María Beatriz Castillo (87) y Adriana Corsaletti (63), madre e hija, son dos mujeres carlospacenses que sobrevivieron al horror de la Dictadura argentina del 76’ y pueden contarlo. Ambas fueron violentadas, secuestradas de su hogar y llevadas al ex Centro clandestino de detención La Perla. Allí las torturaron y las mantuvieron cautivas, pasaron por diferentes lugares, hasta que las trasladaron a la Cárcel de Devoto en Buenos Aires, como presas políticas.

Hoy, 15 de junio, tuvieron la oportunidad de encontrarse con otras casi 300 mujeres a quienes mantuvieron presas en Devoto hasta principios de los 80’. Con el propósito de mantener la memoria activa, recordar las vivencias en la cárcel y celebrar los vínculos y la sororidad que las mantuvieron vivas,  se congregaron primero en  El Obelisco y luego el Hotel Bauen de la capital, para reencontrarse por primera vez después de 40 años.

Militancia y trabajo social

Adriana Corsaletti y sus amigos eran militantes del Peronismo Revolucionario. Trabajaban activamente en los barrios organizando centros vecinales y en programas de alfabetización de adultos.

“Yo era chica, tenía 17 años y participaba de un programa que se llamaba “Crear” para enseñar a leer, y a su vez nos involucramos con otros compañeros que estaban organizando una Cooperativa Obrera de Vivienda con la que trabajamos muy arduo en Carlos Paz”, contó Adriana Corsaletti en entrevista con Carlos Paz Vivo!

El objetivo de Adriana junto al equipo de trabajo, era que toda la gente que vivía a orillas del río en Villa Carlos Paz, consiguiera una vivienda digna. La Cooperativa de Vivienda para la cual militaban, a través de uno de sus integrantes, Rosita Varela, quien era una concejala del partido justicialista de la ciudad, había conseguido hacer un acuerdo con el IPV. Gracias a éste, pudieron construir 50 viviendas. Estas fueron preadjudicadas a todas las personas que en aquella época vivían a la vera del río.

“Habíamos creado un Frente Villero para asegurarnos que las casas fueran entregadas a sus preadjudicatarios. Estuvimos en toda la movida de la entrega de las viviendas, y trabajamos en la formación del centro vecinal del lugar, con la alfabetización de mayores y con la organización de los jóvenes para lograr un boleto gratuito para su traslado diario”, detalló sobre su trabajo social.

Además, Adriana  participaba en una agrupación situada en el barrio “El progreso” de aquel entonces, que hoy se conoce como El Zanjón. “Con los compañeros conseguimos terrenos y viviendas para los habitantes. Nuestra militancia era permanente aún después del golpe de marzo de 1976”.

María Beatriz Castillo (87) y Adriana Corsaletti (63), madre e hija.

Detención, secuestro y clandestinidad

El 5 de septiembre de 1977, aproximadamente a las 23 hs, el ejército irrumpió en la casa de María Beatriz, madre de Adriana, y no sólo la secuestró a ella, sino también a su hijo, Carlos Alberto Corsaletti,  a su sobrino Rubén Aldo Tissera y a un compañero de Adriana, Fernando Agüero.

“Después de pedirles los documentos se detienen en Fernando Agüero, lo reconocen porque era un compañero importante de Córdoba. Así, la patota del Ejército se lo lleva. Mi mamá, mi hermano y mi primo quedan en la casa. Los tiran en una cama, los atan y los vendan. A las 3 de la mañana regresan y también se los llevan”, contó Adriana.

Respecto a su detención, al día siguiente, 6 de septiembre, Adriana bajó del colectivo para entrar a trabajar a la Parilla La Tranquera de Villa Carlos Paz, cuando fue interceptada por un grupo de hombres que bajaron de dos Ford Falcon.

“Yo venía desde Córdoba porque me quedaba en la ciudad dado que estudiaba  en la Facultad de Ciencias Económicas. Regresaba a Carlos Paz todos los días a trabajar, llegaba a las 9 en el colectivo de la Cotap. Cuando bajo del colectivo los hombres de los autos me reducen, me sacan el bolso. Alcanzo a gritar mi nombre y mi apellido, digo que me están secuestrando, y me tiran en el piso del auto”, recordó la mujer.

La peor sorpresa

Inmediatamente la llevaron a La Perla donde permaneció hasta el 10 de septiembre, durante 4 días. Pero la mala noticia que tuvo Adriana en aquel oscuro lugar donde lo peor podía suceder, es que su madre María Beatriz, a quien creía en su casa de Carlos Paz sana y salva, estaba allí, experimentando los mismos horrores que ella, en el mismo sitio.

