María del Carmen Herrero pasó dos noches en la soledad de Los Gigantes, guareciéndose en una cueva natural, con una sola naranja como alimento. La mujer, de 31 años, se extravió al perder contacto con el grupo con el que estaba trabajando en una recolección de semillas para tareas de reforestación.

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En diálogo con el programa Una de Cal y una de Agüero, que emite Radio Más Rock (106.5), Carmen relató la vivencia y cómo fue el encuentro con los bomberos que la rescataron.

“Era batallar contra las inclemencias climáticas y contra la mente. Porque un día estás bien, después te desanimás, después empezás a sentir miedo, desesperación. Empieza la culpa y los pensamientos negativos que te invaden”, contó la mujer que agregó: ” Pero tuve siempre presente la frase que la esperanza es lo último que se pierde y mantuve la calma”.

Y agregó: “Tanta soledad, yo que hablo mucho y estar sola me dio un poco de terror”.

Un grupo de Bomberos Voluntarios de Icho Cruz y Tanti junto a efectivos del DUAR, encontraron a la mujer en una zona cercana al sendero norte, en un paraje que llaman Quebrada de Los Mimbres.

-¿Qué fue lo que pasó?

-Nos habíamos dividido en dos grupos: uno se quedaba en la zona de Cerro Largo y el otro iba para arriba. La cuestión es que decidí subir porque quería conocer e íbamos a recolectar semillas y era un bosque muy frondoso y lindo. No había desayunado muy bien, estaba cansada y con sueño. Empezó a llover, estaba muy abrigada y a las 15 más o menos, me hacía mucho calor y la gente se iba desabrigando. Aproveché que le estaban haciendo preguntas al guía y me detuve para sacarme el abrigo. Llegaron a un lugar que se llama bajada del caracol y cuando fui y llegué trotando y de repente la gente se esfumó. Fue muy desesperante, era increíble perderme ahí en ese instante. Los vi cuando bajaban pero cuando llegué no los vi más. Era una bajada y camino más tranquila en la bajada porque hay que cuidarse más. Me hago cargo de que no dije que me aguanten un segundo hasta que me acomode. No hay que suponer nada.

-¿Cómo hiciste con el frío?

-Me habían prestado una térmica y una capa de lluvia que fue lo que me ayudó a evitar la hipotermia y también a que llevé un par de medias de más y traté de mantener las extremidades calentitas. Fue una experiencia de aventura, de locura, de miedo y de un montón de emociones. Encontré una cueva y decidí bajar del lugar. El lunes dormí todo el día y me metí a la cueva a esperar una señal. A la tardecita vi un avión y no pasó nada. Ese día no comí nada, tuve un chicle en la boca por varias horas y el martes comí la naranja que tenía y empecé a caminar. Sentí que pasaba un helicóptero pero no me vieron. Cuando empecé a caminar empezó a llover y encontré una cueva. Sé que la roca es mi fiel amiga, la seguridad ante todo.

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