Por Sol Castro. Voy caminado por las calles céntricas de la ciudad de noche y disfruto lo que veo, gente por aquí y por allá, los negocios con sus puertas abiertas, artistas callejeros ofreciendo sus propuestas, estatuas vivientes, títeres, muñecos que buscan llamar la atención de los niños, artistas plásticos intentando vender sus cuadros.

En el llamado Centro Nuevo, a lo largo de las calles 9 de Julio y Gral Paz, hasta el puente Carena, la magia del teatro, del entretenimiento y del arte se revela en cada rincón, como un fuego sosegado esperando reavivarse con la llegada de los visitantes y de cada espectador que decide elegirla y entregarse al disfrute.

Así es el centro de Villa Carlos Paz de noche y en verano, un lugar para transitar despacio y no perderse detalle. Alguien canta y baila en un rincón para promocionar su espectáculo, otros se pasean mostrando sus personajes y vestimentas por la peatonal para invitar a las salas. El circo también está presente, los payasos, los malabaristas, los acróbatas. Los artesanos con sus nobles productos de cuero, telas, madera, metal, piedra y otros tantos materiales, engalanan uno de los espacios públicos más transitados de la zona, el Paseo que lleva el nombre en homenaje a ellos.

Paso el puente Ezio Carena, que une el Centro Nuevo con el denominado Centro Viejo, y noto que comienza a disminuir la afluencia de gente y el encanto que reinaba en la otra parte de la ciudad desaparece.

Una planificación que integre

Enseguida recuerdo lo que había pensado una vez: esta ciudad merece una planificación cultural integral, que comprenda de forma abarcativa al Centro Nuevo y no sólo a todo el espacio que comprende el Centro Viejo (calle 9 de julio y Sarmiento), -bien recuperado desde lo arquitectónico y comercial-, sino los espacios públicos que se vinculan a éste, como el Paseo de la Costanera, la Plaza Casado donde actualmente se encuentra ubicada de Feria de Emprendedores, y sitios que tienen que ver más con lo arqueológico, como el Parque Estancia La Quinta, que fue puesto en valor en el 2018.

Sigo caminando y pienso: qué lindo sería ver esta parte de la ciudad también plagada de artistas callejeros brillando con su arte, músicos- un violín por acá, un guitarrista por allá, un tambor africano sonando, un dúo folklórico cantando nuestra música; todos, con un espacio asignado para mostrarse.

Es necesario llegar hasta al Cucú para ver los títeres La Valija que jerarquizan la ciudad del otro lado, pero en el medio, sólo son negocios, bares y casas de comida. Me pregunto qué sucedería si en el Centro Viejo, tan querido por sus habitantes y por quienes siempre lo transitamos, alguien invirtiera para construir un teatro o un centro cultural, donde más artistas locales, regionales y de distintas partes de Argentina, tuviesen un sitio para presentarse en nuestra temporada estival.

Pienso también, qué lindo sería, que alguien planificara La noche de los teatros, La noche de los bares y La noche de las estrellas, ¿por qué no? Con un fin solidario, para que la gente se encuentre y se saque selfies con ellos en diferentes puntos de la ciudad, a cambio de un alimento no perecedero para merenderos o el Refugio nocturno de la Villa. Es que, aunque en temporada todo se vista de fiesta y esplendor, estas instituciones siguen existiendo. Para que no sólo se visibilicen cuando un artista hace una función a beneficio de las niñas y niños y las familias en situación de vulnerabilidad, sino que el estado se encargue de articular economía, turismo y situación social para sacar algo de provecho, enfocado en un buen propósito. Es sólo una idea, pero pueden ser tantas…

Mientras más camino y veo, más cosas se me ocurren, dado que hay tantos artistas que seguramente necesitan un lugar para expresarse y tantas plazas, veredas y calles esperando por aquello que es el alimento del alma, la viva expresión de la cultura que nos congrega a todos.

La ciudad pensada desde la cultura, la cultura pensada desde la ciudad, ¡qué lindo sería! Sólo falta la voluntad y la decisión política de aplicar un programa de cultura ciudadana, que, sin ser impuesto, surja de las necesidades de sus habitantes.

Llego a mi casa y releo a Tulio Hernández y a Luis Alberto Quevedo, que fueron de alguna manera quienes sembraron en mí estas primeras ideas y me convenzo. La ciudad necesita un programa que contemple la construcción de infraestructura de cultura necesaria, la producción de eventos asociados a la actividad económica de cada sector, -contemplando cada espacio público-, y el desarrollo de campañas movilizadoras para la construcción de ciudadanía y la participación social. Un programa que genere mecanismos para reforzar la identidad y pertenencia de cada barrio, conectándolas con el concepto integral de esa urbe que todos queremos; y la intervención cultural en espacios que puedan interactuar de manera conjunta para distintos fines, como bibliotecas, museos, centros culturales, y tantos otros.

Qué lindo sería…