Tras iniciar su nueva gira esta semana, el cantante generó dudas sobre su apariencia física y su rutina de alimentación. Los especialistas analizan su método.
Este jueves inició en Buenos Aires la nueva gira de Luis Miguel, recitales en los cuales el cantante de 53 años fue elogiado por mantener el estado de su voz y en la que la mayoría de los asistentes notó un cambio en su apariencia física.
Las imágenes muestran un Luis Miguel “visiblemente más flaco”, y rápidamente se plantearon interrogantes de todo tipo sobre cómo ha restringido su alimentación.
Es sabido, que el artista se ha destacado durante décadas por su música, pero el punto vinculado a su salud no ha quedado fuera de las conversaciones.
Qué hizo para perder peso Luis Miguel
Según distintos medios mexicanos, el intérprete bajó más de 20 kilos durante los últimos años, a través de un estricto régimen alimentario de ayuno intermitente.
“La gente no sabe hasta qué punto la obesidad es una enfermedad. Es inquietante dar esa información y la gente no lo sabe. Hice ayunos intermitentes de 36 horas; esto me funcionó a mí, pero no es recomendable para todo el mundo”, declaró en un momento, según informaciones rescatadas por Infobae, a partir del programa de televisión español El Hormiguero.
Este método que, supuestamente, permite perder peso, ha sido y es un blanco constante de críticas.
Por un lado, hay especialistas que defienden su eficacia, mientras que por el otro, un gran número de nutricionistas y médicos han advertido que puede generar múltiples riesgos para la salud y que incluso su eficacia no es tan clara como se sugiere.
Según explicaron los expertos, consiste en ingerir alimentos durante un corto periodo de tiempo y ayunar entre 16 y 18 horas diarias. Quienes apoyan esta medida plantean que la restricción horaria puede provocar un cambio metabólico que, por consiguiente, intensificaría la pérdida de peso.
¿Qué tan saludable es este método?
El nutricionista Alberto Cormillot comentó a Infobae que “este tipo de dieta es una manera moderna de lo que siempre se conoció como saltear comidas”.
En términos sencillos, dijo que “no funciona”, debido a que “las personas cuando van a hacer un día de ayuno o medio día hacen una comida preventiva, es decir, que comen menos antes y después comen más para compensar todo lo que no ingirieron”.
“Además, se ha comprobado desde el punto de vista científico la conveniencia de comer repartido durante el día, por lo menos cuatro veces”, detalló.
En esta misma línea añadió que “el ayuno intermitente no es una novedad”, ya que “muchos nutricionistas recomendaban el régimen de restricción horaria en los años 70, pero se dejó de utilizar en la década del 80 por la baja efectividad en la mayoría de los pacientes”.
De todas maneras, Cormillot postuló que en casos específicos podría tener efectos sobre la pérdida de peso en el cuerpo.
“La Asociación Americana de Corazón, que es muy poderosa y muy seria, y cuando digo muy poderosa me refiero a científicamente y con datos duros que realmente son confiables, publicó un trabajo que dice que el ayuno intermitente, si una persona se siente más cómoda dejando varias horas sin comer y eso la ayuda a regular su alimentación, es una cosa que se puede hacer siempre y cuando se tengan en cuenta algunos parámetros (…) si va a comer más, ya sea en el día o en el día anterior o en el posterior, es posible que no le sirva. Pero si va a comer menor cantidad, es posible que le ayude y puede llegar a ser una buena alimentación si, además, consume los distintos grupos de alimentos, como son las frutas, verduras, las proteínas e, incluso, los frutos secos”.
Es por esto que dicho método “no excluye que uno tenga que hacer una buena calidad de comida. El tema es si uno lo puede seguir o no”.
Además, la nutricionista Romina Pereiro aseguró a Infobae que “está demostrado científicamente que las dietas con un inicio y un final no son efectivas en el mediano y largo plazo”.
Esto se debe a las dificultades para mantenerlas y a que “no se hace foco en mejorar hábitos”, por lo que aparece el temido “efecto rebote”.
“Nadie puede vivir restringiendo alimentos. Y ni hablar de cuando no se planifican los que más nos gustan. La privación de calorías genera un reajuste del cerebro, que interpreta la situación como peligrosa y comienza a funcionar en modo ahorro”, destacó.
La especialista remarcó que adoptar este tipo de métodos puede desencadenar consecuencias adversas en la salud mental y el comportamiento de los pacientes, hasta el punto en que se corre el riesgo de sufrir de un trastorno de la conducta alimentaria.
“La obesidad necesita un tratamiento integral que incluya educación alimentaria, actividad física, el manejo de las emociones y que contemple también el placer que nos provoca disfrutar las comidas que más nos gustan. No se trata de sufrir y pasar hambre. El hambre es una grave problemática social, no una medida terapéutica para adelgazar””, detalló Pereiro.
Cabe destacar que siempre es recomendable visitar a un especialista para evaluar qué dietas pueden ser las más beneficiosas para tu caso particular.
Fuente y fotos: La Tercera