Telepatía (Breve crónica marciana)

Por Alejandro Barbeito. Estaba cansado. Había tenido una semana intensa con casos policiales que lo tuvieron de aquí para allá.
-Por suerte es sábado; pensó.

Fue eso lo que lo fastidió cuando le dijeron que tenía que ir urgente a Carlos Paz a cubrir un hecho insólito.A él le gustaban muchos las sierras, los domingos se hacían una escapada con la Normi a tomar mates a orillas del arroyo Saldán. Pero ahora estaba cansado y con planes de sábado a la noche.

– Dale turco, hacete un pique, dicen que apareció un marciano en Carlos Paz; le dijo el jefe de Policiales.

– Dejate de joder pelado, de vuelta con esas historias…

-Sí, dale, éste parece que va en serio. Una chica vio un marciano en un motel.

Ser cronista tiene eso, la realidad no descansa.
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Pidió un taxi a la Terminal y salió rumbo a la Perla de las sierras. El viejo colectivo saltaba como si fuera una licuadora y la bajada del Cajón siempre le terminaba tapando los oídos. Todavía no llegaba con la guita para una Renoleta.El jefe le había dicho que el motel estaba como a 15 cuadras de la entrada al pueblo, sobre la ruta.

– Avisale al chofer y te hace la gamba de bajarte al frente.

Fue así.

Al arrancar el colectivo deja ver en la vereda de enfrente un edificio de dos pisos tipo americano: Motel La Cuesta. Es ahí. Cruzó la ruta mientras palpaba los bolsillos para chequear que no se había olvidado la birome y su libretita Norte, como era habitual.

Empujó el pesado vidrio de la puerta y al fondo de un hall de pocas luces y cuadros de otoños filosóficos, una silueta lo esperaba en la recepción. Se acercó pensando en cómo presentarse, cuando el conserje sin levantar la cabeza le dice:

– Ya sé, viene por el marciano.

– Bueno sí, vengo del diario de Córdoba. Yo quería ver de hablar con…

– Al fondo del pasillo, en la cocina.

Allá fue. Golpeó la puerta, pero esta se abrió sola. La joven estaba sentada hablando con una señora que le servia un té.

– Disculpen, vengo del diario, por esto que paso, me gustaría hablar con…

– Soy yo, -dijo la joven sin dejar de revolver el té– pase.
– ¿Quiere un té? ¿un café?; le ofreció la señora.

– Café mejor, sin azúcar, gracias. ¿Cómo pasó todo?

La joven de apenas 19 años comenzó a contarle detalladamente la historia. Que se le apareció un ser con un traje plateado con escamas, de más de dos metros de altura, que sonreía, que de sus manos salían luces y una esfera que se movía. El Turco, a medida que iba escuchando, recordaba una historieta de la revista Hora Cero que le prestaba su hermano.

– ¿Te habló?
– Bueno en realidad emitía un zumbido como metálico mientras me hablaba sí, pero sin hablar: “no temas, no temas”, y parecía que sonreía.
– Telepatía –tiró el turco en un tono académico.
– Eso me explicaron, pero yo no sé nada de esas cosas.
– ¿No te dijo nada más?
– No recuerdo, estoy confundida todavía.
– Claro hija, no te hagas problema…no todos los días se ve a un extraterrestre y que después la gente te crea…
– Claro, eso…ahora recuerdo…. Cuando se iba dijo algo, pero de esa forma que usted dice: “El único que te va a creer esto es Favio Zerpa”.
Telepatía vió.