Sobre el momento en que descubrió que su madre estaba en La perla, recordó: “Pasaron dos días de estar allí, y en un momento en que nos hicieron levantar para ir al baño, todos teníamos los ojos vendados, y nos hicieron poner en fila india, descansando el brazo en el hombro del compañero de adelante. Así fue que apoyando la mano en el hombro de la persona que estaba adelante mío, escucho que me dice: “Mija, ¿sos vos?”  Ahí me di cuenta que era mi madre”.

Tras un breve silencio, continuó: “Realmente la rabia, la bronca que sentía al saber que ella tenía que vivir lo mismo que estaba pasando yo, me generaba una impotencia enorme. Yo esperaba que se hubieran salvado, que se hubieran enterado que me habían secuestrado”, dijo por su madre, su hermano y su primo.

En el baño, madre e hija tuvieron la oportunidad de intercambiar algunas palabras en voz baja, pero Adriana le pidió a María Beatriz que no siguiera hablando porque no se permitía y les podían hacer daño.

Durante los días en la Perla, estuvieron ella, su madre y su amigo Fernando Agüero, a veces muy cerca entre sí, en colchonetas tiradas en el piso, día y noche.

Interrogatorios y torturas

“Ellos aplicaron en nosotros para interrogarnos, los métodos que habitualmente usaban con todo el mundo: la picana, los golpes, el submarino, simulacro de fusilamientos, era lo habitual”, relató la mujer sobre la primera semana que estuvieron en el centro de detención clandestina.

Los torturadores querían toda la información sobre otros compañeros de militancia y las actividades que llevaban a cabo, para seguir secuestrando y deteniendo a los llamados “subversivos”. En relación a esto, Adriana aseguró: “Dentro de nuestras limitaciones, nosotros no dimos información ni permitimos que por nuestra culpa secuestraran a alguno más de nuestros compañeros. Nuestra conducta fue inalterable, siempre resistimos”.

Liberaciones

“A mi hermano y a mi primo los liberaron al tercer día, a Fernando Agüero lo trasladaron al sexto o séptimo día de habernos secuestrado y lo llevaron a Buenos Aires. A mi mamá y  a mí nos trasladaron al Campo de la Ribera donde estuvimos un mes y medio. Luego pasamos a la Penitenciaría de Córdoba, donde permanecimos 1 año incomunicadas y después a Villa Devoto, donde mi madre permaneció hasta  el 20 de junio de 1979, dejándola en libertad vigilada durante un año”, detalló Adriana sobre el proceso de detención de cada uno.

“Nunca nos abrieron causa a ninguno de nosotros. Estuvimos desaparecidos hasta que nos llevaron a la Penitenciaría de Córdoba, donde quedamos a disposición del Tercer Cuerpo del Ejército y luego, en diciembre de 1977, nos pusieron a disposición del poder Ejecutivo Nacional, sin causa ni proceso”, comentó.

Sólo cuando llegó la Cruz Roja Internacional a la Argentina, en 1978, le avisaron al hermano de Adriana que ella y su madre estaban vivas en la cárcel de Devoto.

Adriana Corsaletti  fue liberada el 1 de abril de 1981, con libertad vigilada, hasta el 7 de enero de 1982, día en que le levantan el PEN, es decir, cuando deja de estar a disposición del Poder Ejecutivo Nacional.

Encuentro de ex presas políticas en el Hotel Bauen de Buenos Aires.

Emotivo encuentro en el Obelisco 40 años después

Mientras estuvieron detenidas en Devoto, el sueño de las presas políticas de la Dictadura fue reunirse todas  en el Obelisco para ir a tomar un café.

“Nos parecía algo utópico, a lo que no íbamos a llegar nunca, pero lo logramos. Era tan lejano, pero sucedió y es de lo más emocionante. Las compañeras que organizaron ésto hicieron un trabajo de hormiga maravilloso”, manifestó Adriana emocionada.

Luego de juntarse en el símbolo emblemático de la capital del país, marcharon rumbo al Hotel  Bauen, empresa recuperada por sus trabajadores, donde terminaron de concretar el  reencuentro, dispuestas a conversar y a escucharse unas a otras.

Para la ocasión, se organizó un grupo de salud que pudiera asistir a las mujeres en tan emotivo encuentro, por la movilización emocional que les generaría  el mismo. Éste se compone por profesionales de la salud, médicas y psicólogas, al que también se sumaron hijos e hijas que nacieron en cautiverio y los que nacieron después de que sus madres dejaran la cárcel de Devoto.

Muchas de las mujeres a las que unió el terrorismo de Estado, pero por sobre todo, sus ideales y convicciones humanas y políticas, escribieron libros sobre la experiencia vivida durante aquellos años. Una de ellas es María Beatriz Castillo, la madre de Adriana, quien escribió “Honrar la vida” en el 2007.

María Beatriz y Adriana junto a sus amigas y expresas políticas. 15 de junio de 2019.