Algo llamado NFTs comenzó a poblar las noticias con titulares difíciles de procesar durante los últimos meses del 2021: el artista digital estadounidense Beeple vendió un archivo jpg por 69 millones de dólares en una subasta, un ceo de twitter vendió un tweet por 2.5 millones, dos personas se casaron y usaron un NFT como anillo de bodas, Akten (otro artista digital) estimó tras analizar 18.000 ejemplos que, en promedio, un NFT genera una huella de carbón equivalente a más de un mes de consumo de electricidad de una persona europea. Para alguien que no frecuenta el mundo de las criptomonedas, parece un rompecabezas inasible llegar a comprender la lógica de este mercado y las implicancias que puede tener.

NFT es la sigla en inglés para “token no fungible”. Un token: unidad de valor basada en criptografíaNo fungible: única, no equivalente a ninguna otra. Un token fungible: bitcoin. Si cambias un bitcoin por otro, seguís teniendo exactamente lo mismo: un bitcoin. No así con un NFT. Tanto unos como otros existen y circulan gracias a la tecnología blockchain: un sistema de almacenamiento digital de información a través del cual se pueden rastrear transacciones. Una blockchain permite generar historiales completos de compra y venta de objetos digitales.

Un NFT puede ser cualquier clase de objeto digital -imágenes, videos, programas, fotografías, features para videojuegos, tickets para ver una película, etc- y lo que lo hace distinto a un archivo cualquiera, es que está inscripto en ese gran legajo global. De esta forma, se puede vender y comprar mediante criptomonedas, generando un comprobante que queda registrado de forma inalterable. Un NFT es una propiedad virtual.

Me junté a hablar con dos personas que se vinculan con el mundo de los NFTs de formas bien distintas: un trader y una artista. Lejos de convertirme en una experta, ambos diálogos me ayudaron a entender un poco mejor algunas aristas del fenómeno, no exento de contradicciones y preguntas aún sin respuesta.

El trader:

“Mi nombre es Pablo, tengo 30 años y vivo de los NFTs” fue lo primero que me dijo Pablo C. Hace 6 meses dejó el trabajo para el que se había formado, hacer música y efectos especiales para videojuegos, para dedicarse tiempo completo a comprar y vender NFTs. A eso se le llama tradear, por el verbo intercambiar en inglés: “to trade”. “Yo estoy en comunidades que lo que hacen es rifar boletos a las preventas de ciertas colecciones.Yo me anoto a todas las rifas posibles. Estoy en unos 80 servidores de discord”.

Todos los días se levanta, mira las notificaciones de esos grupos compartidos con personas de distintos puntos del mundo que pasan 24 horas atentas a los movimientos del mercado (una mañana promedio son, dice, 20 notificaciones), revisa qué rifas hay, investiga un poco quiénes están detrás de las colecciones, cuán populares son, y se anota a las que le parecen una apuesta más o menos segura. Esto le lleva entre media y dos horas y lo hace tres o cuatro veces al día: ni bien se levanta, después de almorzar, por la tarde y antes de irse a acostar. En el medio se dedica a sus hobbies o a estudiar. Si tiene suerte, gana el acceso a la preventa y en esa preventa logra comprar un NFT de la colección que luego subirá escandalosamente de precio debido a la lógica de la especulación financiera.

Pablo no es artista ni coleccionista: se dedica a tratar de comprar un objeto y venderlo más caro. Es una táctica que existe desde que existe el comercio. Quizás por eso, está seguro de que los NFTs se van a transformar en otra cosa y dejar de existir. Quizás por eso, también, cree que “no agregan absolutamente ningún valor al mundo, no pueden mejorarnos. Lo que sí hacen es agregar un aspecto monetario y especulativo a todo lo que tocan. Aunque a algunes individues y/o comunidades chicas pueden salir beneficiadas, me parece que restan bastante más de lo que suman. No generan nuevas experiencias realmente”.

Es verdad que este sistema implica la monetarización de cosas que antes no estaban sometidas a las lógicas del mercado. Sin embargo, es eso mismo lo que para otras personas hace de esta tecnología una ruptura importante en las posibilidades de la virtualidad.

