Pasó de golpe, “de un día para el otro”, y aunque estaba anunciado, el veranito del “finde” que duró hasta es lunes ya es parte del pasado. Y aunque siempre ocurra de ese modo es muy difícil esquivarle a la nostalgia cuando el frío sobreviene en un instante.

La lente de Luis Tórtolo es inquieta. Dispara desde el auto, dispara en la calle, en las veredas mojadas, en los árboles que se desnudan de a poco, y devuelve imágenes increíbles de una ciudad y un paisaje que no se le arrugan a ninguna estación.

El cartel brillante de Villa Carlos Paz me enamora, enclavado en los Jardines Municipales, no es lo que quiso para esta ciudad el ícono de la cultura mediática del país, Ricardo Fort. En una de sus temporadas en la villa, el millonario devenido en capocómico de su propia obra veraniega propuso que Carlos Paz sea como un Hollywood argento, con su cartel en la montaña en letras blancas. Y eso no pasó pero un artista local dejó una pieza brillante en los Jardines que aunque esta tarde-noche de martes esté opaca, lo mismo convoca a algún amante de las fotos de recuerdo.

“Las luces del alumbrado público se encendieron a las 16.30”, dice un transeúnte cuyo reloj biológico parece no entender la jugada del otoño que se va copando con el invierno.

La moza del bar llegó en moto a trabajar y, ya de noche, procrastina lo que será su viaje de vuelta a casa en una suerte de heladera móvil.

La noche más fría del año llegó a Carlos Paz mientras cae nieve en las Altas Cumbres. Y lo que nos espera no es otra cosa que más días de frío y de contemplación de un entorno que no le esquiva a la belleza en cualquier parte del almanaque.

 

Fotos: Luis Tórtolo