Pandemonio, el miedo en los medios

Pensar en lo que le pasa a la humanidad en época de pandemia por coronavirus es complejo desde la ciencia médica pero también desde otras visiones como la filosofía, la sociología, la psicología y todos los abordajes que estudian al hombre, su ser y sus formas de encarar las cosas que suceden a su alrededor.

No soy médico, ni científico, sociólogo ni psicólogo. Soy un simple periodista que intenta observar la realidad para transmitirla de la manera más objetiva posible.

Y, como siempre, la realidad no es una sola, es una múltiple sucesión de hechos y cosas que puede mostrarse en fragmentos, nunca en una totalidad.

En estos días me resonó mucho la palabra pandemonio, quizás por su similitud con pandemia, en relación a lo que sucede con los comportamientos humanos ante sucesos nunca antes vividos en la historia con una magnitud semejante.

Busqué y encontré que su significado más puro y simple es el de : “lugar en el que hay mucho ruido y confusión”.

No hay mucho que explicar para señalar que tal definición encaja perfectamente en nuestro tiempo. El ruido lo asocio a la terrible catarata informativa, a las denominadas noticias falsas (fake news) que pululan en el universo de la red y en casi todos los canales de comunicación que no se toman un minuto para chequear provocando miedo, desconfianza en el otro y aislamiento real que no es el mismo que se nos está pidiendo para salir lo más indemnes posibles de esta pandemia.

El conteo uno a uno de los muertos que provoca el coronavirus es una estadística que no llevamos de otros males y flagelos como enfermedades de otro carácter, accidentes de tránsito y, atención, femicidios.

Pero hay medios y personas al frente de ellos que buscan sacar su mejor tajada de la muerte, se aprovechan del dolor ajeno, inseminan miedo en lugar de despertar la esperanza y la solidaridad.

No se trata de esconder la cabeza debajo de ninguna alfombra: la pandemia existe, el peligro de contagio comunitario, también; pero otra cosa es difundir mentiras o adelantarse a los hechos con datos ficticios para aprovecharse del desconcierto y ganar lectores, visitas, televidentes, oyentes.

Hablo del lugar que me toca ocupar como comunicador, como una persona común que observa la realidad y transmite lo que ve.  No hay púlpitos en que pararse para, desde allí, lanzar sermones morales ni éticos ni críticas al laburo personal del otro. Se trata de contar lo que sucede expresando que en medio de la angustia que provoca no saber qué día vas a salir de nuevo de tu casa, cuándo vas a poder ponerte al día con tus cuentas y qué va pasar con el trabajo como lo conocemos hasta ahora, con  la educación y todo lo que nos es propio en este tiempo; el miedo es el peor enemigo y quienes lo propagan sólo quieren el provecho propio.