Por Gonzalo Andrés Vivas. No fue sino hasta finales del 2019 que la palabra pandemia salió de su frasco posmoderno: las mentes de los cineastas de Hollywood que producen películas distópicas de manera igualmente proporcional a la producción de hamburguesas. Catástrofes naturales, invasiones extraterrestres y pandemias generalizadas a partir de una enfermedad desconocida son las tramas preferidas y que cuando parecen acabar con gran parte de la humanidad, el protagonista descubre una fantástica cura y la catástrofe termina.

El Covid-19 no apareció en los medios de comunicación hasta que llegó a Europa por avión en enero del 2020, después de su explosión en China y su supuesto inicio en Wuhan. Más que a los especialistas en el tema -que si lo venían haciendo sistemáticamente desde el año 2003- nadie parecía prevenir una pandemia de este calibre.

Al día de hoy, más de 5 millones de muertos a nivel mundial y 120 mil a nivel local, ocupando la decimotercera posición en el ranking de la muerte.

Alberto Fernández asumió a fines del 2019 con la expectativa de poder torcer el malestar económico y la crisis que se había desatado particularmente desde fines del 2017. Recesión económica, constante drenaje de dólares desde el BCRA a partir de un sobre-endeudamiento inédito en la historia argentina, un descalabro inflacionario a niveles récord del 52,4 %,  la mega devaluación de Prat Gay que llevó la pobreza a niveles record del 45%, pero por sobre todo, un giro político económico que buscaba terminar el estancamiento del 2015 a partir de amalgamar su política económica a los lineamientos del pensamiento dominante en el ámbito internacional; preferentemente Wall Street y “los mercados”. Estos actores suelen repetir el libreto de exigencias: mayor desregulación, apertura y disminución de la intervención del estado en lo social.

Los oficialismos y la gestión en pandemia

Ante la aparición de la pandemia y de un virus excepcional y desconocido, los oficialismos tuvieron por desafió afrontar varios frentes; por un lado, el frente sanitario que implicaba llevar a cabo la mejor gestión posible de la crisis disminuyendo daños; por otro, afrontar el frente político y/o económico propio de la coyuntura. Para el caso de Argentina, se asumió el desafío de encarar los tres frentes en simultáneo.

Los oficialismos a nivel global, en general, han perdido cuan elección sucedió. Algunos casos como EE. UU, Reino Unido, Canadá, Alemania o España, los oficialismos sufrieron reveses electorales muy importantes. En el caso de Alemania puntualmente, el partido gobernante “CDU” de Ángela Merkel y que atraviesa el último año de gobierno, perdió rotundamente con el peor resultado histórico en legislativas. Argentina no fue la excepción.

La gestión de la pandemia implicó duras negociaciones geopolíticas sobre patentamiento, producción y distribución de vacunas e insumos médicos en todo el globo. Hemos sido testigo de apropiaciones de insumos médicos como el caso de Francia a Turquía o mecanismos mundiales ineficientes como COVAX que han dejado a los países más pobres por fuera del acceso a las vacunas.

A su vez, las manifestaciones de conspiración y rechazo a las vacunaciones han cobrado inusitada centralidad. Las disposiciones y restricciones a la circulación han despertado reacciones y críticas con la prerrogativa de la libertad y libre circulación. En ese sentido, los oficialismos debieron encarar medidas ambivalentes y controversiales que respondían al modo en que consideraban que debían enfrentar los efectos de la pandemia. Ya sea por la recién mencionada circulación y restricción a la movilidad y penalización por infringir las medidas dispuestas como por las ampliaciones de partidas presupuestarias a los sistemas de salud, las campañas en favor de los cuidados y la responsabilidad social, la asistencia al trabajo y producción como fue el IFE y ATP, la vacunación masiva y su organización, la apuesta por desarrollos científicos locales en torno al covid-19, entre otras.

La popularidad y los índices de aprobación fueron atados al despliegue del virus en cada situación con una amplitud de oscilaciones que coqueteaba extremos. Tal como es el caso del Alberto Fernández entre mayo del 2020 y mayo del 2021: así como alcanzó los índices de aprobación probablemente más altos de la democracia que rozaron el 90%, tocó pisos del 20% cuando trascendió el festejo de cumpleaños de la primera dama en la residencia de Olivos en plena cuarentena.

