Catherine Fullop con Coco, el hurón de su hija Oriana Sabatini.

El hurón llegó a ser la tercera mascota más popular después del perro y el gato. La especie es importada de Estados Unidos y desde la pandemia no ingresaron más.

Florencia Pergañeda tiene este animal como mascota y relata: “es tanto el amor que te dan” los hurones que sin dudas volvería a tener uno. Sin embargo, es también por amor que no lo hará. Al menos, no en estas condiciones: importados con solo meses de vida, después de un conjunto de procedimientos que define como “crueles” y con problemas de salud que los vuelven muy delicados.

Los hurones llegaron a la Argentina en los noventa y se volvieron, al menos hasta hace unos años, el tercer animal de compañía en la Argentina, solo después de perros y gatos.

Son animales simpáticos, juegan a buscar la pelotita o cazar con una caña de pescar, igual que un gato, pero también salen a pasear con correa por la calle, como un perro.

La picardía los caracteriza en miles de videos virales en TikTok. También lograron enamorar a personalidades como Oriana Sabatini y su mamá Catherine Fullop (que tuvieron a Coco), a Facundo Arana (Staks) y a Candelaria Tinelli (Ranji).

Esta especie pesa entre 0,7 y 2,3 kilos y tienen fama de ser “muy ladrones”. A Florencia y a su hijo les sigue escondiendo las medias a zapatos en lugares impensados, como el interior del sommier.

“Ella es un cohete. Los hurones duermen entre 18 y 20 horas por día, pero cuando están despiertos son una máquina de hacer macanas y, sobre todas las cosas, necesitan jugar. Lorenza va, viene, salta. Le tiro una pelota y me la trae, hago como que aparezco y desaparezco con un almohadón, le puse unos túneles para que corra y también unos peloteros”, explica Florencia.

En Estados Unidos y Europa, los hurones siguen siendo la mascota más popular de todas, dentro de lo que se conoce como animales domésticos no tradicionales.

En Buenos Aires, la realidad es bien diferente. Dejaron de importarse con la llegada de la pandemia y los que quedan ya son en su mayoría adultos que se acercan a la expectativa de vida promedio de 7 años, y pueden vivir hasta los 9.

Como Lorenza, la hurona de Florencia, los ejemplares más jóvenes llegaron al país en 2019, por lo que ya tienen unos cuatro años. Y la tendencia, por razones ambientales y de protección ambiental, parece indicar que serán los últimos, a excepción del mercado negro o de adopciones no responsables.

¿Qué pasa en la Argentina?

Hoy, los hurones están permitidos. “(La adopción) es legal siempre que estén debidamente comprados a criaderos”, informaron a Clarín desde la Agencia de Protección Ambiental. En ese sentido, es importante aclarar que se refieren a la raza doméstica de hurones, que es la mustela putorius. Los hurones silvestres, cuyo nombre científico es galictis cuya, son los que se encuentran en el campo.

“El hurón silvestre es un animal que no se debe tener en cautiverio. El que estaba antiguamente en los campos y lo encerraban en un galpón para cazar ratones, cosa que no se usa más”, indica a Clarín Fernando Pedrosa, presidente del distrito 1 del Colegio de Veterinarios de la provincia de Buenos Aires y especialista en animales “no tradicionales”.

Y contrasta: “Los hurones domésticos son animales que vienen de criadero, sobre todo de Estados Unidos, de un criadero que se llama Marshal, y que fueron importados hasta la pandemia. Ahora no entran más, a excepción de gente que se vino desde Europa o Estados Unidos y los han traído, o de argentinos que viajan a esos países para poder traerlos”.

El problema hoy es “político”, asegura Matías Wullich, de Centro Pet, una veterinaria que desde 1999 se especializó en animales pequeños de compañía, como jerbos, canarios o hamsters, entre otros. Con los hurones, comenzaron hace 15 años y eran el principal importador en la Argentina, hasta 2020.

“El hurón estuvo muy de moda acá. Es un animal doméstico hace más de 5.000 años, de la época de los egipcios, que es carnívoro, un bichito que corre, salta, es muy expresivo, inquieto, muy nocturno y no hay persona que lo haya tenido que no los ame. Son muy divertidos y ladrones, porque cuando algo les llama la atención lo cazan y se lo llevan. Muchas veces son medias, porque les gusta el olor de los pies”, describe el hombre.

Sin embargo, cuando se regularizaron los vuelos, según Wullich, el Ministerio de Ambiente de la Nación no autorizó su comercio. “Hoy en día, yo tengo la autorización para importarlos, pero no para venderlos. Destacan que es porque los consideran animales silvestres, lo que habla de mucho desconocimiento porque la especie de hurón que nosotros importamos directamente no existe en la naturaleza, fue creada en laboratorio”, afirma.

Y continua: “Esto tiene que ver con una tendencia muy proteccionista, de intentar quedar bien, pero es muy grave, porque cuando el Estado no permite traer animales de criaderos, lo que surge es el contrabando de animales, que se provee de criaderos irregulares y animales silvestres”.

Una especie que requiere muchos cuidados

Más allá de las trabas para conseguir uno, Pedrosa señala que también existe más conciencia sobre la condición de salud que suelen presentar los hurones. “Es como elegir hoy tener un bulldog francés, con toda la información que tenemos. Sabés que es para tener problemas”, compara Pedrosa, quien también es propietario de Fauna Vet, su propia veterinaria especializada en animales no tradicionales.

“Un problema que encontramos generalmente en los animales que se importaron desde Estados Unidos es la presencia de una suma de patologías, vinculadas a tumores, sobre todo linfomas, que podrían deberse a una cuestión de consanguinidad o a orígenes virales”, establece.

Y en segundo lugar destaca que los animales “llegan con una mala alimentación, basada en alimento balanceado, que tiene alto contenido de hidratos de carbono, cuando los hurones, al ser carnívoros, tienen sus sistemas digestivos preparados para consumir proteínas, lo que produce una patología que se llama insulinoma”, detalla.

Fuente y foto: Clarín