Más de 13 millones de personas comenzaron a votar este domingo en Ecuador, en unas polarizadas elecciones entre una derecha conservadora aglutinada y una izquierda atomizada, marcadas además por un rebrote de la pandemia de coronavirus, la crisis económica que deja un Gobierno altamente impopular y el correísmo que busca retomar el poder.

El proceso eleccionario arrancó a las 7 (9 hora argentina) y terminará a las 17 (19 de Argentina), y en él los ecuatorianos eligen a su próximo presidente, pero también a 137 miembros de la Asamblea Legislativa y cinco representantes del Parlamento Andino en los 4.276 recintos habilitados en el país y otros 101 dispuestos en el exterior.

Aunque la carrera presidencial la integran 15 hombres y una mujer -un récord en la historia de la democracia ecuatoriana-, solo dos parecen perfilarse para una probable segunda vuelta el 11 de abril: el banquero Guillermo Lasso y el protegido de Correa, el economista Andrés Arauz.

Según los últimos sondeos, publicados antes de la veda electoral el 29 de enero, el favorito era Arauz, con una media de 35,4% de los votos, seguido por Lasso, con un promedio de 26,3%, y tercero figuraba Yaku Pérez, candidato del partido Pachakutik, brazo político del movimiento indígena, con una media de 16,2%.

Según estos datos ningún aspirante obtendría la mayoría absoluta de votos válidos ni el 40% de los sufragios, con una diferencia de 10% sobre la segunda fuerza, necesarios para alzarse con el triunfo en primera vuelta.

Los indecisos, en tanto, suman promedio de 14% y los votos blancos y nulos alrededor de 17% y será la franja que defina la elección, en un contexto donde el llamado voto oculto -que no se cuenta en los sondeos- y las persecuciones políticas serán relevantes.

El tercer favorito según los sondeos podría traer una sorpresa: se trata del abogado Yaku Pérez, que representa al movimiento indígena y está alineado con la izquierda opuesta al correísmo.

Los comicios suponen el principio del fin del Gobierno de Lenín Moreno, quien termina su mandato sumido en un ocaso político, en plena crisis económica y sanitaria, con un criticado manejo de la pandemia, socialmente deslegitimado y tildado de “traidor” por el movimiento correísta que lo llevó al poder hace cuatro años.