Dos cooperativas de trabajo conformadas por personas privadas de su libertad o ex presidiarios, junto a sus familias, se volcaron a la fabricación de barbijos y entre ambas están produciendo 25.500 unidades por semana, que son destinadas al sistema de salud y al carcelario.

Se trata de las asociaciones “Ziza” que funciona en la Unidad Penitenciaria N° 6 de Rosario y “Kbrones” que tiene su taller en el barrio porteño de Barracas. Dos ejemplos de reconversión en medio de la crisis carcelaria y del momento crítico que atraviesa el sector cooperativo.

Integrada por 23 hombres privados de su libertad y nueve familiares (ocho mujeres y un varón) que participan desde afuera, la cooperativa Ziza ya se dedicaba a la producción textil -como remeras para escuelas- pero ahora está confeccionando 500 barbijos por semana para el Ministerio de Salud de Santa Fe y el Servicio Penitenciario provincial.

Experiencia pionera

La agrupación nació en 2016 y es la primera experiencia con estas características -una sede dentro de la cárcel y otra extramuros- en la provincia de Santa Fe y la segunda en Argentina, que actualmente funciona gracias a la articulación entre la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y la Federación de Cooperativas de Trabajo de la República Argentina (FECOOTRA), que forma parte de la Confederación Argentina de Trabajadores Cooperativos Asociados (Conarcoop).

La cooperativa tenía proyectado para este año aumentar la producción para generar un ingreso en la economía familiar, pero la llegada del coronavirus obligó a que la cooperativa se reinvente y comience a producir barbijos para poner en movimiento la fábrica, parada desde el inicio de la cuarentena.

Salir de la crisis

Kbrones, en tanto, es una cooperativa textil conformada por ex presidiarios que nació en 2009 en contexto de encierro y cuyo objetivo es colaborar en la reinserción social a las personas con antecedentes penales aplicando oficios que aprendieron estando detenidos.

En Kbrones dejaron de lado la producción de ropa de trabajo para encarar la producción de 25.000 barbijos semanales que están destinados al Sindicato Único de Trabajadores de Edificios (Suterh) y al Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires.

“Esto nos ayuda a resurgir después de años de fuerte crisis en la actividad textil y nos empujó a abrir espacios de formación y capacitación para nuestros compañeros y para vecinos del barrio de Barrancas, donde tenemos nuestro taller”, aseguró su referente y fundador, Julio Fuque.

El Servicio Penitenciario Bonaerense, por su parte, informó ayer que casi un centenar de presos fabricaron 85.000 barbijos en 12 talleres textiles de cárceles bonaerenses en el último mes para ser distribuidos entre el personal penitenciario que mantiene contacto con los detenidos y los profesionales de la salud.

Los barbijos fueron confeccionados en talleres textiles instalados en las Unidades 1 Olmos, 6 Dolores, 7 y 52 Azul, 8 Los Hornos, 9 La Plata, 13 Junín, 19 Saavedra, 38 Sierra Chica, 41 Campana, 46 San Martín y 51 Magdalena.