Graciela Marizza vivía en Paraná y era psicopedagoga. Un fallo de primera instancia dictaminó que una filtración en los tanques subterráneos de la estación de servicio que tenía frente a su casa fue la consecuencia del deterioro en su salud.

En 2010, la salud de la psicopedagoga, tesorera del Colegio de Psicopedagogos de Entre Ríos, comenzó a deteriorarse. Empezó con náuseas y mareos, migrañas crónicas, dolores estomacales y orina con sangre. Luego de un diagnóstico inesperado y una enfermedad que la postró en una silla de ruedas, el pasado martes Graciela murió en su casa.

Sabrina, su sobrina, la acompañó desde el inicio de un deterioro que comenzó de manera repentina. Graciela no tenía antecedentes ni problemas de salud: los médicos probaban medicamentos sin saber que el origen de su enfermedad estaba frente a su casa.

“Nos dimos cuenta haciendo ravioles. Hasta ese momento no habíamos sentido que el agua de la casa tenía gusto a nafta. Y enfrente hay una estación de servicio, así que la cuenta fue fácil”, expresó Sabrina a TN.

Según el mencionado medio, durante los meses en los que Graciela no sabía qué le había ocasionado tanto daño en su cuerpo, se sometió a innumerables pruebas y estudios sin éxito. “Estuvimos tres meses así, hasta que un estudio detectó que tenía plomo en sangre. En diagnóstico indicó que mi madrina padecía una hipersensibilidad química múltiple, que luego se transformó en una neuropatía”.

La Municipalidad de Paraná envió una cuadrilla que rápidamente detectó, tras romper parte de la vereda de la casa de Graciela, que sus caños de agua estaban contaminados por el combustible que se desprendía de la pérdida de otro caño, pero de la estación de servicio.

La familia de Graciela demandó penal y civilmente al dueño de la estación. El sistema judicial, sin embargo, no le dio lugar a la demanda penal y postergó la investigación durante 13 años.

“En julio de este año hicimos una movida importante y conseguimos una sentencia unos días antes del balotaje, que obligó a ambas partes a pagar el tratamiento de mi tía. Obviamente apelaron. Mientras tanto, ella se estaba muriendo y nosotros nos hacíamos cargo de sus gastos. Antes de fallecer, el abogado del dueño de la estación de servicio quiso arreglar un monto económico, pero mi tía no quiso. Y a mí tampoco me interesaba el dinero, solo lo quería para darle calidad de vida”, destacó Sabrina.

A Graciela la desesperaba que sus dolores no podían visualizarse: los pinchazos eran internos y la sensación de estar en carne viva la perseguía incluso hasta cuando estaba acostada. “Sentía el roce de la sábana y le dolía. No podía caminar descalza, porque apoyaba el pie y sentía el dolor. Muchas veces se sentaba en el suelo y se arrastraba con las manos para que no le doliera”.

El quiebre en su estado de salud ocurrió en 2022. “Los neurólogos le hicieron una resonancia y encontraron un daño cerebral que de pronto que se hizo mayor y constante. Sufría pequeños infartos cerebrales, silenciosos, que se daban todo el tiempo. El médico que la atendía le dijo que en su vida había visto algo así. No existía explicación médica para entender el estado en el que estaba su cerebro”, remarcó Sabrina.

Tras su muerte, luego de meses de agonía en donde su cuadro se había vuelto irreversible, a la familia no le interesa el dinero y sí que se haga justicia: “Ella no sabía era que la falta de mantenimiento de los tanques subterráneos la estaban envenenando. Todos los días tomaba agua con nafta, se bañaba con agua con nafta, se lavaba los dientes con agua con nafta. Así, durante 10 años”, cerró la sobrina de la víctima en diálogo con TN.

Fuente y foto: TN