– Mirá mamá, ¡qué hermoso está el lago!; dice un pequeño de unos 8 años que camina con sus padres por el nuevo puente del Centenario.

-¡Sí, está muy lindo. Está linda la ciudad!; exclama la madre en tonada porteña o bonaerense.

La conversación que se dió este sábado y tuvo como testigo a un periodista de Carlos Paz Vivo! continuó en ponderaciones sobre la belleza del entorno durante algunos segundos Todo cambió luego cuando el niño divisó el color verdoso que dejan las algas en el San Roque y que en los últimos días recrudeció en la desembocadura del río San Antonio en el dique.

– No, mamá, no está tan limpio el lago. Mirá cómo está de verde el agua; exclamó.

La concentración de algas en la desembocadura del San Roque ya no es noticia. Lo raro es que en los indicadores de contaminación del embalse que dispuso el municipio en distintos sectores de la costanera la mayoría no alerten sobre la verdadera situación del dique y sobre la peligrosidad que existe en el contacto con el agua.

La banderita verde señala que el riesgo es bajo.

La contaminación, el problema es siempre el mismo

En las últimas décadas las notas sobre la contaminación del lago San Roque hablan casi todas de lo mismo. No hay novedades sustanciosas ni cambios bruscos. La contaminación sigue siendo un problema y los frentes de ataque parecen escasos.

Hace unos años, un grupo de vecinos reunidos en una Ong plantearon un amparo ambiental que provocó que se intentara una vez más la conformación del Comité de Cuenca creado por ley en la década de 1990. No pasó mucho tiempo para que ese nuevo intento se perdiera en la nebulosa informativa y siga todo más o menos igual.

En Carlos Paz se creó el Laboratorio de Biorremediación del que aún no hay datos sobre su funcionamiento en torno al diagnóstico de la situación del embalse.

Y el Instituto Nacional del Agua (INA) del Cirsa, sigue monitoreando el embalse como lo hace desde hace mucho tiempo. En esos datos que surgen mes a mes, el diagnóstico habla de la criticidad de la contaminación del reservorio de agua más viejo de la provincia de Córdoba y Sudamérica.

Entre los tres parámetros: Normal, regular, y crítico de la escala de valoración del INA, las condiciones de este mes llevaron  a ubicar al lago en el nivel más alto de contaminación.

El lago se encuentra en estado de eutrofia, es decir que hay una excesiva cantidad de nutrientes y este estado conlleva una alta proliferación de cianobacterias que
deterioran la calidad de las aguas del lago, tanto por su sabor y olor, como por la
presencia de cianotoxina.

También se detectó la presencia de peces muertos, en su mayoría carpas y parte del “olor nauseabundo” en algunos sectores se debe a esta situación.

Las mediciones para elaborar este informe se efectúan en 5 puntos distintos del embalse: centro, ingreso, garganta, presa y desembocaduras de río San Antonio y Los Chorrillos.

Los pronósticos no son buenos para marzo. El proceso de vida de la cianobacteria hace que termine en lo que se denomina un bloom que provoca un cambio en el color (por eso se las denomina algas verdeazuladas) y un olor nauseabundo. En 2017 tuvimos la peor crisis en esa materia y hubo que comprar barbijos. Es de esperar que este año no se llegue a esa situación.

Nota: Fernando Agüero y Federika Logwinczuk