Héctor Alterio murió a los 96 años y con su partida se apaga una de las figuras más intensas y comprometidas de la actuación argentina.

Actor de cine, teatro y televisión, dejó una obra inmensa que no solo marcó a generaciones de espectadores, sino que también dialogó de frente con la historia política y social del país. La familia Alterio-Bacaicoa confirmó el fallecimiento y destacó que el artista se mantuvo activo profesionalmente hasta sus últimos días.

Nacido en Buenos Aires, Alterio construyó una trayectoria singular, atravesada por el talento, la coherencia y una sensibilidad inconfundible. Su voz grave, su dicción precisa y una presencia austera pero poderosa quedaron asociadas a títulos fundamentales del cine nacional como La Patagonia rebelde, La tregua, La historia oficial, Camila, Yo, la peor de todas, Tango feroz, Plata quemada y Caballos salvajes. En esas obras, su actuación estuvo siempre ligada a la denuncia de las injusticias, la memoria colectiva y la defensa de los derechos humanos.

El año 1974 marcó un quiebre decisivo en su vida. Tras protagonizar La Patagonia rebelde —película que abordaba los fusilamientos de obreros en el sur argentino— y La tregua, Alterio fue amenazado por la Triple A.

Un viaje a España para presentar el film basado en la novela de Mario Benedetti se transformó en exilio: ya no pudo regresar al país y se radicó en Madrid, desde donde continuó una carrera prolífica sin cortar nunca el lazo con la Argentina.

Ese desarraigo se volvió materia artística. En sus últimos años, Alterio regresó a los escenarios porteños con Mi Buenos Aires, un espectáculo íntimo que combinaba teatro, poesía y tango. Acompañado por el pianista Juan Esteban Cuacci y con dramaturgia de Ángela Bacaicoa, recorrió textos de Homero Manzi, Enrique Cadícamo, Eladia Blázquez, Cátulo Castillo, Horacio Ferrer y León Felipe, evocando la ciudad como un territorio de nostalgia, humor y emoción viva.

Lejos de cualquier solemnidad, se despidió del escenario con honestidad y plenitud. Estrenado cuando ya superaba los 90 años, ese espectáculo mostró a un Alterio intacto, capaz de habitar cada palabra con la misma intensidad que en sus comienzos. El tiempo no erosionó su talento ni su compromiso.

Durante la transición democrática, su regreso simbólico al cine argentino fue clave. En La historia oficial encarnó a un empresario cómplice de la dictadura, en una interpretación incómoda y fundamental para pensar el terrorismo de Estado. Más adelante, junto a Marcelo Piñeyro, dio vida a personajes que cuestionaron el cinismo del poder. Su José en Caballos salvajes, el viejo anarquista que grita “¡La puta que vale la pena estar vivo!”, quedó grabado en la memoria popular.

En su última visita a Buenos Aires, en 2023, recibió el reconocimiento como Personalidad Emérita de la Cultura y se reencontró con colegas y amigos como Pepe Soriano, Ricardo Darín y Ana María Picchio. Hoy, esas imágenes adquieren el tono de una despedida.

Con la muerte de Héctor Alterio no se va solo un actor extraordinario. Se despide una conciencia artística, una voz que supo narrar el dolor, la memoria y la esperanza de un país, y un intérprete que, incluso desde el exilio, nunca dejó de volver.

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