Se autodenominan “Familia Koplak” y son oriundos de México. Practican la polifidelidad y tienen dos hijos.

Según un informe del diario Clarín, Lorena tiene 31 años y es empleada administrativa; Andrea, de 28, es comerciante; Gabriel tiene 36 y es docente universitario. Los tres son mexicanos y hasta hace un tiempo poco sabían de cualquier vínculo sexoafectivo por fuera de la monogamia. Cuatro años atrás escarbaron en las relaciones no tradicionales y desde entonces conforman una trieja a la que denominan la “Familia Koplak”.

Al principio sólo eran dos: Gabriel y Andrea, casados, supuestamente monógamos, con dos hijos en común. Pero, las infidelidades de él eran comunes y, en determinado momento, la situación los llevó a plantearse si se separaban o continuaban juntos con un cambio de rumbo contundente.

En este contexto, optaron por un nuevo modo de vincularse en el cual se incorporó Lorena, quien hasta ese momento era una de las mujeres con quien Gabriel mantenía una relación paralela. Lo que se inició como un conflicto se convirtió en razón de disfrute para los tres, aseguraron a Clarín al contar el origen de su historia.

Un matrimonio, una novia y dos hijos

“Andrea es mi esposa. Lorena se integró con nosotros y es como nuestra novia. Ellas también tienen una relación”, remarcó Gabriel al describir la trieja. Los tres viven juntos junto a los hijos del matrimonio, un niño de 7 años y una niña de 4 que, con los límites acordes a su edad, saben que crecen dentro de una familia poliamorosa.

Cuando decidieron abrir la pareja ya estaban “en las últimas”, admitieron. Según él, las mentiras que implicaba la infidelidad finalmente no hacían feliz a nadie. O llegaba el divorcio o probaban dentro de alguna de las “diversidades relacionales” que incluyeran a más de dos personas.

El objetivo, dijeron, fue “tener una relación donde todos estuviéramos de acuerdo, así como enterados de todo lo que pasara”. Una vez que ambos se convencieron acerca de la idea, se presentó el gran desafío: ¿quién ocuparía ese nuevo rol?, ¿cómo elegirían a esa persona?

Tras un tiempo de búsqueda y análisis el nombre de Lorena comenzó a barajarse cada vez con más fuerza.  Comenzaron a salir los tres: iban a comer, a pasear y, de a poco, planearon salidas con los chicos (el vínculo con ellos era uno de los puntos sobresalientes).

La incógnita también pasaba por cómo resultaría todo entre ambas mujeres, señalaron. En ese marco, dieron pasos lentos: se conocieron, se hicieron amigas y asumieron que podían llevarse bien. “Después empezamos a tener nuestra relación entre ella y yo, vimos que había conexión, que podía ser parte de la familia y decidimos que me viniera a vivir con ellos”, destacó Lorena.

Los hijos del poliamor

La diversidad de modelos familiares es una realidad. A nadie le resultan desconocidas las ensambladas, las homoparentales ni las monoparentales. Pero esos son sólo algunos ejemplos.

Andrea asegura que lo principal fueron los hijos y que ellos mismos no se sintieron “espantados” por lo que estaban haciendo, lo cual evitó transmitirles esa sensación a los chicos.

La nena, por su edad, “prácticamente creció en el poliamor”, señaló su mamá. Al mayor fue, quizás, a quien hubo que explicarle más. Le hablaron de los diferentes tipos de relaciones, de los divorcios y de la diversidad en general.

“Obviamente, no les decíamos todos los detalles de la relación. Ellos ven los abrazos, el amor. No nos fue difícil, fue satisfactorio”, dijo Andrea sobre el modo en que comunicaron su vínculo.

Hoy, si bien todos enfatizan que la madre es quien ocupa ese rol, Lorena también es parte de la crianza de los niños.

 

Fuente y foto: Clarín