La artista: 

Barbi S.A., artista digital, desde que se introdujo en el mundo de los NFTs -hace seis meses, casi al mismo tiempo que Pablo- está pudiendo vivir de su arte por primera vez. Para ella, sin dudas, los NFTs habilitan nuevas experiencias.

Su biografía de Instagram reza “Realismo mágico rosado post internet, como Gabriel García Marquez si fuera una e girl”. Conversamos sobre su obra, que para ella existe en el marco de un transfeminismo interseccional porque es en ese espacio donde puede existir alguien como ella y, por lo tanto, su arte.

Barbi me cuenta que no le fue difícil lanzarse hacia la producción de NFTs, sino todo lo contrario: en cuanto investigó una serie de conceptos claves (blockchain, contratos inteligentes, web 3.0, metaverso, propiedades virtuales, entre otros que enuncia a lo largo de nuestra charla con una naturalidad para mí aún inalcanzable), se dio cuenta de que este mercado era algo que ella y muches otres necesitaban hacía tiempo: una forma de legitimar sus obras como piezas con un valor único e intrínseco, traducible en valor monetario. 

La posibilidad de vender un original digital genera oportunidades nuevas. “Antes yo publicaba una pieza en instagram y juntaba un par de likes, pero en definitiva no me beneficiaba ¿Quién se beneficiaba? la aplicación”. Está claro que plataformas de ese tipo perjudican a quienes buscan ganarse la vida mediante cosas que en ellas circulan libremente: les artistas terminan trabajando gratis para Instagram y buscando otras formas de subsistir. “A mi los NFTs me dieron mucha esperanza, me dieron la oportunidad de que mi obra llegue a quien le interese de forma directa, sin que medien empresas millonarias que usufructúan mi trabajo.”

Según Barbi los NFTs llegaron para quedarse, efectivizando una demanda silenciosa global y habilitando nuevas y prometedoras alianzas entre artistas de todo el mundo. Proyecta seguir viviendo del criptoarte, traficando la posibilidad de fundar territorios donde aquelles marginalizades por el poder centralizado puedan generar y sostener otros modos de existencia.

Su nueva serie de dibujos se lanzará en la plataforma SuperRare el próximo miércoles 16 de marzo y está estrechamente vinculada con esa idea: “La idea del metaverso tiene dos caras. Por un lado, es un gran negocio con muchos interesados en ser dueños de un espacio virtual premonitorio donde pasamos la mayor parte del tiempo. Y por otro lado es fantasía. Una poesía inabarcable sobre nuestra experiencia virtual. Muchos de nosotros encontramos refugio y entendemos más de quienes somos gracias a nuestros amigos virtuales. Vemos esperanza en una nueva web donde la descentralización nos acerca más los unos a los otros y las grandes corporaciones duermen la siesta. El metaverso se presenta como un lugar en el que nunca estuve, pero recuerdo vívidamente. En esta serie de dibujos les presento estos recuerdos.”

Para Pablo, ver de cerca la lógica de la especulación dentro del mundo de los NFTs significó entender cabalmente que el valor general de una cosa puede estar atado al capricho de un puñado de personasPara Barbi, introducir su obra al mercado permitió ponerla en valor y generar nuevas oportunidades de circulación y construcción de comunidad.

Son dos experiencias distantes, que surfean distintos territorios del mismo fenómeno. Es incierto aún si los NFTs continuarán moviendo millones de dólares durante las próximas décadas, si se convertirán en una vía de subsistencia para artistas con recursos materiales realmente acotados, si suponen una verdadera descentralización y democratización del mercado del arte, si pasarán a formar parte de las tecnologías que configuran nuestra vida cotidiana, si son una moda impuesta por las élites económicas que pronto se aburrirán y migrarán hacia otro nuevo y prometedor mercado.

Sea como fuere, no escapan a las preguntas y contradicciones que anidan en el seno de toda configuración del sistema capitalista en su faceta neoliberal ¿Cuáles son los límites de la libertad posible dentro de este sistema? ¿Acaso hay algo que escape a la lógica de perpetuación de las jerarquías de poder? ¿Está esa lógica inscrita en las estructuras o en lo que nosotres hacemos con ellas? ¿Para quién trabajamos, existe trabajar sin ser explotade? ¿Existe alguna facultad de lo humano que el capitalismo no logre explotar?