Por anticipado, pregunté a la policía y algunos funcionarios de la provincia de Córdoba, si estaría cortada la ruta a las Altas Cumbres, por el prime del Rally Punilla. Me aseguraron que “de ninguna manera pasaría eso: sería una locura interrumpir el tránsito en la ruta”.

Confiada, partí el sábado 28 de abril a las 8.30 desde San Antonio de Arredondo a Traslasierras, camino a otro destino.

Al pasar el tramo de Copina, con la Policía Caminera y de la Provincia, que asesoraba y dirigía a los automovilistas, rumbeamos, mate en mano, a un viaje de ocho horas. El reloj indicaba que a las 17,30 estaríamos allí, previa parada en la feria de Las Rosas, para abordar un nuevo viaje a la cordillera.

Al llegar a dos kilómetros antes de El Cóndor, a las 9.15, centenares de autos ya estaban varados. Había que esperar hasta las 11 que abrieran los caminos para que los amantes del Rally empezaran ingresar a la zona delimitada.

Pasaron las horas. Sólo pude ir subiendo por face, en los tramos con señal, algunas imágenes que podía sacar.

Desde Copina a El Cóndor esperamos cuatro horas en estado de injusticia absoluta. Sin información, la única certera fue la de los bomberos de Icho Cruz, que me puso en alerta de espera.

En cuatro horas, en que ya los automóviles se podían contar por miles y se rompieron las manos de ida y vuelta del peligroso camino a Las Altas Cumbres, sólo pasó un móvil de la Caminera.

Asistí a personas en pánico, porque no había como moverse. Enfermos que regresaban de diálisis de Córdoba y debían llegar a Mina Clavero; una hija que iba al entierro de su padre en Caucete, San Juan. Tantas historias como autos que esperaban desesperados en la ruta, alguna señal de movimiento. No se avanzaba ni se podía retroceder, porque los dos carriles y las banquinas se cubrieron de autos.

Una espera de cinco horas, nos permitió llegar hasta El Cóndor, donde dos policías, desviaban los autos al Rally y los que seguían de viaje.

Y llegó el relax. Estamos en camino.

La imagen fue tremenda. Inesperada. Casi un cuento de ciencia ficción. A metros, nos esperaba una caravana de autos que venían en nuestra dirección ocupando todos los carriles.

No había policía, ni caminera. Desprotección absoluta. El caos generalizado y ahora, sí, la casi desesperación del no saber qué ocurre. Cómo se organizó este Rally internacional. Dónde está la seguridad de los ciudadanos y la organización tan publicitada.

El tramo desde El Cóndor hasta La Posta fue trágico. Centenares de autos aparcados en cualquier lugar. Conductores borrachos. Acompañantes alcoholizados circulaban por la ruta sin control. “ Es la fiesta del Rally” gritaban con las ventanillas bajas.

Durante seis horas estuvo ausente toda la seguridad provincial en estos kilómetros. Al pasar La Posta, más organizados, la policía pudo agilizar el tránsito y desviar por otro camino a los miles que iban a la ver la carrera.

No hubo un solo control de alcoholemia. No había recursos humanos para hacerlo. No había organizadores del Rally que se preocuparan y ocuparan por lo que les pasaba a miles de personas varadas en las Altas Cumbres.

Un periodista publicó en uno de mis posteos en Facebook “ El lado oscuro del Rally” la frase más certera para este viaje que terminó a la 1 de este domingo, con la paciencia y afecto entrañable de quienes nos esperaban.

No es fácil experimentar nuevas propuestas, como se anunció en esta oportunidad, cuando las anteriores nunca fueron resueltas.

A esta hora de la madrugada, la fiesta del Rally está en su esplendor para miles de personas que llegaron de todo el país y el mundo.

Para los ciudadanos que vivimos lo cotidiano, fue una experiencia que transita el frágil equilibrio entre la desesperación y el abandono.

 

El artículo fue publicado en el portal Punilla al Sur, que dirige la autora de la nota.