Aquí y allá, nosotros y los otros, en la eterna puja por el poder

Por Fernando Agüero. En Latinoamérica asistimos a un periodo histórico de relevancia. Los sucesos que se iniciaron en Ecuador, con las protestas masivas contra el ajuste propuesto por el presidente Lenín Moreno, se propagaron como chispas de un incendio que atravesaron fronteras, si es que éstas existen para las problemáticas de índole social.

Le tocó el turno a Chile, en donde todo comenzó con una simple movilización de estudiantes secundarios que fueron reprimidos de manera feroz por “los pacos”, como llaman a los Carabineros, y desató una ola de violencia nunca vista en el país vecino con protestas que hace temblar la permanencia en el poder del presidente Sebastián Piñera. Hay muertos en las calles, mujeres abusadas y cientos de personas que perdieron sus ojos por una represión sí observada en otras épocas tanto en el país transandino como en cualquier otro de nuestro continente.

Le sigue Bolivia, con protestas que emergieron desde otro sector político y social más referenciado con la derecha tras un proceso electoral cuestionado en el que el presidente Evo Morales había retenido el poder. Los días pasaron, la muerte también se hizo presente en las calles y Evo decidió pedir asilo político en México. Amplios sectores categorizaron lo sucedido como un golpe de Estado y si uno observa cómo se dieron los acontecimientos, y cómo se continúan dando, no cabe ninguna duda de que así fue.

Argentina vive un proceso de transición que por momentos muestra visos de madurez en la clase política y en otros instantes, la profundidad del quiebre social y político en el que estamos inmersos desde el arranque de nuestra nación, con distintas banderas y matices.

“Hay que alternar personas y partidos, no hay drama con eso”, dijo el presidente uruguayo, tabaré vázquez, que entregará el poder a un adversario. 

Hace pocos días hubo elecciones en Uruguay. Fue un balotaje con final abierto. Ganó el candidato de la derecha Luis Lacalle Pou, hijo de un expresidente. En la mañana del domingo, en pleno fragor electoral, el presidente Tabaré Vázquez (del progresista Frente Amplio) atendió a los periodistas que lo esperaban para escuchar su declaración. La cita en el título del diario uruguayo que leí me sorprendió: “Hay que alternar personas y partidos, no hay drama con eso”, dijo el mandatario que entregará el poder a un adversario. 

Las problemáticas de la política macro tienen la posibilidad de ser observadas con microscopio en la realidad palpable de nuestras ciudades y pueblos, en lo que se vive en el día a día de las comunidades.

El gran escritor argentino Osvaldo Soriano guardaba en su pluma un artilugio que se reprodujo en novelas y cuentos encantadores en las que quedaron esbozadas con cruda certeza las heridas del país en pequeños poblados olvidados por los centros de poder.

Es un buen recurso traducir estos fenómenos globales y continentales a un lenguaje local que hable de lo que pasa en nuestras ciudades. Sobre todo para comprender que el poder nunca es perpetuo, que existen -y se deben respetar- las instancias de diálogo y debate entre diferentes fuerzas políticas e ideológicas y que -ese poder- siempre se comparte con el pueblo, el verdadero soberano.