Mis amigos

Por Gastón Flachs. No suelo pensarme en primera persona. Veo mi película siempre en plan espectador. Quizás eso me ayuda a pensar y entenderme.

Una tertulia con un “otro” ausente donde seré el único que hable, traerá a mis palabras el recuerdo de tu destino de dados redondos, desde el principio sin chances de campeonar. Nunca pudiste huir de lo que te tocaba, y soy testigo de que jugaste el juego sabiendo que la dinámica de la vida te llevaba en una sola dirección.

Repetimos y discutimos tantas veces ese axioma sobre “La alegría de vivir”, que al final me lo termine creyendo.

La vida es un juego, elegimos con quien jugarla y podemos cambiar las reglas y sacar a los que hacen muchos foulls. Respetamos la otredad siempre y cuando no nos interpele demasiado. ¿No?

Bailamos sin disfraces y sin máscaras, juntamos los fragmentos de lo que somos y lo servimos a la mesa de la amistad sin condiciones. Preguntamos insistentemente por nosotros mismos, no queremos ser aquel que en los créditos salga como actor de reparto de una película que cuenta un cuento sobre el apego.

Hablamos de la amistad y no queremos expresar el cariño. Acá nacimos bien al sur creyendo que somos dueños de la verdadera amistad o lo que eso signifique. Damos significados a lo que sentimos con cinco adjetivos calificativos y eructamos pereza a toda persona que piense diferente.

Adoptamos la relación con los otros en tiempos de tejidos virtuales y lo precisamos en 140 caracteres, en un instante de sonrisa y vanidad llena de filtros. Cómo extraño que toques el timbre de casa.

Debo expresarme como si quisiera abarcar todo en una frase, sin preocuparme por tu desdén. ¿Hay pocas cosas que nos hagan más humanos que la tentación de correr ante un peligro urgente o la llegada de un dolor? Pero hay una sola cosa que nos amarra al lado del que no corre y nos hace correr al lado si es preciso.

Apuesto que solo escuchas a tus amigos, esos que te dicen todo lo que no admitirías de ti mismo.

!Qué hermosa es la post-modernidad!, caminas despreocupado y hay un mundo de amigos que llevas siempre en tu bolsillo.

Adentro mío habitan muchos yo, en una estratagema permanente para ver cuál se queda con mis ideas. Creo que les debe pasar lo mismo a mis amigos. La amistad es ese punto de encuentro pero también puede ser esa planta de plástico importada de la China.

Vivimos fragmentados, buscando colisionar. ¿ Y si probamos con expandir nuestra conciencia?

Extraño el tiempo en el que era fácil jugar con “les otres”, en el que las reglas eran simples y las horas sobraban, servido el plato de la felicidad con un pedazo de pelota y un vaso lleno de autitos.

Estamos dispuestos a aceptar que la amistad, mansamente sea dirigida hacia un “me gusta”, unos audios de menos de 20 segundos y a mirar por la escotilla de los perfiles, esa imagen que fue cocinada en la hornalla de la vanidad

¿Somos amigos en las buenas y en las malas o solo hay amigos de las buenas y amigos de las malas? ¿Vemos a la amistad haciendo un crossover ficcional en la escala social? ¿Será la amistad una invención clasista con códigos propios o acaso no vimos como un grupo de amigos Cardenales que no cayeron en la cultura pública, nos hicieron creer que eran parte de todos y entendían bien eso de como es la amistad que solo se vive en Argentina?

Los buenos amigos te esperan toda lo que haga falta, hasta que la vida te vuelva a poner en sintonía. No somos capaces de desechar a un buen amigo.

Extraño el momento de la amistad desde la inocencia, de ese lugar donde todo es lúdico y nos da una mirada del otro sin condicionamientos. Donde preservamos sólo lo que vale la pena, sin dejarle el tiempo suficiente a la inocencia para que vire a su contracara, la ingenuidad.

En la amistad no se trata de seguir órdenes: un pueblo amistoso jamás seguiría las órdenes de unos cuantos perejiles educados en la banalidad y el lujo, propio de emperador romano en decadencia.

Debemos cuidar la amistad desde la inocencia, mantenerla así y, de vez en cuando, desempolvarla, porque ahí están guardadas nuestras más absolutas bellezas, nuestra mejor parte, esa que nos define como las personas que somos, la que nos da la fidelidad a los más dignos sentimientos.

La amabilidad de los extraños puede traer consigo una amistad que se forje desde la experiencia y deje a los amigos de la inocencia en algún lugar por tiempo indeterminado. Pero lo que debemos enraizar es que sin los amigos, vengan de donde provengan, no se puede vivir.

¡Salud, amigues!