Las oposiciones y la reacción en pandemia

Desde el insólito e inédito asalto al Capitolio en enero del 2021 por parte de los seguidores de Trump hasta la inflexible salida del Reino Unido de la UE con desabastecimiento incluido, las oposiciones han transitado un vaivén de acercamiento/distanciamiento de los oficialismos de acuerdo al desarrollo de la pandemia. Justamente, han emergido expresiones radicales y fundamentalmente de extrema derecha que han cobrado notoriedad en pandemia, en principio, por la hiper-tecnologizacion que obligó al uso e incorporación de computadores y teléfonos avanzados, pero luego por la creciente insatisfacción con los oficialismos y con el rol estatal en la gestión pandémica. Hungría, Polonia, Reino Unido, Israel, Bolivia, Alemania y Estados Unidos entre muchos otros han presenciado la aparición de fenómenos cuya acción ponía en peligro los resortes principales de la democracia occidental.

Fue en Argentina donde justamente aparecieron “las marchas anti cuarentena” o “los anti vacunas”. Por señalar algunos ejemplos más, en Estados Unidos se vacunó menos del 50% de la población, al igual que en Rusia, y se debió principalmente a la desconfianza o rechazo de las vacunas al mismo tiempo que se machaba a los gobiernos el aumento de fallecidos. Las oposiciones fueron capitalizando los errores en gestión y que muchos fueron propios de gestionar lo desconocido; las instancias electorales, pondrían sobre la mesa el grado de aprobación o desaprobación, de enojo o apoyo de las sociedades

Contexto local: PASO y Generales

La situación económica pre-covid, como decíamos, distaba de la tranquilidad que vivían los países del primer mundo. Argentina vivía una recesión con inflación. El programa económico que proponía el oficialismo se interrumpió por la pandemia. La DISPO y ASPO implicaron una enorme caída de la actividad industrial y el PBI, que el oficialismo decidió sopesar con los ya conocidos IFE y ATP, como así congelamiento tarifario y prohibición de despidos.

Las PASO fueron un duro revés para el gobierno. La diferencia a nivel nacional se situó en 10% entre Juntos por el Cambio y el Frente de Todos. El oficialismo había perdido en los principales distritos urbanos del país: CABA, PBA, Córdoba, Rosario, Santa fe y Mendoza. La participación electoral fue la más baja de la historia democrática desde el año 1983. En términos generales, el oficialismo había sufrido un revés en 10 provincias con respecto al 2019:

 

A su vez, se daba por hecho la pérdida del quorum oficialista en el Senado como así también la primera minoría para el oficialismo en Diputados. Esto provocó un envalentonamiento en la oposición que se reflejó en los dichos de la candidata de CABA y ex gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, sobre el cambió de presidencia de la Cámara o el “vacío de poder y transición” del ex presidente Macri.

Se esperaba que el resultado de las PASO se replicará y profundizará en las generales de noviembre. El peronismo llegaba con muestras de interna, con inestabilidades y graves problemas en el frente económico y con un número no grato de fallecidos por Covid-19. Sin embargo, nuevamente el peronismo logró apoyarse sobre su estructura material y simbólica que, sin bien no trastocó la diferencia final a nivel nacional (entre 8 y 9 puntos), efectivamente recortó la distancia e incluso recuperó distritos y provincias que en las PASO fueron adversas. La oposición solo pudo mejorar su performance electoral con respecto a las PASO en Córdoba, Corrientes y Entre Ríos.

El oficialismo por su parte, recorto distancias significativas en Mendoza, PBA, Santa Cruz, Chubut, La Pampa, Santa Fe, Jujuy, Misiones, San Luis y triunfando en Chaco y Salta.

Lo que viene a nivel nacional

El resultado electoral evidentemente puso frenos a las ambiciones y ansiedades de la oposición por capitalizar el enojo y la crisis socioeconómica que atraviesa Argentina. Por otra parte, el Peronismo nuevamente puso sobre la mesa su enorme capacidad de organización, gestión y resiliencia que le permite relanzar su gobierno de cara a los dos próximos años. El piso electoral, no bajó del 33% de los votos a nivel nacional. Lejos del “fin del peronismo”, resulta claro que cualquier acuerdo político implica la consideración de todos los actores sociopolíticos.

