Hace unos días le pregunté a un veterano periodista de la ciudad si alguna vez había visto/presenciado una campaña electoral tan fría y con un paso tan inadvertido como la que precede a la elección del defensor del Pueblo del próximo domingo 25. La respuesta fue un no rotundo.

El sábado me propuse hacer un pequeño sondeo entre algunos contactos telefónicos considerando de antemano que los consultados no fueran personas del mundillo político. Afortunadamente, encontré que de 20 consultados sólo uno no sabía que había una elección el domingo y que casi todos sabían qué es lo que se votaba. En la calle la sensación es distinta. “¿Se vota el domingo? ¿Es obligatorio? ¿Qué es lo que se vota?”, es la pregunta que se repite entre el ciudadano de a pie, el que va a la carnicería, a la verdulería y se sienta en los cafés de la villa a charlar de cualquier tema que venga en gana.

La no información tiene un sentido y esto tiene estrecha relación con lo que puede pasar el domingo con la cantidad de ciudadanos que concurran a votar. Si no, cabría preguntarles a los 9 millones de estadounidenses por qué no fueron a votar, dejando la puerta abierta para el triunfo del multimillonario Donald Trump.

Para muchos de mis consultados, el solo hecho de salir de sus rutinas domingueras para emitir  su sufragio para un cargo del cual no saben casi nada será una molestia. Sin embargo, los representantes de los carlospacenses que redactaron la Carta Orgánica crearon esta figura que, bien entendida y llevada adelante, se transforma en un verdadero contrapoder entre el Ejecutivo y el Concejo de Representantes.

Lo que sí llama la atención de la clase política carlospacense es el temor a cualquier cambio en el status quo de la cosa pública. La prohibición de que los candidatos vayan a mostrar sus propuestas a los habitantes de los barrios en los centros vecinales, la verdadera cuna de la democracia participativa de a pie, es, en sí misma, una gran contradicción. Si alguien cree que en los centros vecinales de Carlos Paz (o de cualquier otro lugar) no se hace o no se debería hacer política, debería volver a leer nuestra Constitución Nacional. El miedo a la política de los políticos es lo que ha dejado traslucir esta campaña sin política.

Y para quienes crecimos en los tiempos de la Dictadura, en los que si decías algo en ciertos lugares eras hombre/mujer muerto/a, hablar de política en cualquier lugar, a cualquier hora y ante cualquier interlocutor es la mejor manera de sembrar conciencia democrática.

Es cierto, el sistema tiene muchas grietas y no es perfecto. La mejor manera de perfeccionarlo es abrirlo a todos los debates, a todas las miradas e interpretaciones. De todo eso se trata la elección del domingo.