escritores e intelectuales como María Teresa Andruetto, Carlos Gonella, Daniel Feierstein, Facundo Trotta y Daniel Gonella.

El autor de Auschwitz con Hiroshima y de Gérard Haddad, un periférico del psicoanálisis, José Luis Juresa, explora y analiza a los desaparecidos, pero no los 30 mil que dejó la Dictadura argentina, sino a los desaparecidos como figura lógica para la reproducción del sistema capitalista que fagocita la dimensión más humana de las personas (quitándoles sus deseos y su goce), para convertirlas en meros consumidores full time.

En entrevista realizada en el programa radial “Una de Cal y una de Agüero” (FM Más Rock 106.5), Juresa contó de qué manera llegó a Villa Carlos Paz luego de haber tenido una experiencia muy fuerte de niño, a orillas del lago San Roque en 1976. Situación que sin dudas lo marcó para indagar ya de más grande, y como psicoanalista, nuestros miedos y relaciones vinculares como argentinos y como parte de un sistema mundial que aliena y busca cada vez más herramientas para coartar las libertades.

-¿Cuál es el tema que te trae a Carlos Paz?

– Voy a hablar de la aparición del sujeto contemporáneo y de las condiciones de ese sujeto ¿Qué quiero decir con aparición? Cuando yo era chico, pasaba todos los inviernos en Carlos Paz, en los 70’ hasta el 76. Tengo una anécdota de ese año que ensombreció mi recuerdo infantil en esta ciudad. Habíamos ido a pasear al lago con mi hermana, en un anfibio que hoy ya no está. Cuando llegamos a la orilla del lago, había dos patrulleros porque encontraron un cuerpo flotando.

Yo tenía 11 años en ese momento y nos dijeron que era un ahogado. Por eso hace un tiempito me sorprendió la convocatoria de Luis Amaya y la Fundación Universitaria de Carlos Paz. Lo primero que me vino a la mente fue ese recuerdo.

Pero además, me encontraba en Francia con Gérard Haddad, un reconocido psicoanalista a nivel mundial y el principal discípulo de Lacan que trabaja desde un lugar periférico del psicoanálisis, porque no adhiere a su postura hegemónica. Había viajado para comunicarle y mostrarle a Hadad que escribimos un libro sobre su propia obra, al que llamamos Gérard Haddad, un periférico del psicoanálisis. Dicho sea de paso, con esta obra, concluimos un proyecto clínico y teórico que compartimos con el colega Cristian Rodríguez, que había comenzado con Auschwitz con Hiroshima.

-¿Cuál es el tema central de ese proyecto que abarca ambos libros?

– Es una lectura del psicoanálisis y de la contemporaneidad que no se agota en los intereses centrales de imperio psicoanalítico.

– Y una vez en Carlos Paz, ¿qué pasó?

Se cerró para mí un círculo de manera impresionante. Porque a esta ciudad vinea hablar todo mi trabajo y del tema principal que son los desaparecidos. Pero no los desaparecidos de la última Dictadura, sino de los desaparecidos como estructura lógica del discurso capitalista. No son sólo los desaparecidos en los campos de concentración de Auschwitz o de la Dictadura militar del 76’. Es la estructura del discurso capitalista que tiende a hacer desaparecer si no tiene regulaciones, a los sujetos del deseo, a los cuerpos del amor, del deseo y del goce.

Los campos concentracionales, -este es el modo en que nosotros conceptualizamos- no son sólo los campos donde miles de personas murieron o fueron asesinadas. La vida cotidiana es un gran campo concentracionario. Muchas veces nos preguntamos: ¿qué sentido tiene que trabaje diez horas, si me pagan por cuatro? Si uno va hacia el borde del sentido, se encuentra con que toda su vida está determinada para vivir como si uno fuese un preso de Auschwitz.

-Le dejamos poco lugar al goce…

-Exactamente, el goce tiene que ver con la vida. Y una cosa es el trabajo que uno hace porque desea hacerlo y disfruta, pero otra cosa es la condición del sujeto contemporáneo de hacer su trabajo de forma enajenada, alienada.

– ¿Cuál es la puerta de salida hacia la libertad en ese contexto de opresión?

Es la política. Pero ojo, es vital cómo entendamos la política. Porque la política también puede terminar siendo un objeto más dentro de la góndola del supermercado. Entonces estamos frente a la profesionalización de la política. Por lo tanto, en ésta, tenemos quienes hacen focus group, que miden permanentemente dónde está la gente para enviar los mensajes que quieren y conseguir votos. La gente no está en los focus group, éstos también son parte del sistema de alienación, donde se supone que hay un cliente, alienado como sujeto, que es un eslabón más de la cadena de consumo, que compra un producto, que en este caso es un político.

 -El marketing político es alienante…

-Sí, te cambian el envase y vos lo comprás. El envase está bueno. No sos un ciudadano, sos un cliente. Entonces te comportás como consumidor y no te interesa involucrarte o saber más de las cosas, del contexto, las propuestas, etc. Pero finalmente, el consumido es uno. Después se vislumbra eso. Cuando ya no hay nada que consumir, es uno el consumido. El sistema en el que estamos inmensos tiende a que en ese consumo, no se dejen ni los restos.  Entonces ahí no hay sujeto, no hay cuerpo del amor, del goce y del deseo. Hay desecho,  esos cuerpos terminan desechados como el cuerpo que vi en el 76.

-Entonces, ¿cómo tiene que ser la política?

-Una política libidinal, esa que rescata esos cuerpos del goce, del deseo y del amor. En lo universal de la política, tiene que entrar lo particular de los cuerpos.

-Falta  sustancia y contenido en la política de los últimos años.

-Lo que veo también es que en política, salvo en excepciones, nadie toma riesgos. Se dedican permanentemente al focus group, a un discurso predigerido. Es un discurso producto. Por eso para mí, el político tiene que tener la función de un analista social que interprete a la gente, que actúe en función de sus deseos y necesidades. El político tendría que leer a ese nivel y no ser alguien que imponga sentidos. La gente fundamentalmente desea tener una vida real, sin ser tomada como consumidora.

Entrevista junto a Luis María Amaya, Fernando Agüero, Pichy Paccot y Sofía Pérez.