Por Diego Recchini para Telam. El tercer juicio por el crimen de María Marta García Belsunce, ocurrido hace casi 20 años en el country Carmel de Pilar, con el vecino Nicolás Pachelo y dos vigiladores como presuntos autores del homicidio, debería comenzar el próximo miércoles, aunque su inicio podría suspenderse a partir de un fallo judicial que se espera por una disputa planteada entre el tribunal y los fiscales.

El debate debería empezar el miércoles a las 10 y se llevará a cabo en la misma sala del entrepiso de los tribunales de San Isidro, ubicados en la calle Ituzaingó 340, donde ya se hicieron los otros dos juicios por el caso, en 2007 y 2011.

Esta vez, estará a cargo del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 4 de San Isidro, integrado por los jueces Federico Ecke, Osvaldo Rossi y Esteban Andrejin.

Sin embargo, hace unos días los fiscales que llevarán adelante el juicio recusaron al tribunal por su presunta “pérdida de imparcialidad” y pidieron una serie de nulidades, por lo que en los próximos días se aguardan definiciones de la Sala I de la Cámara de Apelaciones de San Isidro o del Tribunal de Casación a esos planteos.

El juicio se postergaría si los camaristas le dan la razón al Ministerio Público y consideran que estos jueces actuaron con falta de objetividad y de manera arbitraria en una serie de decisiones que ellos consideran que les impide probar su hipótesis y que, según fuentes de la fiscalía, podrían estar vinculadas a “una absolución decidida de antemano”.

A partir de esta disputa, el fiscal general de San Isidro, John Broyad -uno de los cuatro fiscales que participó hace 15 años del primer juicio por el caso-, decidió reforzar el equipo que llevará adelante la acusación y a los tres fiscales que ya estaban designados, que son Andrés Quintana, Matías López Vidal y Federico González, les sumó a uno de sus adjuntos en Fiscalía General, Patricio Ferrari, y a Diego Callegari.

La acusación contra Pachelo (45) y los entonces vigiladores Norberto Glennon (57) y José Ramón Alejandro Ortiz (45), es por “robo agravado por el uso de arma en concurso real con homicidio criminis causa agravado”, delitos que prevén prisión perpetua.

El único que llega preso es Pachelo, pero no por este caso donde en 2017 fue imputado e indagado en libertad, al igual que los exvigiladores, sino porque desde 2018 cumple prisión preventiva en el marco de otra causa en la que lo detuvieron por una serie de ocho robos y hurtos en countries, y por la que será sometido a un segundo juicio por el mismo TOC 4 una vez culminado el de García Belsunce.

La defensa de Pachelo estará a cargo del abogado Roberto Ribas; la de Glennon, de los letrados Sergio Loto y Agustín Palladino; y la de Ortiz, de las defensoras oficiales María Ventresca y María Eugenia Nigro.

Por primera vez en la historia de la causa, en este juicio, el viudo Carlos Carrascosa (77) actuará como particular damnificado, tras casi 20 años en los que fue imputado, juzgado, condenado primero por encubrimiento y luego a perpetua como autor del homicidio, estar preso entre 2009 a 2015 en un penal y un año más en prisión domiciliaria, recuperar su libertad y ser absuelto de manera definitiva por la Corte Suprema en 2020.

En una nota realizada ese año, con motivo de su absolución, el viudo dijo a Télam: “Ahora sí voy a morir inocente pero viene el objetivo principal: saber quién mató a mi mujer”, en referencia a las expectativas por este tercer juicio.

Carrascosa será el primer testigo del debate y después de él desfilarán otros 144 a lo largo de 31 audiencias que se realizarán los lunes, miércoles y viernes hasta el 31 de agosto.

Algunos eximputados también ya absueltos o sobreseídos integran para este juicio la lista de testigos como los hermanos de la víctima Horacio García Belsunce (h) y John Hurtig, el médico Juan Ramón Gauvry Gordon o la masajista Beatriz Michelini.

La capacidad de la sala, por las restricciones ante la pandemia del Covid-19, será un inconveniente para la asistencia de prensa o público, ya que no debería haber más de 20 personas y fuentes del TOC 4 indicaron que entre jueces, fiscales, abogados, imputados y particulares damnificados ya estaría casi completo el cupo.

Los fiscales habían propuesto mudar el juicio a un sitio con más capacidad y ofrecieron como alternativas la Fiscalía General, el Colegio de Abogados de San Isidro o el Instituto Carlos Pellegrini de Pilar, pero el tribunal lo desestimó.

Para los fiscales, aquel 27 de octubre de 2002 María Marta fue ejecutada a balazos cuando sorprendió a ladrones dentro de su casa.

Según su hipótesis, el robo fue el móvil del crimen y está probado por el faltante de un cofre metálico de la asociación benéfica “Amigos del Pilar” donde la víctima era tesorera y que ella guardaba en su casa de Carmel con dinero, tres chequeras y la llave de una caja de seguridad.

La clave de la imputación fue la nueva hora del asesinato fijada por un forense a las 18.30 y que ese día se ubicó a Pachelo en Carmel entre las 17.34 y las 18.59, es decir que se retiró 29 minutos después de cometido el homicidio.

Ese día, la socióloga de 50 años apareció muerta en su chalet del country Carmel de Pilar, con su cuerpo semisumergido en la bañera, y su marido Carrascosa siempre declaró que él pensó que había sufrido un “accidente” y se había golpeado la cabeza contra una viga del techo y luego contra las canillas.

La autopsia practicada 36 días después, comprobó que había sido asesinada de seis balazos con un arma calibre .32 largo, cinco de los cuales penetraron en el cráneo y el sexto -el bautizado “pituto”-, le rebotó.

El fiscal original del caso, Diego Molina Pico, siempre tuvo la convicción de que Carrascosa y otros familiares fueron los asesinos y encubridores y por ello los imputó y llevó a juicio, pero el fallo que absolvió al viudo destacó graves irregularidades de aquella instrucción, tras lo cual surgió esta reinvestigación que llevó a Pachelo, Glennon y Ortiz a juicio.

El caso tiene una serie de enigmas jamás resueltos: el arma homicida nunca apareció y hay tres misteriosos ADN de dos hombres y una mujer nunca identificados, cuyos rastros de sangre quedaron en una pared de la escena del crimen.