El vicario Juan Eduardo Jotayan, cansado de los robos en su iglesia, le hizo frente al delincuente. Agarró un rifle de aire comprimido y le gritó: “Si no te vas de acá, te perforo la cabeza a tiros”.
Por cuarta vez en menos de un año, la vicaría Nuestra Señora de Guadalupe, en el barrio La Loma, en Salta, fue víctima de un nuevo asalto.

Con el malestar que esto conlleva, el sacerdote se enfrentó con el delincuente y, luego de un violento enfrentamiento, logró echarlo del lugar.

Asó relató el hecho Juan Eduardo Jotayan en diálogo con El Tribuno: “Fue alrededor de las 3 y yo estaba en mi dormitorio casi dormido mirando las noticias. En un momento sentí un ruido en la puerta de la entrada de la casa. que tiene las rejas y después un ruido en la puerta. Me levanté de inmediato porque es la cuarta vez que me entran a robar y uno ya vive alarmado”.

Y agregó: “Me puse las ojotas, abrí despacio la puerta de mi habitación y fui por el pasillo hasta donde empieza la cocina-comedor. Allí prendí de golpe la luz y me encontré de golpe con un tipo en la casa. Él ya había roto las rejas y la madera”.

Una vez que estuvieron frente a frente, comenzó la pelea. “El chico habrá tenido unos 25 años, tenía una gorra y una capucha. Seguramente estaba muy drogado. Nos agarramos a las trompadas limpias, fue una cosa tremenda”, dijo.

En un principio, no la pasó bien: recibió varias trompadas en la cara y en las costillas. Sin embargo, logró defenderse: “Le partí una silla en la espalda, pero él se equilibró para no caerse, así que saqué otra y se la partí en la cabeza”.

“En ese momento aproveché para salir corriendo a la habitación y buscar un rifle de aire comprimido que era de mi hermano militar y que ya falleció. En ese momento le apunté y le grité: ‘Si no te vas de acá, te perforo la cabeza a tiros’. Todavía no puedo creer la barbaridad que le dije, él estaba paralizado y también tratado de normalizarse después del ataque con las sillas”, agregó.

Por último, añadió: “Cuando logró recomponerse se asustó y salió corriendo por las escaleras. Luego salió por la cancha y huyó. Yo me fui por detrás para corroborar efectivamente que se haya ido”.

Una vez que se le pasó la adrenalina, comenzó a sentir dolor en todo el cuerpo. “Me revisó un médico y me colocaron inyecciones. Afortunadamente, no me fisuró las costillas, pero tuve mucho dolor muscular. Luego radiqué la denuncia en la comisaría de Grand Bourg”, finalizó.

Fuente y foto Clarín