El escritor Sergio Chejfec falleció este sábado a los 65 años en la ciudad de Nueva York, donde vivía y daba clases, dejando una obra singular e exquisita que fue traducida al inglés, portugués, francés y alemán e incluye títulos como “Los planetas”, “El llamado de la especie”, “Cinco”, “Mis dos mundos” y los más recientes “Teoría del ascensor” y “No hablen de mí. Historia de un museo”.

La noticia fue confirmada por la editorial Entropía, donde había publicado “Teoría del ascensor”, una plataforma difícil de encasillar, pero que permite el acceso a la voz de algunas de sus reflexiones y de su propia construcción verbal.

El autor dictaba cursos y talleres de literatura en el Programa de Escritura Creativa en Español de la New York University y desde hacía tres décadas no vivía en el país, aunque venía de visita y estaba atento a las publicaciones contemporáneas. El último viaje a Buenos Aires había sido en diciembre último.

Su obra

En 1990, a punto de editar su primera novela (“Lenta biografía), decidió partir a Venezuela, donde vivió entre 1990 y 2004, y entre otras actividades se dedicó a publicar en Nueva sociedad, un diario sobre temas de política, cultura y ciencias sociales. Y desde 2005 su ciudad de residencia fue Nueva York.

“Yo quería vivir fuera de Argentina y me sirvió estar fuera, porque Venezuela es un país muy lábil, por decirlo así: no tiene un campo intelectual muy consolidado, no hay un acento muy marcado, ni una oralidad distintiva. De todos modos, para mí la cuestión era estar fuera para tener una relación esquiva con Argentina, pendiente de lo que se hace y escribe acá, pero al mismo tiempo, al estar fuera físicamente, tener una relación productiva de nostalgia”, explicaba hace unos años su necesidad de escribir fuera del país.

Autor de narrativa, ensayo y poesía, Chejfec había nacido el 28 de noviembre de 1978 y volvía al país al menos una vez por año donde asumía tareas como docente en dos cátedras de maestrías: la de Escritura Creativa (Untref) y la de Literatura Argentina, de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).

Renuente a transitar la ficción en estado puro, el escritor solía mezclar materiales de distintos registros en sus obras, como en “La experiencia dramática”, un libro publicado en 2012 donde narra la historia de una pareja en un presente que se funde con reflexiones por el pasado a través de un relato que cabalga entre la novela y el ensayo literario.

El libro narra los encuentros de dos personajes, Rose y Félix, cuya primera motivación está dada por el simple acto de conversar a través de caminatas en una ciudad anónima bajo la pregunta incesante, aunque involuntaria, de saber en qué consiste la experiencia dramática.

Artífice de novelas que suelen tener como personaje principal a un narrador reflexivo, hace unos años Chejfec inscribió en ese línea a “Los incompletos”, una ficción protagonizada por un argentino que manda una serie de postales desde Rusia que sirven como escueta información a partir de la cual un narrador reconstruye las acciones y los pensamientos del viajero.

Foto archivo

Foto: archivo.

Más tarde, el narrador y ensayista publicó “Últimas noticias de la escritura”, un libro híbrido integrado por manuscritos, cuadernos y textos digitales donde reflexionaba sobre algunos de sus tópicos recurrentes: la materialidad y el estatuto físico de la escritura, así como las nociones de originalidad, copia y virtualidad.

El ensayo había surgido a partir de la compra de una libreta verde que lo acompañó durante un largo tiempo, “como si se tratara de un talismán equivoco”, explicaba el escritor al comienzo del texto, que condesaba su experiencia en la escritura y sus apuntes sobre teoría literaria.

“A veces uno establece con los objetos que acompañan durante mucho tiempo una relación utilitaria y simbólica a la vez. Pero es el tiempo, si se produce una cohabitación prolongada, lo que convierte las cosas en fantasmas. Tengo un cuaderno de notas hace muchos años”, sostenía en una entrevista con Télam a propósito del libro.

