La Plaza de San Pedro se transformó anoche en un escenario global con Grace for the World, un espectáculo que reunió a artistas de fama internacional y que funcionó como cierre del Encuentro Mundial sobre la Fraternidad Humana.

La cita fue pensada como un homenaje al Papa Francisco y como un gesto cultural que buscó transmitir un mensaje de unión y esperanza en medio de un mundo atravesado por conflictos.

La velada combinó música, testimonios y tecnología. En el escenario se presentaron Andrea Bocelli, Pharrell Williams con el coro gospel Voices of Fire, John Legend, Karol G, Il Volo y Angélique Kidjo, entre otros, bajo la dirección musical de Adam Blackstone.

El Vaticano fue también escenario de una novedad: más de 3.000 drones iluminaron la cúpula de San Pedro con figuras inspiradas en los frescos de la Capilla Sixtina, en un espectáculo aéreo que sorprendió a los miles de asistentes.

El evento fue gratuito y abierto al público, algo inédito en la historia reciente del Vaticano, y tuvo transmisión mundial a través de Disney+, Hulu y ABC News Live.

Para la Santa Sede, no se trató de un simple concierto sino de un “proyecto cultural” que sintetizó el espíritu del encuentro de fraternidad: durante la semana previa se realizaron mesas redondas y talleres con referentes internacionales de la política, la cultura y la ciencia.

La Fundación Fratelli Tutti, organizadora del Encuentro, señaló en su comunicado que la propuesta buscó lanzar “un abrazo simbólico al mundo” y renovar el compromiso colectivo con la fraternidad y la protección de la creación. La elección de artistas de diferentes géneros y orígenes tuvo un sentido político y espiritual: mostrar que la diversidad puede dialogar en un mismo escenario.

El Papa Francisco no estuvo en la plaza, pero su figura atravesó todo el evento. El espectáculo se inscribió en el calendario del Jubileo 2025 y fue leído como un homenaje a su pontificado y a su insistencia en colocar la fraternidad humana en el centro del debate mundial.

Más allá de su costado artístico, Grace for the World funcionó como una puesta en escena del Vaticano frente al mundo: un llamado a la convivencia y al cuidado de la Casa Común, expresado no en documentos ni discursos, sino en música, luces y emociones compartidas.