Cuando  la familia de Irina Álzaga decidió mudarse desde Salta a Cruz del Eje, ciudad del norte Cordobés, para emprender una nueva etapa, nunca imaginó los difíciles momentos que tendría que atravesar, debido a un situación de bullying, de la cual la joven de 13 años, fue víctima en ese lugar.

Lo que comenzó con algunos insultos verbales de parte de compañeros de la escuela a la que asistía, Instituto Nuestra Señora del Valle, haciendo referencia a su aspecto físico, se convirtió en un acoso constante e insostenible para Irina, quien además tuvo que soportar agresiones físicas. Esto no sólo ocurría en su escuela y en espacios públicos de la localidad, sino que se trasladó a redes sociales.

El silencio, la negación y la desidia de profesores y autoridades del establecimiento educativo en el que Irina estudiaba, se convirtieron en cómplices de un calvario para una adolescente algo tímida, a la que en aquel entonces le costaba defenderse de las agresiones de los otros.

“Todo comenzó en el 2012, cuando entré al primer año de secundaria. El recibimiento no fue bueno, porque una chica me tironeó del cabello, y me dijo que ahí, gringas no entraban. Yo no era la única chica de ojos claros, había muchas rubias de ojos celestes. Sinceramente, nunca supe qué era lo que les molestaba, si mi color de ojos, o que fuera de otro lugar”, recordó Irina, hoy con 19 años, sobre lo que define como una experiencia muy traumática en su vida, de la cual actualmente se sigue recuperando.

En entrevista con Carlos Paz Vivo!, la joven aseguró que tiene una imperiosa necesidad de dejar su testimonio, para ayudar a otras personas que estén atravesando por lo mismo, y como un modo de prevenir y combatir el acoso escolar y el cyberbullying.

un sacerdote me dijo personalmente que lo que hacía era pecado, eso de dejar mal parada a la escuela.

Crueldad sin límite adulto

Me decían gorda, me gritaban puta, me amenazaban por las redes, me insultaban en Twitter, hacían páginas y grupos de Facebook en mi contra”, fueron sus primeras palabras.

Irina recuerda que ella se quejaba ante las autoridades de la escuela para que hicieran algo, pero la solución, nunca llegaba. “Trababa de defenderme ante tanta injusticia, porque yo no les hacía nada. Iba muchas veces a la Dirección. Recuerdo que una vez llamaron a mi mamá y le dijeron que yo me quejaba demasiado, y que ya era muy molesto que fuese tanto a la dirección”, contó.

Y agregó: “Me tomaron como punto. Yo no los molestaba, no les gritaba, no les respondía las agresiones. Llegó un momento que dejé de hablar con todo el mundo, llegaba el recreo y me iba a comer sola, a un rincón. No salía de mi casa, sólo con mi mamá y mi hermana, nada más. Encima, como era un lugar chico, el tema era de boca en boca. Todos se enteraban y no hacían nada.

En aquel entonces, su mamá, Karina Álzaga, estudiaba en la misma institución que su hija, el Profesorado de nivel inicial. Sobre lo vivido, rememoró: “Aunque estudiaba ahí, me enfrenté igual a la escuela, y decidí sacar a mi hija del lugar.  La directora de la escuela, siempre me dio a entender que la culpa era de mi hija, nunca tenían la culpa los agresores. Hice mi exposición en medios, a los insultos de los chicos no les di cabida, porque traté el tema desde mi lugar de adulta. Evité roses con profesores y  futuros colegas”.

Luego, la mujer añadió: “Mis compañeras me apoyaron mucho, me recibí de profesora y nos fuimos del pueblo a vivir a Carlos paz, ciudad que amo. Quiero destacar al Colegio Julieta Delfino de la ciudad, que le cambió la vida a Irina. Allí comenzó una etapa maravillosa para ella.”

