Ayer, en la presentación de la 45 Feria del Libro de Buenos Aires, la antropóloga y feminista Rita Segato, brilló con un discurso desobediente y lúcido, que como ya es costumbre con esta personalidad, abre un camino a la reflexión no sólo para pensarnos como sociedad en cuanto al feminismo, sino para poner en consideración la forma  actual de abordar la naturaleza de nuestros vínculos sociales en comunidad, los que se dan entre nosotros y hacia afuera.

En su discurso titulado Las virtudes de la desobediencia, en el que detalló ocho de sus desobediencias, para comenzar, Segato dio vueltas una pregunta académica y social que se repite hasta el hartazgo, para formularla desde otro lugar.

“¿Por qué estudiamos cómo la cultura nos hace ser de determinada manera, nos formatea, en lugar de estudiar cómo, a pesar de la cultura a la cual supuestamente “pertenecemos”, cada uno de nosotros puede ser único, irrepetible, diferente. La estrella guía de la humanidad es, precisamente, su capacidad de desvío, capacidad a la cual le debemos nada menos que la historia”, interrogó al numeroso público que la escuchaba en la Feria, recordando una vez más la importancia de la diferencia, de lo distinto.

Luego, fue haciendo hincapié en las diversas desobediencias que constituyeron el hilo narrativo o estructura central de su disertación. La primera hizo foco en la pluralidad y en terminar con dogmas que ven las cuestiones de una u otra manera, sin grises o matices, sin adaptarse a los contextos donde suceden.

La pluralidad y la dirección de la mirada

“Un politicidad femenina, por una serie de razones, no puede ser principista, sino pragmática y capaz de improvisar, dirigida a la vida aquí y ahora, a su continuidad y a su esplendor, a pesar de todo o, como decimos, contra viento y marea. Por lo tanto, y para esto,  siempre alimentada por lo que he llamado una “ética de la insatisfacción”, bastidor de toda buena política, pulsión opuesta a la de una ética de la conformidad. Una ética para la cual es más importante ser bueno que actuar bien. Se torna necesario, en ese camino, ser pluralista antes de ser feminista; tener un mundo radicalmente plural como meta histórica”, afirmó Segato.

Como segunda desobediencia, habló del eurocentrismo de Europa trayendo el recuerdo del malestar que le había producido en su momento, en el año 1982, el discurso pronunciado por Gabriel García Márquez, al recibir el Premio Nobel de Literatura.

En la oportunidad, el escritor colombiano había manifestado que Latinoamérica estaba sola porque no se veía reflejada en el discurso Europeo.” Porque Europa no la miraba, no la veía, no registraba su existencia y no la comprendía”, según apuntó Segato.

La respuesta de la antropóloga al respecto, es que la que está sola es Europa y no América Latina. “Como afirmé hace unos veinte días en el Museo Pompidou de Paris, en una reunión con directores de museos de Europa en la que se me propuso responder una pregunta importante, inteligente, muy poco habitual: ¿Cómo incide en Europa el eurocentrismo?, es Europa la que está sola. Se mira en el espejo narcísico de sus museos, pero carece del verdadero espejo, el que puede ejercer resistencia y mostrarle los defectos, pues esos objetos no pueden devolverle la mirada. Europa no ve su defecto en el reflejo que podrían brindarle los ojos de los otros, porque al otro lo tiene solamente atesorado en la vitrina de su poder colonial”.

Y añadió: “Nosotros, según García Márquez, necesitamos vernos en el ojo de Europa, en los libros de Europa, para no estar solos. Sin embargo, no registra que Europa siquiera percibe su soledad, soledad que la ha ido llevando lentamente hacia una decadencia de su imaginación creadora, la que en otro tiempo nos deslumbró, y a un tedio insoportable”.

Reproducir la vitalidad de la lengua, pensar desde adentro y recuperar el argumento

Por otro lado, Segato expresó también de su rechazo a la lengua inmaculada de la Real Academia que le enseñaban desde pequeña y que ella se rehusaba a reproducir sin darle la forma de su modo de hablar, su propia impronta.  “Más tarde aparecería mi amado Arguedas, con su lengua quechua en español, con sus inflexiones del quechua en la lengua sobre-impuesta, su verdadero secuestro del castellano para decir lo que deseaba y era necesario decir: que era el indio quien llevaba la bandera de la historia y de la soberanía en nuestro continente”, recordó.

Y contó un intercambio e-mails sobre una invitación a publicar desde una prestigiosa editorial de Europa y cómo ella respondió amablemente, rechazando la oferta y proponiendo alguna edición de su material en forma conjunta, de la mano de su editorial Latinoamericana de toda la vida, Prometeo. Siendo de ese modo consecuente con el hecho de “escribir desde la perspectiva de la colonialidad del poder y también del saber”.

Como quinta desobediencia,  la pensadora llamó a producir conocimiento desde estas tierras y a pensarnos desde América Latina, para enseñarles eso a los jóvenes, de manera tal de que no se repita una u otra vez lo ya procesado por otros.  “Pensemos desde acá, no deleguemos a que nos piensen el mundo en que vivimos desde afuera”, manifestó contundente.

Asimismo habló, -para quienes se dedican a escribir intelectuales y profesionales, o incluso para quienes están en formación, estudiantes entre otros-,  de la importancia de recuperar el argumento, la opinión con argumento, el género ensayo. “La voz del ensayista es inexorablemente una voz autoral, que no se esconde por detrás de la coartada del fichaje. Tengamos en cuenta que la verdad es un acuerdo entre interlocutores. Los nombres bien encontrados son como pergaminos en botellas arrojadas al mar que llegan a destino”.

La propia desobediencia y la gestión del deseo

Como séptima desobediencia, Segato exhortó a construir la propia desobediencia. Y pidió no confundir Ni una menos con el Me too norteamericano, ya que cada movimiento social debe ser leído en su contexto particular.

“Mientras el Me Too le habla al Estado, el Ni una Menos le habla a un nosotras y nosotros, le habla a una sociedad”, aclaró.

Por último, destacó el papel clave de la vincularidad en nuestro femenismo y la necesidad de reforzar esto, como un lazo clave para sentirnos más contenidos y fuertes en la lucha hacia un mundo en el que cambie el mandato de masculinidad imperante.

“Todavía creo que la gestión del deseo debe ser posible en nuestro mundo cuerpo a cuerpo, cara a cara, y que debemos luchar por eso, creando las condiciones para que sea posible. Para eso habrá que trabajar arduamente sobre las relaciones de poder en el campo del trabajo y del estudio, en los cuales la jerarquía es decisiva y el patriarcado se manifiesta con más saña, y regenerar las estructuras comunales capaces de vigilar y cuidar la forma en que llevan la vida las personas”.

Y concluyó: “El resto corre por cuenta de desmontar el orden político patriarcal, e inaugurar una nueva era de la historia. Vamos claramente hacia allá”.

El discurso completo de Rita Segato puede encontrarse aquí.