El muchacho que corta el yuyal al costado de la autopista lleva su cuerpo tapado totalmente. Parece camuflado por el verde del pasto que se le pegó a la ropa en esta mañana en la que el sol insinúa que en cuarenta minutos, a lo sumo una hora, todo será un infierno.

La cuadrilla está enfrente, en el cantero central de la autopista de la bajada El Cajón. Si uno se asoma para abajo, puede ver el lago y, al fondo, ese inútil monumento llamado El Pato.

El muchacho me saluda, se saca la gorra y se santigua varias veces mirando hacia varios rincones. A los segundos, vuelve escucharse el motor ruidoso de la desmalezadora y a sentirse el olor fuerte a nafta .

Es que en la cuesta de El Cajón, la religiosidad popular explota en la sombra de la montañita debajo del puente derivador de la Variante Costa Azul. Allí conviven santos o beatos católicos, con los que las creencias populares erigieron a los mismos altares.

Un busto de Ceferino Namuncurá, el beato católico aborigen de nuestra Patagonia, es el primero que me llama la atención. Fue quizás su carácter de aborigen converso y hecho santo lo que siempre me atrajo de su figura. Me lo imaginé paseándose por la Roma del siglo XIX entendiendo poco de lo que estaba sucediendo con su historia que culminaría allí mismo, con sólo 18 años. Y se convertiría en esta inmortalidad que lo trajo hasta acá, a este busto de la Bajada El Cajón.

A los pocos metros veo a San la Muerte, una entidad que conocí de pibe, en estampitas que me entregaron en el Chaco, donde es tan venerado por el gauchaje como combatido por la Iglesia Católica y los cultos evangélicos. Con la parca no hay que meterse, y tampoco con las creencias populares, en este caso, en que sólo nos atenemos a mostrar algo que está ahí, casi a la vista de todo el que llega a Carlos Paz desde cualquier punto del mapa.

El Gauchito Gil también tiene su lugar en la cuesta y las cintas y banderas rojas lo anuncian desde lejos.

Luego aparecen las celebrities del Santoral, como San Expedito, San Jorge, San Pantaleón y algunas imágenes de la Virgen María.

Hay una fobia que quizás me acompaña desde niño y que juega conmigo desde siempre ya que luego se convierte en atracción hacia esta fenomenología popular. Hagiofobia se llama, por si quieren saberlo.

Bebé Miguelito 

Pero uno de los espacios que más atrajo mi atención es la grutita del “Bebé Miguelito”. En su interior hay regalitos. Alcancé a ver autitos, un osito de peluche y una espada. No conocía su historia y tuve que investigar.

Un completo artículo del diario La Nación cuenta que se trata de un bebé que murió en 1967 y que fue sepultado en el cementerio de Villa Unión, en La Rioja.

Tiempo después hubo una inundación que provocó que muchas tumbas se abrieran y cuando observaron la de Miguel Ángel Gaitán,  su familia se percató que su cuerpo estaba momificado.

La noticia no tardó en desparramarse por la provincia y luego por el país y hoy su tumba es visitada por miles de personas. Se dice que obra milagros en los niños y en quienes acuden con sus pedidos.

A pesar de que detenerse en la ruta es algo sumamente peligroso, son muchos los turistas y vecinos de la región que deciden no solo frenar la marcha, sino colaborar en la construcción de cada grutita, según la fe que profesen.