Entre Sol y Río y Playas de Oro, la ruta interbalnearia tiene su basuralito inaugurado.

La culpa siempre es de los otros, decía Tato Bores en su monólogo más conocido, difundido hasta nuestros días en millones de oportunidades. Pero sabido es que no es así. Y las imágenes de los pequeños y no tan pequeños basurales a cielo abierto que de manera clandestina vecinos sin ningún tipo de conciencia social ni ambiental han decidido montar en distintos puntos de la ciudad y en el Gran Carlos Paz son una clara muestra de eso.

La culpa es también nuestra si tomamos la decisión de tirar lo que no queremos bajo la alfombra natural de una banquina al costado de una ruta o de un sector lejano en el que nadie nos vea.

En la ruta interbalnearia que une Playas de Oro con Las Ensenadas hay una muestra bien notoria de este comportamiento de ciudadanos que decidieron por los demás. Colchones, elementos de tecnología, viejos televisores, material de construcción, son fáciles de encontrar entre los residuos.

La ruta Interbalnaria, un lugar al que muchos eligen para hacer ejercicio. Esto es lo que encuentran.

Otro foco infeccioso Made in Carlos Paz o Estancia Vieja está, justamente, en el camino de tierra que une a éstas dos y que lleva, nada más y nada menos, a uno de los sectores más bellos de playa del arroyo Los Chorrillos. Allí, el olor nauseabundo nos hace pensar en que, además de todo tipo de basura, se arrojan animales muertos. Pudrición total.

Cerca del paraíso, basura y olor nauseabundo en el camino entre Carlos Paz y Estancia Vieja.

Los vecinos de San Nicolás y también de Carlos Paz se quejan desde hace tiempo de una situación similar sobre la Colectora de la autopista.

Se le exige al Estado, a las empresas concesionarias de rutas, a los que tienen que controlar este tipo de situación, pero -hay que decirlo- como no vivimos en el Gran Hermano no hay forma de que acciones como éstas puedan ser vistas y multadas en todo momento. La responsabilidad es nuestra, no de los otros. Y al parecer, vivimos en un paraíso natural que nos hemos empecinado en destruir.