Zito volvió y no entiende absolutamente nada

Por Zito Fuentes. En un esfuerzo de producción sin parangones en los medios punillenses, la cúpula de Carlos Paz Vivo me fue a buscar para que vuelva a animar estás páginas con el ingenio y la agudeza que me caracterizan en materia de análisis político.

Para los que no me conocen (porque desaparecí hasta de la nube del Interné) Zito Fuentes es un comentarista de la vida política, de los pasillos donde se cocina el guiso de la cosa pública, un asistente perfecto a los eventos en los que se sirven sanguchitos y vino o champán, jurado certámenes que necesiten de mi criterio amplio u oscuro, y un buen amigo-asesor-olfa de los que cortan el bacalao. Habló sobre mí en tercera persona como lo hacen los grandes, porque eso es lo que soy, modestia aparte.

A los que se preguntan dónde estuve todos estos años no les puedo dar una respuesta clara y precisa. No lo sé. La nube cibernética en la que estuve alojado tuvo una serie de imprevistos dignos de una serie de Netflix: primero se quemó, luego se mudó de país y se cayó mil veces, hasta que por fin el algoritmo que le da sentido a mi existencia se dignó en volver a configurar mi nombre, mi foto de perfil y como que volví a nacer.

Soy un mono monogámico por temor a represalias de mi pareja, Carencia de Fuentes, a la que le pintó hace unos meses el lenguaje inclusivo y si no la trato de mone no me deja salir de casa.

La cosa es así: mi historia sería similar a la de esa película del robot que es el único ser más o menos vivo que queda en la tierra porque todos se fueron a una nave espacial gigante luego de destruir el ecosistema del planeta. Yo no sé adónde estuve pero no saben la cara que puse cuando abrí los ojos, prendí la tele y lo vi al prócer máximo de Villa Carlos Paz, Estebanísimo I, abrazado con mi único máximo líder, el Gringo Juan. Me pellizqué fuerte para saber si lo que estaba viendo se trataba de un sueño dorado. Ante todo -y los que conocen lo saben – la palabra que más me queda es la del olfa, el obsecuente. Soy aquel que siempre queda bien parado gane quien gane.

Subtítulo 1: Me echaron del Concejo

El tema es que volví del ostracismo, de mi alejamiento del mundanal ruido, y lo primero que hice fue ir al Concejo de Representantes a encontrarme con mi amigo el presidente, Walter “el Viejo” Gispert. Y me recibieron con un: “Quién es usted, qué quiere y adónde va”. En segundo término, me condujeron a la salida al advertirme que “El Viejo” ya no era santo de la devoción avilesista y que lo buscara en Angus.

Salí corriendo hacia la Libertad y en la puerta del bar me lo encontré a uno de mis mejores amigos de toda la vida, el exintendente Carlos “Primero” Felpeto. Me contó cosas que me hicieron salir corriendo hacia el Palacio 16 de Julio para constatar si todo era cierto. No era que me fallara la confianza en Carlos Primero pero su relato se me hizo muy de Netflix, muy ficcional.

Ya en la Muni, en el pórtico, me topé con Lumumba. Y unos 10 minutos después, cuando decodifiqué lo que me relató, entendí que ahora Omar Ruiz no era más ni concejal de Avilés ni secretario de nada y que en su salto hacia el GEN de una tal Margarita había quedado dentro de la lista de Mariana Caserio.

Mi amiga Marianita, íntima de mi mujer Carencia de Fuentes, sigue en la Legislatura pero en ésta se enfrenta con otro íntimo, el Pelado Gómez Gesteira. Les juro que tuve-tengo ganas de volverme a la caverna de ermitaño cibernáutico en la que me cobijé todos estos años.

Subtítulo 2: Zito te contiene

Fue una mañana de terror. Me enteré que Mowszet, el Dany, había ganado la elección de 2017 y es el nuevo Defensor del Pueblo, los pobres y los oprimidos. Lumumba me dijo dónde encontrarlo y me lo encontré en la puerta de su oficina. Entre sollozos, me dijo: “Mi hijooooooooooooo, mi hijooooooooooo”. “¿Qué pasó con el Mati?”, interrogué desesperado. Y me contó que es el candidato de Cristina en Carlos Paz.

Respiré hondo y recordé un mantra que me acompañó durante mi periodo de descongelamiento (Aaaaaavileeeeees, aaaaaavileeees, aaaaaavileeeeess). Cuando estuve ya más tranquilo, comencé a caminar por Liniers hasta que me lo encontré otra vez a Lumumba.

“¿No hay ninguna conferencia con sanguchito?”, le pregunté, ya acuciado por los ruidos de mi panza. “Nada”, me contestó.
Están todos tan mezclados y peleados que ni se acuerdan de nosotros, los fieles periodistas que recorremos las calles de Carlos Paz en el “Trencito de la Alegría”.

Continuará (si me dejan) …