Mariano Pautasso heredó de su abuelo materno y de su padre el oficio de panadero.

Desde hace unos años atiende una panadería artesanal en barrio Sol y Río en la que elabora todos los días el pan junto a sus hermanos y sus hijos.

A Mariano le quedan pocas materias para recibirse de profesor de Lengua y Literatura y ya hizo prácticas en algunos colegios de la región.

“En los ’90 había pocas casas en esta zona y mi familia compró un terreno y edificó acá”, expresa y cuenta que la explosión del barrio se dio después de 2.000.

“Mi madre abrió un negocio y empezó a vender. Mi papá se había puesto una despensa en La Quinta y traía mercadería para acá. Años más tarde, mi abuelo Aldo González, puso la panadería con mi viejo acá”; relató Mariano.

“Yo aprendí el oficio desde muy chico, de manera inercial, viendo a mi abuelo. En un momento la idea fue que sea un paso para poder hacer otras cosas. Pasaron cosas y sigo siendo panadero”, expresa.

El abuelo de Mariano, don Aldo, había arrancado con el oficio con su hermano Atilio y durante muchos años tuvieron una panadería en Carlos Paz.

El oficio artesanal

Mariano cuenta que cuando abrió su propia panadería lo hizo con los implementos que le habían quedado de su familia y un horno similar a lo de leña.

“Es uno oficio que hacemos de manera artesanal. Al no tener reparto no tenemos grandses máquinas. Tenemos un horno que no es a leña pero es muy parecido. Las cosas salen de manera artesanal. Eso conlleva un poco más de esfuerzo y trabajo”, cuenta Mariano, el panadero de Sol y Rio.

El hecho de recibir las enseñanzas de su abuelo y de su padre, que ya no están en este plano, es una experiencia que tiene un costado lindo y otro triste.

“Es algo lindo y a la vez es duro. Mi viejo también se fue hace un par de años. Por un lado, el oficio es una cuestión de identidad, es como un apellido que uno tiene. Me he dedicado a otras cosas pero por alguna razón uno no se despega del todo. Quizás tiene que ver con una cuestión de identidad o de formas de ser. El hecho de haber compartido tantos años con mi abuelo y con mi viejo hace que sus fantasmas estén por ahi. Escucho la misma radio y hay un lenguaje que va quedando sin interlocutores”, asegura.

El profe de lengua

Entre las canastas con pan, criollos y facturas, hay estanterías con libros de la biblioteca de Mariano. Es que otra de sus pasiones es la lectura, la literatura. Dentro de poco, Mariano recibirá su título de docente de Lengua y Literatura, carrera que empezó hace tiempo.

“En paralelo a la panadería, siempre fui un gran lector. Arranqué la carrera con la idea de ser docente pero tuve un accidente que me detuvo varios años. Me quedan algunas materias porque cambió el plan y tuve que hacer más materias. La comunicación y las letras es otra de las cosas que me gustan hacer”, dice.

Y apunta: “A veces encuentro algunas formas internas de complemento entre las cosas que hago. Me gusta la bici, practico mucho deporte y entre esas cosas está lo que soy”.