Y agregaba: “Como carezco del hábito de escribir constantemente en él, pero siempre lo tengo a mano, se ha convertido en una presencia vigilante: me anuncia que todo aquello que no he escrito en sus páginas lo escribí en una pantalla de la computadora. A veces siento que ese cuaderno es eterno en la interminable frustración que sugiere: nunca será llenado”.

En 2018 el escritor dio a conocer “Teoría del ascensor”, una nueva secuencia de textos sin género ni linealidad, articulados por la experiencia del ensayo, la autobiografía y la ficción, donde dio cuenta de temas como los encuentros lingüísticos, la experiencia y el rol de la escritura, todo eso a través de recuerdos, anécdotas o reseñas de escritores como Mercedes Roffé, Antonio Di Benedetto y Juan José Saer.

“A lo mejor lo único vedado que debería tener un escritor es escribir ficción, porque ello contendría un grado de violencia conceptual que ninguna buena ficción sería capaz de redimir. Hablo en términos abstractos, porque a menudo sucumbo ante la ficción. La ficción como escenario de la narración no me gusta, me suena pretenciosa. Prefiero una voz más baja, digamos lo dado, como requisito para el relato. Ahí se presentaría una imaginación más hospitalaria a registros distintos a la ficción”, decía también en diálogo con Télam.

En ese mismo reportaje se había explayado también sobre su experiencia de errancia por distintos países. “El tránsito por otros países torna más material el paso del tiempo: la brecha no es solo geográfica. El emigrado está lejos de su país, pero también de la red de simultaneidades que lo acompañaba cuando vivía en él; una de las más notorias, la lengua. La incidencia en la escritura depende de cada caso. Uno negocia imperceptiblemente con la lengua del pasado de su comunidad. Pero como nunca tuve oído para una narración verista o coloquial, la lengua en la que me envolví fue desde un principio un poco ausente”, planteaba.

Hace solo un mes, Chejfec había dado a conocer su último texto: una obra dedicada al trabajo de Darío Cantón, poeta y sociólogo argentino cuyo programa literario se expande en archivos y experimentos autobiográficos: “Un proyecto que desborda los límites habituales del formato libro”, había definido al volumen publicado dentro de la colección Malba Literatura

“No hablen de mí. Una vida y su museo”, tal es el título del ensayo, describe un programa literario, que también es un programa de vida, la de Cantón, que Chejfec toma como punto de partida para reflexionar sobre el pacto de la literatura con lo documental, el rol del archivo, en un viaje por lo autobiográfico que tiene como estaciones a Borges, Flaubert, Pamuk, entre otros autores.

Sebastián Martínez Daniell, uno de los responsables del sello Entropía, quien comenzó un vínculo como editor y luego se transformó en su amigo, dijo a Télam que “fue un privilegio ser sus editores y haber participado, aunque sea mínimamente, en la difusión de su obra, una de las más sólidas y originales de la literatura argentina de los últimos 50 años”.

“Además de un privilegio fue un placer trabajar con él y haber pasado del rol de editor a amigo”, destacó el autor de “Dos sherpas” y contó que Chejfec estaba muy atento a lo que se publicaba en Argentina.

Martínez Daniell contó que el último encuentro había sido en enero, cuando le entregó su última publicación y el editor le entregó un ejemplar del libro de Laura Wittner “Se vive y se traduce”: “En febrero cruzamos mensajes y me dijo que le había gustado mucho el libro y le parecía una suerte de novela autobiográfica facetada”, recordó.

La escritora, poeta y docente María Negroni lo recordó citándolo en su cuenta de Twitter:

“Los recuerdos no me interesan para ser recordados. No me interesa una literatura que sea fiel a los recuerdos y que le brinde tributo al hecho de recordar. Me interesa como experiencia del pensamiento”, publicó junto a una foto del escritor en la vereda de un bar.