La adolescente relató además que cuando su caso tomó estado público en Cruz del Eje,  y los directivos del Instituto le dieron la espalda, un sacerdote vinculado a dicha institución, dio testimonio en una nota periodística, donde expresaba que los compañeros de la joven eran buenas personas, mientras restaba importancia al punto de vista de ella. “Dijo que él no sabía lo que me había pasado a mí, pero que mis compañeros eran muy buenos. Me dio la espalda, y no contento con eso, mandó a otro sacerdote para que me dijera personalmente que lo que hacía era pecado, eso de dejar mal parada a la escuela”.

Irina junto a otros asistentes de pacientes oncológicos del Club de Leones.

Acoso en la escuela y en redes sociales

En relación al momento más intenso de acoso que vivió, manifestó: “Creo que lo peor fue en el 2014, cuando decidimos irnos de Cruz del Eje, para vivir en Carlos Paz. La agresión fue muy fuerte en redes. No quedaron satisfechos con que me fuera, continuaron hiriéndome por Twitter. Antes de irme, un día fui a la cantina del colegio, y en el trayecto, algunos me pegaron piñas en la panza, me decían cosas feas, siempre burlándose de mí en la cara”.

Una tarde, Irina, cansada de recibir agresiones, hizo una publicación en su perfil personal de Facebook, junto a una selfie que se sacó frente al espejo, en la que contaba lo que le hacían, cómo se sentía; pero lejos que generar empatía o conciencia, la joven admitió que el nivel de violencia de sus agresores, recrudeció.

“La hice desde mi teléfono, me acuerdo que lo apagué y luego me fui a una plaza con mi mamá y mi hermana. Cuando regresé y vi las repercusiones, tenía cientos de mensajes donde me decían que metía a todo el pueblo en la misma bolsa, que por qué me nombraste a mí, que quién te creés de sos y muchas otras cosas más. Ahí fue cuando explotó todo”, manifestó la adolescente acerca del ataque en la red social.

Superación y resiliencia

Pasaron seis años y aunque Irina reconoce que en varias oportunidades pensó en quitarse la vida, fue superando de a poco el acoso, tratando de dejar todo atrás. Sin embargo, aún se encuentra en tratamiento psicológico, y existen consecuencias del bullying, que todavía necesita resolver.

“Fuimos a vivir después de eso a Carlos Paz, y allí tuve a mis primeros amigos y salidas. Hoy vivo en Córdoba. Igualmente, sigo con tratamiento, y hay traumas muy difíciles de superar. Yo no puedo ingresar a instituciones educativas, me da fobia, a raíz de esto no pude terminar el secundario, y me encantaría estudiar comunicación para trabajar en eso en un futuro. Pero antes tengo que progresar en lo que me quedé. Y eso tiene que ver con lo que tuve que atravesar”, explicó.

Algunas de las cosas que Irina hizo para superar el dolor, fue asistir a los niños y niñas con cáncer en el Club de Leones de Córdoba, acompañándolos en su tratamiento oncológico.

El gallito ciego

“Sé muy bien que hay bullying en todos lados: en la oficina, en el jardín, en la calle, en la escuela. La sociedad tiene que dejar de jugar al gallito ciego. Los adultos tienen que dejar de mirar para otro lado ante esta problemática que es grave, y que en muchos lados, se cobró vidas. Hay muchas vidas jóvenes destruidas por la violencia”, descargó la joven.

Para Irina, hay cosas de las que los medios de comunicación no hablan, o hablan muy poco, y el bullying, es una de ellas. “Sé que hay noticias importantes como las de violencia hacia las mujeres, pero del bullying no se habla y hay que decir basta, porque trae consecuencias como la ansiedad, depresión, agorafobia, y otras tantas cosas. Algunos hasta terminan en la autodestrucción, drogas, y otros hasta se vengan después, pero no es mi caso. Lo que viene después del bullying, es muchísimo peor”, consideró.

Actualmente, Irina está terminando el secundario a distancia, brinda charlas en escuelas sobre la prevención del bullying y la necesidad de tomar conciencia para erradicar este flagelo social, que afecta principalmente a niños, niñas y adolescentes del mundo entero.

El mensaje de Irina