Si Dios atiende en Buenos Aires, durante el Carnaval rockea , bebe cerveza y pogea en las sierras de Córdoba.
Entré al predio temprano con la expectativa alta puesta sobre todo en los escenarios más pequeños, y con la alegría que cargo siempre desde que comenzó el Cosquin Rock, allá por el comienzo del siglo gracias al ladrido del perro.

Lejos están esas primeras plazas de Cosquín de este megafestival al estilo Europeo, donde la diversión está por todos lados y para todos los sentidos.

Desde temprano se escucharon las bandas sonar al unisono en todos los escenarios dispuestos para la edición 2018.

En los hangares sonaba el rock a todo volumen y sorprendió la banda Coya con un set impecable, por momentos con reminisencias en su vocalista y guitarrista a Gary Clark Jr.

Momentos mas tardes y después de tomar una cerveza, que bien podrían abrirle la puerta a lo artesanal y no dejar que grandes marcas copen todo, nos movimos al escenario temático donde la banda chilena Guachupé hacia mover los pies a cantidades importantes de trasandinos de llegaron a estas sierras para seguir a su banda con el mismo espíritu con que el que siguen a su club de fútbol. Humo dulce, camisetas de fútbol, banderas hondeando en el aire hicieron de este show un evocación de Kapanga. Soy el falso Mono de Kapanga salió, al terminar, desde el micrófono, lo que habla sin dudas de que la banda chilena conoce muy bien el cancionero kapangero.

Dejamos el humo y la cadencia punk-Ska-cuarteto (sí, chilenos sonando como una Mona más acelerada) para ir de nuevo a los espacios más pequeños en los que suceden las cosas por las que Cosquin Rock se autodenomina federal. El universo Geiser hacía su presentación con lo nuevo del indie y algo más. De la Rivera me trajo el synth pop de los ochenta renovado y en español , no es poca cosa desde que Moura viajó al mundo de los recordados. Con mis oídos entrenados por Depeche Mode , New Order, Pet Shop Boys y otros sintetizadores ingleses, este momento fue un encanto de buen gusto, y con una puesta visual más que interesante para el poco presupuesto que maneja la banda de Villa María. Exquisitos y de buen gusto me hicieron mover los pies. Pero, para mi asombro, lo que sacudió mis prejucios de hombre hecho bajos acordes en tono de rock, fue lo que siguió en el mismo espacio. De repente, un ejercicio de de guitarra empezó a llamar mi atención sin músicos en escena y sin saber quien venia luego, quedé encantado con lo que parecía un calentamiento de dedos antes de subir a escena. Mi asombro fue el mismo que cuando vi al medico al salir del vientre materno, busqué otra cerveza y me apresté a ver lo que para mí fue la mejor sorpresa del Cosquín Rock. Airbag es una banda de rock: si, señores; esos hermanos que creíamos que hacían música para adolescentes crecieron y la roquean de tal manera que Slash tiraría su sombrero al aire loco por seguir escuchando esa viola volar.

Después de hidratar nuestros cuerpos, esta vez con agua, fuimos a ver un plato clásico: Las pelotas sonaban en el principal recorriendo su último disco mixturado con los clásicos de antes y los temas bajón de siempre, esos que Daffunchio canta de tal manera que logra que la plaza coscoina no se duerma , le preste atención y piense en lo que personalmente creen.
Virtuosismo y grandes canciones siguieron por todos los escenarios. Octafonic hizo de lo suyo al igual que Francisca y los exploradores. El escenario temático seguía en su nube blanca de habemus reggae al ritmo del Lobo de Dancing Mood.

Ciro entro y demostró que sabe domar al toro del rodeo, con su lista de temas bien festivalera, llevó a los de ahora y  a los de antes que ahora usan Nopucid, a bailar y cantar en todos los temas. Este hombre sabe a qué viene y cuándo viene.

Credence quedara para algún nostálgico o para esos señores del vip de camisa a cuadros:  no sumó nada. Preferí a Los Pericos, que demostraron que son la banda de reggae y con el hijo de Peter Tosh (Andrew), demostraron que su vinculo con la madre patria jamaiquina esta más que ganado: 5 estrellas para ellos.

Luego fui para el plato principal para los que vimos a Sumo en el Chateau Rock. Skay hizo de Patricio Rey un recuerdo individual y colectivo que sobrevuela cada vez que esa Gibson se enchufa y vibra en los dedos del prestidigitador de La Plata. Como siempre, no puedo decir mucho de esto: sólo disfruté y escuché.

Texto: Gastón Flachs

Fotos: Cosquín Rock