Pasaron dos años, volando, pero pasaron. Exactamente un 11 de marzo de 2015, el cuerpo de Andrea Castana fue encontrado en el Cerro de la Cruz. Fue el día en que la ciudad se vio sorprendida. Los vecinos, asombrados, no podían creer lo que escuchaban, veían y leían. Nadie lo podía asimilar. Y si a eso sumamos la aparición sin vida de Hernán Sánchez, fue algo realmente trágico, difícil de superar, imposible de superar.

Los días fueron pasando sin noticias, sin datos, sin fuentes, sin testigos ni declaraciones. El caso se fue alejando de las charlas de café, en la peluquería, en las calles de Carlos Paz. De vez en cuando alguna marcha, pero nunca más el vecino de la ciudad se acercó.

El 3 de abril una multitudinaria marcha de ese mismo año reflejaba una imagen que se fue dilucidando con el paso del tiempo. Algunos afirmaban que unas 3 o 4 mil personas habían participado. Este sábado, y repito, a solamente dos años de haber ocurrido el hecho, 15 personas subieron al cerro de la cruz para homenajear el último lugar donde estuvo con vida Andrea. La marcha y el pedido de justicia que se realizó en el corazón del centro tuvo a cuentagotas unas 50 o 60 personas. ¿A dónde están esos 3500 que faltan? ¿A dónde estaba el pueblo de Carlos Paz que supera los 100.000 habitantes?

Los números, sinceramente, no importan en este caso de dolor de dos familias que perdieron a sus hijos, pero dan una pauta de la mala memoria del habitante de Carlos Paz. No vale cuando no se siente, cuando la hipocresía toca la puerta y nos sentimos bondadosos al escribir y parafrasear mensajes bonitos, pero sólo por un momento, sin sentirlo, sin involucrarse. La única forma es involucrarse y eso el vecino se la llevó directo a marzo.

Somos todos cómplices, todos. Nadie se salva. Desde los políticos (sin importar la bandera), “instituciones” públicas o privadas, la Policía, los fiscales, medios de comunicación, organismos. Ninguna cara visible del poder se involucró, y también se llevaron responsabilidad social a marzo.

Es triste pero es así, pero lo más lamentable es el vecino. La falta de respuesta del que se levanta cada día a ganarse el pan. El de la esquina que vende pollos, el diariero, el mecánico, el mozo, etc. María, Roberto, Claudia, Ernesto, Viviana, Carlos, caras conocidas, vecinos que te cruzas todos los días. Los que dicen siempre: “Le podría haber pasado a cualquiera”, pero que si no le pasa a su círculo íntimo no se preocupa. El que esta tarde estaba tomando un helado y no se levantó y se unió, el que pasaba justo por ahí y tampoco se sumó. Personas que tienen “pena ajena”.

Tener un pueblo dormido es dar una ventaja. Es dejarse ganar antes que comience el partido. Es perder éticamente. Bajar los brazos esperando que pase de nuevo el tren, a pesar de no saber si volverá a pasar. Esperando que haya Justicia, aunque cada vez sea más difícil confiar en algo que nunca pudimos ver. Estancados, inmóviles, con un accionar pasivo. Esperando -siempre esperando- saber si esa Justicia realmente existe, o mejor dicho ¿Alguna vez existió? Si las preguntas tienen alguna respuesta al ¿Por qué Andrea y Hernán?

Pero intentando, siempre intentando, como lo hicieron Nadia y Macarena, amigas de Andrea, como lo hizo su grupo íntimo de familiares, como el puñado que marchó y gritó al cielo buscando alguna respuesta. Como los padres de Hernán que también estuvieron acompañando el dolor, a pesar de estar viviendo su propia procesión. Gente que tiene en claro que cerrar los ojos es perder. Anhelando que la moneda caiga de nuestro lado, de su lado, del lado de todos, aunque algunos no lo merezcan.