Con un estilo indiscutiblemente propio y una vocación de entrega por el trabajo en pos de la verdad, Miguel “Tubo” Durán deja un sinfín de enseñanzas para una generación de periodistas que tuvieron la suerte de conocerlo y de trabajar junto a él en distintos medios de Córdoba.
Este lunes se conoció la triste noticia de su fallecimiento. Tenía 70 años. A lo largo de su carrera, que desarrolló en gran medida en la sección de Sucesos (Policiales) de La Voz del Interior, recibió numerosos premios nacionales e internacionales.
Fue redactor del Nunca Más y recibió el premio Jerónimo, como ciudadano de Córdoba. Además, fue galardonado por la Cruz Roja Internacional por sus artículos sobre la guerra de Kosovo.
Su cobertura del caso María Soledad Morales y del juicio que se siguió en Catamarca por el femicidio de la adolescente a manos de hijos del poder político provincial fue fundamental para que el caso tuviera relevancia nacional.
El año pasado, Carlos Paz Vivo lo entrevistó para el Día del Periodista y en el reportaje aseguró que la clave del oficio es “estar, estar y estar”.
-¿Cómo te picó el bichito del periodismo?
– Nació hace ya muchos años porque entré al diario Los Principios y no sabía bien escribir a máquina. Le daba con un dedo y otro dedo de la otra mano. Un día me mandaban a hacer una nota policial y al otro día una de la Universidad. El diario tenía un secretario de redacción que era un negro divino, José Isidro Correa. Ahí me fui haciendo sobre todo yendo al taller y aprendiendo a leer el plomo al revés. Porque en esos años los diarios se hacían así. Ahí empecé a pegarme frentazos también, no te creas que no, porque todos nos hemos pegado con la frente alguna vez. En mi caso, soy un tipo al que no le gusta el grabador, que quizás sea una forma de tomar precauciones después. En mi caso, la primera vez que usé un grabador me lo prestó un tipo para hacer una nota al que era presidente de la OEA y venía a Córdoba a recibir el doctorado honoris causa. Era un aparato grandote, como una radio de esas grandes. Y cuando terminé la entrevista me di cuenta de que no había grabado nada. Salí despesperado a la calle a buscar al tipo. Le digo: escúcheme, por favor, hagamos la nota de nuevo porque si no me echan del diario. Me subió al auto y fuimos hablando y yo anotaba todo en una libreta. Así salió la nota. Y desde ese momento confío en el lapicito y en el cuaderno. Estuve tres años y medio en Los Principios y después pasé a La Voz. Entré el 26 de diciembre de 1979 y en enero quedé efectivo.
-Sos de la generación del plomo pero pasaste por todos los momentos hasta hoy, la era de Internet. ¿qué sentís que se ganó y qué se perdió?
-Lo que han perdido muchos periodistas es la honestidad. Los políticos los tientan, los tientan a los empresarios y caen mucho. Yo jamás acepté nada nada que no fuera mi sueldo de periodista. Y por eso duermo tranquilo, miro a mis hijos tranquilo. Siempre hice mi laburo como lo tenía que hacer y eso es lo que tiene que hacer un periodista, sin arrugar y yendo al frente siempre. Diciendo la verdad siempre y no hace falta la soberbia. Yo veo muchos soberbios de la tele y eso es una estupidez, la estupidez humana. No hay nada como vivir de su trabajo y que te guste tu trabajo, que disfrutes.
-Dicen si te gusta tu trabajo, es como estar jugando…
-Sí, yo era el primero en llegar y el último en irme del diario. Me perdí un poco disfrutar a mis hijos cuando eran chicos. Así que no me arrepiento nada. Estoy muy feliz…
-Tuviste varios premios por tu trabajo…
-Estuve 24 días en Kosovo durante la guerra. Y por esas notas me dio un premio la Cruz Roja y estuve una semana en Ginebra (Suiza) para recibirlo. Con las mismas notas gané el premio de Derechos Humanos de Adepa. Era muy amigo del jefe de la Región 3 de Gendarmería y él me invitó a ir a Kosovo. Me instalé en el cuartel y fue una experiencia única. Ver a las familias destruidas, a los tanques entre las ciudades, en la calle, los alambrados. Estuve en dos procedimientos a las tres y media de la mañana y sacaba fotos con una máquina prestada por el Negro Moyano. Me pusieron un chaleco antibalas y subimos una montaña. Había chicos, mujeres, vimos un operativo para salvar a un hombre que estaba con un ataque cardiaco. El médico que iba con nosotros lo asistío. ….
-¿Qué le dirías a un pibe que está por empezar a trabajar?
-Hay tres palabras: estar, estar y estar. La información no te llega bien si te quedás sentado. Nunca te va a venir así y vas a publicar gacetillas oficiales que es una vergüenza. Yo les daría dos letras, no más que una breve.