El oficialismo por su lado, tiene el desafío de cumplimentar su contrato electoral, reencausando el escenario económico y otorgar certidumbre y bienestar a la sociedad argentina en los próximos dos años con el objetivo de terminar con la crisis. Las estimaciones económicas aseguran una recuperación económica de entre 7 y 9% para el 2021 y algunos índices incluso apuntalan crecimiento económico en sectores industriales en niveles pre pandemia, algo que superó con creces las expectativas post-covid 19.  Para continuar con ello, debe establecer un plan económico, lograr un acuerdo con el FMI que lo libre de exigencias irrisorias en el actual contexto y debe convocar a variados sectores sociopolíticos apuntalando un acuerdo político para combatir la inflación y generar condiciones macroeconómicas claras y medianamente consensuadas, entendiendo la dificultad tales acuerdos de intereses. Debe entender la imposibilidad de gobernar sin acuerdos.

La oposición, más bien, debe repensar la forma en que desarrolla sus propuestas de gobierno. En términos políticos, no alcanza con el antiperonismo y el anticristinismo. Debe repensar sus liderazgos considerando sobre todo lo referido al ex presidente Macri con sus disimuladas ambiciones de lograr un segundo mandato. También, congraciarse con la idea de la persistencia del Peronismo en el escenario político argentino; de alguna manera, abandonar la fantasía fascista de una argentina sin Peronismo. En términos económicos, desarrollar una propuesta que contemple al conjunto de la sociedad argentina y sobre todo al sector industrial y agroindustrial desestimando experimentos en un escenario real de 50% de pobres.

La oposición tiene una tarea difícil de cara al 2023: sostener la coalición en momentos donde, por un lado, el radicalismo renueva sus expectativas de gobierno y pretende disputar poder a la par del PRO y que se reflejó tanto en Facundo Manes en PBA como en Rodrigo de Loredo en Córdoba; y por otro, donde la derecha más dura -condensada en la figura de Javier Milei y José Luis Espert- obliga a la radicalización de las posiciones de Juntos quitándole votos “por derecha”, atacando a sus “palomas”.

Sea cual fuere el desenlace, la elección parece haber dejado sensaciones heterogéneas en la oposición y oficialismo; Para el caso de la oposición, la ratificación y celebración de su triunfo a nivel nacional y provincial al mismo tiempo que cierta inconformidad en los números generales. De alguna manera, en el momento más crítico del oficialismo no pudo lograr la primera minoría en diputados y no colmó sus expectativas, sobre todo por la espera de un triunfo aplastante. Como dice el dicho, “lo tenía en el piso y no lo remató”.

En el oficialismo ocurrió una primera sorpresa con las PASO y decepción por el resultado. También se esperaba una derrota mayor en las elecciones generales con consecuencias en la coalición de gobierno. No solo no ocurrió, sino que los resultados y la derrota “positiva” colmaron las expectativas de un Frente que necesitaba reencontrarse y acumular poder, como es el caso del logro de la mayoría en el senado de la Pcia de Buenos Aires.

Lo que viene es un escenario bien estructurado en dos coaliciones que deberán suavizar sus tensiones al interior y que caminan al 2023 con los desafíos señalados: el oficialismo, otorgar certidumbre en una época de incertidumbres. La oposición, desarrollar una propuesta de gobierno desechando figuras retóricas efectivas pero clásicas como es el antiperonismo.

Quizás sea un preaviso lo que vaya a suceder en el escenario provincial de Córdoba y la postura que asuma Hacemos por Córdoba; debatirse entre: 1- la continuación de la clásica prédica cordobesista y la autonomía partidaria provincial y que esta vez resultó insuficiente para las elecciones, 2- hacer un “pleno” y apegarse al devenir de gestión del gobierno nacional intentando mantener su identidad, 3- radicalizar su distancia con el gobierno nacional. Esta última, con el riesgo de difuminarse entre la oposición de Juntos que hoy hegemoniza la provincia y con el riesgo de perder la gobernación después de 20 años ininterrumpidos de gobierno.