Alberto es Patoruzú ;Trump, Isidoro Cañones

Román Calos De Vit. En 1928, el brillante Dante Quinterno alumbró a Patoruzú, el último Cacique de los Tehuelches. Sin duda alguna, se convirtió en el primer superhéroe argentino y también fue mi primer ídolo.

Mis padres estrenaron la ley de divorcio y en cada visita semanal mi viejo aparecía a buscarme en su Fiat 125 negro con un ejemplar de la historieta de este titán que no volaba, ni disparaba rayos láser, sus poderes consistían en su fuerza y su valentía.
Inmediatamente me cautivó su simpleza, sin capa pero con poncho, con boleadoras como armas y nutrido con las empanadas de la Chacha, un Superman a la argentina, corajudo y bonachón.

Cada tanto mi “Tata” me traía otra tira cómica, Locuras de Isidoro, donde el mismo autor relataba en clave cuasi bizarra, las aventuras de un playboy ricachón, vividor e irresponsable, sobrino de un militar aristócrata, cuyo superpoder era vivir de arriba, siempre tratando de pegar una fija en el Hipódromo de San Isidro o alguna martingala en el Casino de Mar del Plata. Que te sirva de entretenimiento, pero no de ejemplo, fue el consejo paternal.

Hoy, finalizando marzo del 2020, ya no leo historietas sino diarios on line que constantemente actualizan de las malas nuevas acerca de la Pandemia del COVID-19 y lo veo a nuestro presidente, haciendo de Patoruzú, atajando con la chancleta las balas de una nueva crisis que le grita quiero retruco, pero Alberto no se achica, le pone el pecho a la situación y le canta quiero vale cuatro a la economía con una simple frase: “estoy privilegiando la vida de los argentinos”.

Enciendo la tele y aparece Mr. Donald Trump, otro playboy ricachón, que no juega al truco pero si al poker y, con la vida y salud de los estadounidenses como ficha, apuesta all in a favor de la economía ultracapitalista, queriendo obligar a algunos rebeldes gobernadores de su confederación a romper la cuarentena y mandar a todo el mundo a la calle, sin importar las consecuencias que ya son gravísimas en su país. El show debe continuar, para que comience a girar la maquinaria especulativa de la bolsa de Wall Street, donde Isidoro Cañones hubiera soñado timbear y hacer saltar la banca.

Miro por la ventana y lo veo llegar a mi viejo, que viene a hacer su cuarentena a un departamentito al fondo de mi casa, quiero ir a abrazarlo pero no puedo, duele mantener distancia, pero hay que hacerle caso al Cacique Alberto, así entre todos le ganamos la partida de truco al Virus.

¡Quedate en casa Canejo!