Miércoles a la tardecita, calurosa jornada de verano. Como otros tantos días de esta temporada estival y después de cumplir con mi trabajo y dejar más o menos acomodadas las cosas en mi hogar, decidí llevar a mi niña pequeña, de tres años, al Reloj Cu-Cú para que disfrute de una función de títeres.

Cansada como estaba, pensé en las opciones para llegar hasta allí desde la calle Alsina (Villa del Lago) hasta el ícono más representativo de Villa Carlos Paz. Tengo solo dos alternativas, pensé: voy en auto como suelo hacer, o bien me mentalizo, me cargo de energía positiva y así llevo a mi hija en carrito, por las veredas inexistentes del tramo que comprende desde el Boulevard Sarmiento esquina Alsina, hasta la explanada del reloj.

Pienso que la nafta está cara, que tengo que reservar un poco para los dos viajes a Córdoba que haré en la semana y enfrento el desafío: ir a destino con el carrito o el changuito como dicen algunos, y así cumplir con mi loable misión.

Hace 4 años vivo en el mismo lugar y tengo que hacer el mismo recorrido, las veredas de un lado y del otro del Bv. Sarmiento solo existen por tramos de acuerdo a las posibilidades de los frentistas. Pero en un gran porcentaje, sencillamente, brillan por su ausencia y es muy difícil transitar caminando con un carrito, pero no me queda otra. Hoy quiero que mi hija tome aire, necesito caminar.

Si intentara buscar otro camino alternativo, menos peligroso, más seguro, tendría que darme la vuelta dos montañas completas, haciendo esfuerzo para arriba y para abajo, en un trekking digno de profesionales junto a mi niña y su carrito.

Travesía 4×4

Me convencí de que no hay otras opciones. Fuimos haciendo 4X4, atravesamos piedras, veredas rotas, montículos de tierra, pero eso sí, ella no lo notó tanto porque me esforcé para que mire el paisaje, le conté cuentos y hasta le canté. Incluso para que no notara el temor que sentía de que nos pasara algo, miedo a que alguien nos atropellara cuando conducía el carrito por segmentos en los que no quedaba otra que ir al costadito de la calle, le canté más fuerte y sentí que la gente me miraba como si estuviera loca. No me importó.

Mientras hacía todo ese esfuerzo físico y mental pensé: ¿Qué hace el municipio de Villa Carlos Paz o el Concejo de Representantes que no presenta un proyecto para construir veredas para la gente que habita en barrio Becciú, Villa del Lago o la zona? Está bien, se trata de un barrio donde viven generalmente familias de un nivel socioeconómico medio o medio-alto- “¡Qué raro que el municipio no las haya hecho acá, porque Dios atiende siempre donde hay plata!”, me dijo una señora cuando me quejé del estado de las no-veredas del bulevar Sarmiento.

Le contesté que me parecía que la ciudad debía ser transitable y accesible para todos. No puede ser solo pet friendly sino principalmente baby friendly, mother friendly, father friendly y amiga de los ciudadanos de todas las edades ¡Por favor! Algo tan sencillo y necesario como una vereda… Fin de la conversación.

La verdad es que me indigno con la posibilidad de que nos pase algo, de que le pase algo a alguien y hasta conmigo misma por ser “mala madre” y haber optado por la alternativa de caminar con el carrito rumbo al Cu-Cú. Una vez más ¡Debí haber salido en auto y listo!

Después pienso en otros lugares de la ciudad, más o menos desfavorecidos socialmente que no tienen veredas en sus barrios y me molesta aún más. Sigue mi mente carburando y me pregunto: El fastidio de tener que afrontar esta odisea hacia el centro viejo, caminando ¿También lo afrontarán las personas más grandes que necesitan de un bastón para caminar, por ejemplo?, ¿O simplemente se habrán resignado a no ir de ese modo?

En el trayecto me pasaron dos cosas que aumentaron mi disgusto. Una de ellas fue que un auto de una familia de turistas  se estacionó justo al costado del boulevard, en un lugar muy inapropiado, donde debía estar la vereda, obstruyendo así nuestro paso. Otra, fue que llegando al Cu-Cú, un hombre, muy preocupado, me miró a los ojos y me dijo: -Tené cuidado con la nena, porque acá a nadie la importa nada ¡Las van a llevar puestas!

Finalmente llegamos para los títeres, me sentí bien a pesar de todo porque soy optimista y la felicidad de mi niña al ver los muñecos lo iluminó todo. De una cosa estaba segura: para regresar a casa iba a llamar a una amiga para que nos pasara a buscar con su auto.