Por Fernando Agüero. Lo esperé menos en los pasillos de la Muni, para alguna entrevista pactada de antemano, que en la sala de espera de su consultorio en el que siempre había una fila larga de pacientes que aguardaban escuchar su diagnóstico, alguna palabra de aliento, o un chascarrillo campechano de esos que tiraba siempre al final de la consulta.

En 1999 yo empezaba mi camino como corresponsal de un diario de la capital provincial en Carlos Paz, una ciudad a la que había llegado unos pocos años antes para desarrollarme en el oficio que elegí para mi vida.

Ese año, Gustavo Dellamaggiore, ese hombre alto, robusto y de sonrisa estampada, se subía a alguna camioneta junto al ya gobernador José Manuel de la Sota para celebrar un triunfo que significaba mucho para él y también para el peronismo de Carlos Paz, a quien hasta ese momento le había sido esquivo el triunfo.

Sus años de gobierno transitaron con dificultades propias y foráneas. Entre las internas, quizás la más difícil fue encaminar la coalición entre un partido local y de pueblo como lo era el Movimiento de Acción Comunal, y el Justicialismo que recién comenzaba su periplo de gobierno en la Provincia que perdura hasta nuestros días.

Y para hablar de los problemas externos sólo basta con repasar lo que estamos recordando en estos días con el vigésimo aniversario de la crisis de 2001 que desembocó en la caída del gobierno de Fernando de la Rúa. La fantasía de la convertibilidad hizo estragos en la economía de los destinos turísticos nacionales y la crisis social y financiera del país tuvo su correlato en las arcas municipales y en temporadas de vacas flacas para la ciudad.

Lejos de querer analizar en detalle esos años de Dellamaggiore en el municipio, desde este espacio quiero reconocer a la persona que como intendente respetó a rajatabla los principios de la libertad de expresión y de información; principios que se convierten, además, en un factor esencial para que cobre valor una democracia verdadera.

Pude decírselo una vez y hoy recuerdo ese momento con emoción y afecto: Gracias, doc, por eso; por entender cuál era su rol y cuál era y sigue siendo el mío”. Su única respuesta en aquel momento fue una sonrisa. Así lo recordaré y así creo que lo evocará su ciudad.

Foto Luis Tórtolo.